161. El extraño diario de Zac

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Al día siguiente le conté a Will lo que pasó entre Evan y George.

— ¿Alaska? ¿De verdad?— dijo—, ¿Fue lo mejor que se te ocurrió?
— Ahora todos creen poder hacer mejores planes malvados— dije—. Es más difícil de lo que parece. Además, eso no es lo que importa. Lo importante es que Evan puede convencer a la profesora.
— Pero eso no significa que ella vaya a regresar con George.
— Lo sé. Ahí entras tú.
— ¿Yo? ¿Qué quieres que haga?
— Quiero que los cites en algún lugar para que hablen— dije—. Ambos irán porque se trata de ti. Una vez que estén juntos podrán hablar y arreglar su problema. Tal vez surja el amor de nuevo.
— Lucille parece odiarlo de verdad— dijo Will—. Cuando sepa que la invité a venir sin decirle que George estaría aquí va a odiarme a mí también.
— No después de que resuelva sus problemas con George. Confía en mí.
— ¿Y si no pasa eso?
— Entonces perderías una amiga— dije—. Lo que no es tan malo.
— ¡Eso es terriblemente malo!
— ¿Por qué?— dije—, se puede vivir perfectamente bien sin amigos.
— No es cierto.
— Yo lo hice casi toda mi vida.

Me observó atentamente. Se acercó a mí.

— Sí— dijo—, pero no eras alguien feliz. Ahora tienes amigos. Apuesto a que no te gustaría perderlos.
— Pues no... en realidad no lo sé, jamás he perdido un amigo.
— Entonces no supongas que es algo con lo que podrías vivir.
— ¿Estás molesto?

Lucía serio.

— Sí— dijo—, bastante. Porque tienes amigos ahora. Eres una mejor persona. Quizá no lo sepas porque hay algo en ti que se niega a ver las cosas obvias, pero has cambiado. Para mejor. Así que valora más a las personas que están cerca de ti.

Lo pensé. Me molestaba. Me molestaba haber dicho eso. Me molestaba que me preocupara. Me molestaba que él estuviera molesto.

— ¿Es tan extraño?— dije—, ¿Es raro que no entienda las cosas tan fácilmente como las otras personas? Porque aunque no lo parezca me esfuerzo por entenderlo. Quiero poder ser como todos, que parecen siempre hacerle caso a sus sentimientos.

Parecía asombrado.

— No necesitas ser como todos— dijo—. Está bien que no seas tan sentimental. Aunque hay cosas que deberías ver. Que deberías saber. Cosas importantes.
— Lo sé— dije—. Lamento no valorar tanto a los demás. Aunque no lo parezca, agradezco que estén en mi vida. Sé que no soy el de antes. Me gusta cómo soy ahora.
— A mí también me gustas... es decir— dijo él, nervioso—, me gusta cómo eres ahora.
— Entonces no te enojes conmigo— dije—, no me gusta verte molesto. No te queda. Eres Will, deberías estar feliz siempre.
— ¿Feliz?
— Sí. Cada vez que pienso en ti, siempre apareces en mi mente sonriendo.
— Tengo muchas razones para ser feliz— dijo.
— ¿Como cuáles?
— Tú, por ejemplo— dijo sonriendo. Lo observé atentamente.
— ¿Yo? ¿Tan gracioso soy?
— No es por eso. En verdad, no sé cómo, sólo tengo que verte para sentirme más feliz.
— ¿De verdad?— dije—. A mí me pasa algo muy parecido. Cuando te veo me siento feliz. Pero también me siento nervioso. Angustiado, preocupado. Pero también siento como si todo estuviera bien. Como si nada malo pudiera pasarme. Me siento más tranquilo. A la vez como si debiera hacer algo para demostrarte que no estás equivocado al elegirme como tu amigo. Además, siento, de alguna manera, no sé cómo debería explicarlo, pero últimamente creo que hay algo que me hace querer quedarme aquí, más tiempo del que debería. Como si no quisiera irme. Como si quisieras que yo me quede aquí, contigo. Como si yo no fuera la persona que cree que perder amigos es algo fácil, como si... por un momento, yo fuera alguien como todos los demás. Contigo me siento como si no estuviera equivocado. Como si fuera normal. Como si fuera más humano. Como si estuviera bien ser yo. Como si ser yo no fuera ningún problema para ti.

Me di cuenta de que estaba hablando demasiado. Me giré a verlo. Estaba junto a mí, observándome atentamente. ¡Había dicho algo tan vergonzoso!

— Creo que hablé mucho— dije—, y creo que lo que dije no tuvo ningún sentido.

Él seguía observándome.

— No es ningún problema— dijo—. Para mí no eres un problema. Tú eres perfecto a tu manera. No necesitas cambiar... no mucho. Sólo tienes que ver las cosas que pasan a tu alrededor porque son tan asombrosas, tanto que no puedes pasar más tiempo sin ver todo lo que te pierdes. Hay tantos sentimientos esperando por ti, que me gustaría poder decírtelos todos pero no me alcanzarían las palabras. Nunca me alcanzan cuando se trata de ti. Siento que podría pasar años tratando de explicarte algo pero jamás lo entenderías de la misma forma en la que yo lo siento. Sin embargo, sé perfectamente que estaría dispuesto a pasar todos esos años junto a ti aún cuando sé que quizá no logre nada. No me alcanzarían los años. Contigo los años no serían suficientes. Podría pasarlos junto a ti perfectamente pero... no sé si podrías sentir la mitad de lo que yo siento.
— Entonces...— dije y lo miré a los ojos—, no te rindas. Quiero sentir todo lo que tú sientes. Porque me encantaría, por un momento, ser tan feliz como tú lo eres...

Él tomó mis manos. No dejé de mirarlo. Había algo en todo eso que hacía que mi corazón se sintiera apretado, como si me costara trabajo respirar. Y dolía, mucho. Tanto que sentía que podría ponerme a llorar, pero no eran lágrimas que quería reprimir. Como si quisiera que todo saliera junto a ellas. Casi como si quisiera que Will me viera llorar.

— Zac— dijo él, estaba tan cerca de mí que yo me sentía mareado—, sólo deja que yo... sólo déjame...

Entonces, golpearon la puerta. Recobré el sentido de inmediato. Él se apartó de mí un poco. Fue hacia la puerta.
Me quedé envuelto en un montón de sensaciones. Sentía que algo me hacía falta. Pero no sabía qué era.

— Hola Will— dijo una voz, era Laura—, traje música. Probablemente va a gustarte—, entró a la habitación—. Tu recepcionista dijo que podría pasar. Pensé que... ¿Zac está aquí?

Me observó. La saludé con la mano mientras trataba de sonreír. De alguna manera mi sonrisa no me salía.
Ella observó a Will.

— Creo que debería irme— dijo ella—, no quiero interrumpir nada.
— Está bien— le dije—, no interrumpes nada.
— ¿De verdad? Siento que sí...
— No, para nada— dije, me acerqué a ella—, déjame ver qué traes...

De hecho agradecí que apareciera Laura. De otra forma, no sabía qué habría pasado. Es decir, todo eso estaba raro. No era incómodo pero... no parecía normal.

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