180. El extraño diario de Zac

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Mis dedos tenían pequeñas cortaditas que me hice con papel. Se veían extraños. A mi lado, Jason estaba ayudando con los carteles. La tarde estaba muy tranquila. Probablemente era porque los demás estaban en la sala. Si había algo de Jason que me agradaba, era que automáticamente desprendía un aura de paz.

— Todo está muy silencioso— me dijo.
— Sí— dije—, ahora sabemos que los ruidosos son ellos.
— ¿No deberían estar aquí ahora todos? No han venido a molestarnos.
— Quizá están abajo perdiendo el tiempo.
— Probablemente— dijo él.

Duramos así un tiempo. El silencio me gustaba. Me relajaba. Entonces, repentinamente, escuchamos pasos y murmullos.
Pensé que eran ellos, cosa que sí fue cierta. Pero no tal y como pensaba. Ahí, frente a nosotros, acababan de llegar todos, sucios, despeinados, pero felices. George venía con ellos.

— ¿Qué les pasó?— pregunté—, ¿Cayeron por un barranco?
— ¡Recuperamos tus cosas Jason!— dijo Laura con entusiasmo mientras le entregaba una caja medianamente grande.
— ¿Qué?— preguntó Jason sorprendido.
— Fuimos a visitar a Stella— dijo Evan.
— Y sospecho que no va olvidar su visita tan fácilmente— dijo George.
— ¿Qué hicieron ahí?— preguntó Jason, que parecía muy sorprendido.
— Qué no hicimos— dijo Evan.

Después, nos contaron lo que pasó. Por un razón que solamente puedo describir como locura adolescente, Evan y Laura creyeron que podían ir a recoger las cosas de Jason que se había quedado Stella, su ex novia. Arrastraron a Jimi de alguna forma y convencieron a George de llevarlos. Ya ahí, se gritaron muchas cosas porque al parecer Stella no quería darles nada. Tanto que en algún punto se volvió personal para Laura, quien de alguna forma se lanzó contra Stella para obligarla a devolver las cosas. Evan trató de separarlas pero no pudo ya que según sus propias palabras “las mujeres lo asustan”. Entonces se le ocurrió entrar a la casa de Stella, lo que es ilegal, a buscar la caja de cosas de Jason. Mientras tanto, Jimi entró en pánico al mismo tiempo que George salió de su auto para intentar separar a las chicas, lo que sólo hizo que se ganara un par de golpes por parte de ellas.

Stella logró liberarse de Laura pero cuando lo hizo fue demasiado tarde: Evan había encontrado la caja que tenía convenientemente el nombre de Jason. Stella, enojada, empezó a arrojarles cosas, entre ellas, plantas en macetas que tenía en su jardín. A George le lanzó un gnomo en la cabeza. Como ya estaban haciendo mucho ruido, algún vecino llamó a la policía, lo que hizo que todos corrieran al auto de George para poder escapar.

— ... y así— dijo Evan—, es como terminamos siendo prófugos de la justicia.
— Pero no iremos a prisión— dijo George—, la policia nunca nos alcanzó.
— No debieron hacer eso— dijo Jason.
— Sí— dije—. Es peligroso. Al menos debieron dejar a Jimi si sabían que harían algo tan riesgoso.
— No sabíamos que Stella reaccionaría tan violentamente— dijo Evan.
— Yo no sabía que ella reaccionaría tan violentamente— dijo George mientras señalaba a Laura.
— Ella se lo merecía— dijo Laura, que tenía cabellos en la cara y pasto en la ropa—, jamás debió llamarme zorra.
— ¿Por qué hizo eso?— pregunté.
— Es muy gracioso— dijo Evan entre risas—. Stella pensaba que Jason la dejó porque le gusta Laura. ¿No es super divertido?
— No fue divertido cuando ella me lanzó un duende de porcelana— dijo George—, aún me duele.
— Es un gnomo de jardín— dijo Jimi.
— Pero tenemos tu caja— le dijo Laura a Jason.

Jason, que no había dejado de mirarlos a todos bastante confunso, abrió la caja.

— ¿Qué hay ahí?— pregunté.

Nos asomamos curiosos.

— ¿Cd's?— preguntó George—, ¿Me golpearon en la cabeza con un duende por Cd's?
— Gnomo— lo corrigió Jimi.
— ¡Lo que sea!— se quejó George—, es más, creo que hasta estoy sangrando.
— Es cierto— dije, luego de observarlo bien—, sí estás sangrando.

Él se llevó la mano a la cabeza. Luego la observó.

— ¿Es... es... sangre?— dijo preocupado.
— ¡Oh por dios, George se morirá!— dijo Evan.
— ¡Soy muy joven para morir!— se quejó él.
— Lamento eso— dijo Laura—, se suponía que el gnomo me golpearía a mí pero yo no contaba con que Stella tuviera una puntería tan mala.
— ¡Me voy a morir!— se quejó George alterado.
— No debe ser una gran herida— dijo Jimi mientras se acercaba para examinar—... ¡Sí es una gran herida!
— ¡Me moriré!— dijo George alterado—, ¡Ya siento como la vida se escapa de mi cuerpo!

Me acerqué. No era experto en medicina pero hasta yo sabía que una herida como esa necesitaba de puntos.

— Pues parece que tendrán que cerrar esa herida— le dije—. Si quieres yo puedo hacerlo. Tengo hilo y aguja en alguna parte. Además he visto muchas películas de terror.
— ¡Auxilio!— gritó George—, ¡Este loco quiere matarme!
— Hay que llevarlo con Will— dijo Laura.
— ¡Rápido, vamos todos al auto!— dijo Evan.

Salimos corriendo de la casa.

— Yo no puedo conducir, estoy muriendo— se quejó George, que parecía a punto de desmayarse.
— Déjenlo en mis manos— dije.

Subimos al auto de George. Tomé sus llaves.

— ¿Seguro que sabes lo que haces?— me preguntó Jason.
— Sé conducir— dije—, sobre todo en las emergencias.
— Evan— dijo George, dramático—, dile a Lucille que la amo.
— ¡Creo que voy a llorar!— dijo Jimi conmovido.
— ¡George, resiste!— dijo Evan.
— Por favor— dijo Laura—, no sean exagerados.
— Sujétense bien— dije—, porque iremos muy rápido.

Arranqué el auto de golpe y empecé a conducir por las calles. Ya estaba oscureciendo.

— ¡Veo la luz!— dijo George.
— ¡Yo también la veo!— dijo Evan.
— Tranquilos— dije—, es sólo un auto que va a atropellarnos...

Todos gritaron asustados. Pero no contaban con mi maestría a la hora de conducir ya que pude evadir el auto.

— ¿Estamos muertos?— preguntó Jason.
— No lo creo— dijo Evan—, así no debe verse el paraíso.
— Estamos salvados— dije—, y ya casi llegamos con Will.
— Dictaré mi testamento— dijo George, que parecía a punto de morir—, llamen a mi abogado...
— ¡Ya casi llegamos!— dije.
— ¡Veo la luz!— dijo George.
— Qué curioso, yo también la veo...— dije.
— ¡Cuidado, es un autobús!— gritó Jason.

Gritamos todos al mismo tiempo mientras yo giraba el volante como loco. Nos salvamos de milagro. Pero gracias a mi giro instantáneo subí por la acera y nos impactamos contra un poste. Fue muy levemente, el poste a penas se movió.

— ¡Vámonos antes de que alguien se de cuenta de eso!— dijo Laura.

Tomé el volante y empecé a conducir.

— Creo que casi sufro un ataque cardíaco— dijo Evan.
— Zac, no te ofendas, pero eres el peor conductor del mundo— me dijo Jason.
— Soy grandioso— dije—, es sólo que ustedes no soportan este nivel de intensidad.
— Supongo que sí, apreciamos nuestras vidas— dijo Evan.

Llegamos al edificio de Will.

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