81. El extraño diario de Zac

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Desperté en el sofá de la sala. Jimi estaba dormido junto a mí. Evan se encontraba en el suelo, encima de un zapato. Will estaba recargado en una silla. Me levanté lentamente. Comencé a preguntarme muchas cosas, pero me dolía tanto la cabeza que probablemente no recordaba ninguna. No sabía ni qué día era.
Me acerqué a Will.

— Oye Will— le dije, le di palmaditas en la cara—, despierta... debes ir a trabajar...
— Hoy no quiero— dijo, sin abrir los ojos, apartando mi mano de su cara—. Me reportaré enfermo.
— Tienes que ir— dije.

Se giró y me ignoró. Me dirigí a Evan. Lo sacudí pero no despertó. Incluso empecé a pensar que estaba muerto.

— Oye Will— dije—, creo que Evan se murió.
— ...mmm...— dijo él.
— ¡Will, despierta!— le grité.
— ¿Qué, qué pasa?— dijo Jimi, que se despertó repentinamente.
— Nada— dije—. Sólo quería despertar a Will.
— ¿Por qué Evan está abrazando un zapato?— me preguntó.
— ¡Evan, despierta!— le dije— ¡Evaaaan!
— ¡9×9= 81!— dijo, despertando tan perdido como parecía—, ¿Ya pasé la materia?
— No— dije—. No estás en la escuela. Ni aún ahí la pasarías.

Jimi se acercó para ayudar a levantar a Evan. Y él lo miró sonriente.

Era obvio, ¿No? A Jimi le seguía gustando Evan. Probablemente no podría cambiar eso. Aún si Will se volvía el hombre más interesante del mundo, Jimi no lo vería así. Debí saberlo. Si él y Will hubieran estado destinados a ser el uno para el otro ya hubiera pasado algo entre ellos. No fue así. No importaba lo que hiciera, ellos no terminarían juntos. Lo entendía. Sin embargo aún guardaba la esperanza de que algo pasara. No sabía cómo ni cuando, pero en mi interior estaba completamente convencido de que si Jimi seguía con Evan terminaría lastimado en algún momento, de algún modo. Aunque también sabía que sería feliz. Y eso me molestaba más.

— Will se ve muy tierno cuando duerme— dijo Evan.
— Sólo cuando duerme— dije—, ¿Quién quiere despertarlo?
— Tal vez aún sigue cansado— dijo Jimi.
— Necesita un beso para despertar— dije. Los miré.
— De acuerdo— dijo Evan—, lo haré pero no lo disfrutaré.
— ¡No tú!— dije.
— ¿Qué están intentando decirme?— dijo Jimi.
— Aún no digo nada— dije—. Aunque si no quieren, yo lo haré.
— ¿Tú?— dijo completamente sorprendido Evan—, ¿Besarás a Will?
— Algo así.

Besé la palma de mi mano y luego la puse en la mejilla de Will.

— Así no cuenta— dijo Evan.
— Claro que sí— dije. Miré a Jimi. Estaba rojo—, ¿Qué estás pensando tú?— le dije, enojado.
— ¿Eh? ¡Nada, nada, lo juro!— me aseguró, nervioso.

Will despertó de su largo sueño. Nos miró atentamente.

— ¿Qué... qué pasó ayer?— dijo.
— Jugamos cartas, Jimi pidió permiso para quedarse, te negaste a comprar alcohol, Evan encontró los suplementos alimenticios de mi madre y pensó que era chocolate, se lo comió, tuvo energía toda la noche, jugamos videojuegos hasta el cansancio, Jimi vomitó, jugamos cartas, descubrí que adoro las nueces y luego nos quedamos dormidos— dije.
— ¿De... de verdad?— parecía confundido.
— Creo que Will no está del todo despierto— dijo Evan—. Zac, dale otro beso.
— No— dije—, podría ser demasiado. ¡Jimi, deja de pensar cosas raras!
— ¡No estoy pensando en nada!— dijo él—. Aún.
— ¿Qué?— dijo Will—, ¿Que qué?
— Ya supéralo Will— le dije—, ¿Quién quiere desayunar?
— ¡Yo!— dijo Evan. Me dirigí a la cocina.

Al final, Jimi terminó preparando todo porque parece que en mi familia eso de cocinar simplemente no se daba. Evan se ofreció a lavar los platos y Jimi quiso ayudarle.
Me quedé observándolos. Era cierto. Había algo. Como un campo magnético que hacía que se acercaran más. Como si hubieran nacido para estar juntos. Quería desearles felicidad pero no pude. No sinceramente. No sabía por qué. Me cansé de ver tanta miel y salí al jardín. Will me alcanzó tiempo después.

— ¿Todo bien?— dijo.
— ¿Tú estás bien?— respondí, hasta cierto punto enojado—. Allá adentro se están comportando como una pareja de recién casados.
— Eso es muy dulce— dijo, parecía contento.
— Tanto que temo despertar mañana con altos niveles de glucosa.
— Ambos se ven felices. Más que de costumbre. Y eso es bueno.
— Por ahora. No me sorprendería que cambiara. Evan podría tener más secretitos ocultos.
— No lo creo. Me sorprende que aún juzgues a Evan por cosas que ya quedaron en el olvido.
— Hirió a Jimi. Y él no debería ser herido. No más— dije.
— Él ya perdonó a Evan. Si pudo hacerlo es extraño que tú no puedas. Más bien, no quieres.
— Sí quiero pero...
— Deja que Jimi tome sus propias decisiones.
— ¿Y si lo lastiman de nuevo?
— Podrá superarlo. Ya lo ha hecho. Sinceramente creo que tú eres el único que lo ve como alguien débil.
— No es débil... es que... Evan, él...

Me detuve. Will tenía razón. Eso me irritaba. Últimamente me sentía equivocado. Hasta yo me daba cuenta de eso.

— ¿Qué debería hacer?— le pregunté.
— Confiar en él.
— Ya hago eso. No del todo, lo acepto.
— Confía en Evan entonces. Ama a Jimi. No hay que ser muy listo para darse cuenta de eso.
— Ya lo sé.
— No te preocupes, todo estará bien. Lo juro— me sonrió.

Will me daba mucha seguridad. Se sentía como si de verdad fuera a estar todo bien.

— No me mires así— le dije—. Como si fueras un adulto responsable.
— Soy un adulto responsable— dijo.

Ambos nos reímos. Hacía mucho que no me reía así.

— Me encanta que también le encuentres gracia al comentario— le dije—. Te extrañaré cuando esto termine.
— ¿Terminará?— dijo.
— Sí. Cuando tengas que irte. Tienes que ir a trabajar.
— Ah, a eso te referías. Sonó como si yo fuera a irme para siempre. Nunca haré eso.
— ¿De verdad? ¿Aún si me convierto en zombie y quiero devorar tu cerebro?— dije.
— Aún así me quedaría.
— Pero te comería. Y te volverías zombie como yo.
— Entonces nos iríamos a vagar por las calles buscando cerebros juntos.
— ¿Harías eso? ¿En serio?
— Claro. Tú lo harías por mí.

Miré a Will. Él se veía relajado. Pensé un poco. Tenía razón. Si él se volviera zombie, más que pensar en matarlo y salvar mi cerebro, me quedaría con él. Sin pensarlo ni una vez. Me sorprendía que me conociera bien. Deseé que nunca ocurriera un apocalipsis zombie.

— No lo sé— dije—. También podría darte un disparo en la cabeza.
— Sabía que dirías eso— contestó complacido.

Estaba por reclamarle cuando Jimi salió con nosotros para preguntar qué hacíamos. Le contamos de los zombies. Se puso a regañarnos por imaginar un futuro horrible. Evan se unió tiempo después y nos contó todos los finales de las películas de zombies que había visto.

Nunca me sentí tan cómodo. Era como la vida perfecta. No quería que ese día terminara.

Rumores De PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora