Will era agradable. Era un respetado doctor de 25 años compasivo y solidario. Me envíaba mensajes graciosos por teléfono de vez en cuando. No tenía ningún problema en que fuera mi amigo.
— Sus acciones tienen segundas intenciones— me dijo Zac otro día cuando fuimos a verlo.
Estaba equivocado. Las personas se equivocaba. Y él más. Creía que todos eran un problema así que no iba a hacerle caso a todo lo que decía. Y mi juicio no era tan malo. Podía notar cuando una persona era buena o mala. Y estaba seguro de que él no lo era.
Zac me miró mucho al día siguiente. Como intentando descifrar algo. Y Evan lo miraba a él, con mucho odio. Era como un concurso de miradas, ¿Estaban preocupados por mí? Porque de ser así debía detenerlos, comer el almuerzo en el jardín estaba resultando muy incómodo, no quería pasar mi receso así.
— ¿Podemos hablar?— le dije a Zac.
— Si quieres hablar con alguien puedes hacerlo conmigo— me dijo Evan.
— Necesito decirte muchas cosas— le dije a Zac qie parecía muy confuso.
— No te preocupes— me dijo, recobró su sonrisa—. Soy muy desconfiado. Sé que hay personas malas pero también algunas que no lo son. Tal vez exageré. Me gustaría excusarme diciendo que soy inseguro pero eso no bastaría. Si tu crees que todo está bien con él entonces es suficiente para mí.
— ¿De qué hablan?— dijo Evan.
— De nada importante—le dijo Zac.Le sonreí.
Por la tarde, después de clases, me fui con Evan. Pero seguía pensando en Zac. No lograba entender las razones que tuvo para decir que Will no era bueno para mí. Y por más que lo pensé no logré encontrar una respuesta satisfactoria.— Vamos a mi casa— dijo Evan—. Tienes que ver a Doradito.
— Quiero verlo— dije, decidí olvidar todo eso.Llegamos a su casita. Me gustaba. Se sentía como un espacio seguro. Como si nada pudiera pasarme estando dentro. Entramos. Doradito nadaba contento.
— Me gustaría decirte que está más grande pero no, sigue igual— dijo Evan.
— Se ve diferente. Se ve feliz.
— Por supuesto que lo está. Aún no me lo como.
— Y no lo harás— respondí molesto.Él se sentó en su cama. Lo alcancé. Tomó mi mano. Lo miré a los ojos.
— No sé qué pasa pero me preocupas— dijo—, te vi muy distraído hoy. Si puedo ayudarte lo haré. Entiendo si no quieres contarme nada también.
— ¡No es eso!— me apresuré a decir—, es sólo que hay muchas cosas que han estado ocupando mi cabeza desde que supe del certamen y sinceramente me tienen muy preocupado.
— No te estreces— dijo—. Mejor sonríe. Tienes la sonrisa más bonita de todo el mundo.Nos miramos y le sonreí. Me abrazó. Oh, se sentía bien. Y Evan olía a Evan. ¿Cómo pude vivir 16 años sin él?
— Gracias— le dije.
— No agradezcas. Soy tu casi prometido así que es normal que te apoye.
— ¿Casi prometido?— dije.
— Bueno, no, pero eso sería genial.
— Sería genial— respondí.Se inclinó hacía mí y me besó. Cerré los ojos. Mi cara se quemaba. Pero el aliento de Evan era suave, y parecía que sus brazos alrededor de mí siempre estuvieron destinados para estar ahí, haciendo que me sintiera protegido. ¿Estaba bien que me gustara tanto? ¿Estaba bien que me sintiera ligero y feliz a la vez? Como si pudiera salir volando.
Él era todo lo que siempre quise. Más de lo que me imaginé. Siempre creí que dios me odiaba porque mi tía decía que él odiaba a los homosexuales. Pensé que era cierto. Yo no encajaba en ningún lugar del mundo. Le temía a todo aunque trataba de fingir que estaba bien. Sólo me sentía bien en mi casa. Y habían veces en las que pensaba que mis padres preferirían mil veces más a un hijo normal.
Pero en ese momento, mientras estaba en medio de los brazos de Evan sentía que encaja a la perfección. Como si mi lugar en el mundo estuviera ahí, con él. No podría ser de otro modo.
Nos separamos. Me sentía muy abrumado. Lo miré. Y él se levantó de golpe.
¿Hice algo malo? ¿Acaso lo mordí?, pensé.— ¿Pasa algo?— pregunté temeroso.
— Voy a irme a correr por la calle— dijo, en tono neutro.
— ¿Porqué? ¿Es por mí?
— No, no es por eso...
— Si hice algo malo lo siento...— dije y me acerqué a él.
— Jimi, aléjate— dijo.Sentí que el mundo se me venía encima.
— ¿Porqué?— dije al borde de llorar.
— Por que no soy precisamente el mejor autocontrolándose.
— ¿Qué?— no entendí nada.
— Soy un hombre— dijo—. Un hombre muy horrible.
— Claro que no— dije.
— Me refiero a que podría hacer cosas que no quiero. Al menos que tú sí quieras, lo que sería lo mejor que me pudiera pasar en la vida.
— ¿Qué cosas?
— Es complicado— dijo, se veía muy nervioso—, pero creo que eres demasiado pequeño y lindo para saberlo.
— Soy mayor. Tengo 16. Dime. Cualquier cosa sé que puedo manejarla.
— Ok. Pero no va a gustarte.
— ¡Dime ya!— exigí.
— Quiero hacerlo.¿Qué? ¿Hacer qué?
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Rumores De Pasillo
RomanceJimi se declaró abiertamente gay en la escuela y empezaron a molestarlo por eso. Evan, un rubio popular que también lo molestaba, resultó sólo hacerlo porque los demás lo hacían... pero realmente guardaba un secreto: le agradaba Jimi. Mucho. Más de...