Recordé porqué odiaba las bodas: gente llorando por lo que sea, amor y buenos deseos por parte de todos, flores hasta el cansancio y personas que no habías visto en años pero que ahí estaban, para criticarte.
Al menos George y la profesora se veían felices. Igual Jimi. Con eso me bastaba.La boda había salido bien. Luego fuimos a la recepción, que sería en mi casa. Will no me dejó conducir su auto de regreso. Dijo que primero debía tomar más clases. Acepté eso porque prometió enseñarme. Al menos ya tenía un plan para las vacaciones.
Pasamos a las mesas. Había mucha gente que no conocía. Por suerte mi padre me había dejado estar en una mesa con los demás y no con mi familia. Sentí lástima por los hijos de la tía Janeth, que estaban en la misma mesa que la abuela.
Yo estaba con Evan, Jimi, Jason y Laura. Will estaba con sus amigos de la universidad, incluida la rubia malvada.
Observé a Laura. Se veía genial. ¿Siempre había sido tan bonita?
Jimi y Evan estaban conversando entre ellos. Parecían aislados de todos, como si estuvieran solos. Se miraban de una forma que... parecían poder tocarse. Si no fuera por toda la gente, quizá lo harían, pensé. Laura estaba hablando de su vestido y Jason estaba escuchándola. Él era muy maduro como para tener la paciencia para hablar de ropa. Parecía que en verdad le importaba de qué hablaba ella.Me levanté porque me sentía aburrido. Fui al baño. Aún no me acostumbraba a ver tanta gente en la casa de papá. Habían niños corriendo de un lado para otro. Yo odiaba a los niños.
En el pasillo, cuando iba de regreso, me encontré con Jill.— Cariño, ¿En dónde andas?— dijo ella.
— Por ahí— dije.
— Deberías estar con tus amigos. Diviértete.
— Lo sé es sólo que... no me gustan las fiestas... ni la gente en general.
— Sólo relajate. Todo saldrá bien, te lo juro. Sólo intenta pasarlo bien— me dijo ella.
— Quizá lo haga— dije.Ella se fue después de acomodar mi cabello. Traté de fingir que estaba bien. Iba a ir a mi habitación pero.. pensé en regresar.
Eso hice. Me senté.
Curiosamente, tal y como dijo Jill, traté de pasar el tiempo de mejor manera. Funcionó. Evan se puso a jugar con la vajilla. Lucille se enojó y fue a regañarlo. Me reí como nunca. Después, Laura empezó a contar todo lo que pasó con ella y con la novia antes de que estuvieran listas. No sabía que las mujeres pudieran ser tan complicadas.— El pastel es hermoso— dijo Laura.
— Te reto a que lo toques— le dijo Evan.
— ¡Claro que no!— dijo ella.
— La profesora te mataría— dijo Jason.
— Zac, te reto a que lo hagas— me dijo Evan.
— ¿Por qué haría algo tan tonto?— dije.
— Lo sabía, no puedes hacerlo— me dijo él.
— ¿Qué estás dispuesto a perder?— dije.
— No lo harás— dijo.
— Podría hacerlo si quisiera— dije.
— Zac, no lo hagas— me dijo Laura—, eso es suicidio. La profesora quiere que su boda salga perfecta y si te ve te matará.
— ¿Cuáles son las condiciones de la apuesta?— pregunté.
— Si me muestras una mano con pastel, tú ganas— dijo Evan.
— ¿Qué gano?— pregunté.
— ¿Qué quieres ganar?— me preguntó.
— Quiero que bailes— dije—. Si yo gano, tú tendrás que bailar.
— ¿Bailar?— preguntó Laura—, ¿Aquí y ahora?
— No, cuando todos estén bailando— dije.
— Soy un muy buen bailarín— dijo Evan—. Pero no perderé. Es imposible que tú hagas algo así.
— Entonces tenemos una apuesta— dije.
— Hecho— dijo Evan.Me levanté. Salí del lugar hacia el pasillo. Me encontré con los niños que corrían sin parar.
— ¡Hey, niño!— le dije a uno, él se detuvo y me miró confundido—, sí, tú.
Él se acercó. Era pequeño, como de cinco años.
— ¿Quieres ganarte todo estos dulces?— le dije.
Saqué de mis bolsillos muchos dulces. Los había tomado del auto de Will. Él siempre cargaba con dulces y los ponía en todas partes, los usaba en caso de que tuviera que lidiar con niños.
— ¡Sí quiero!— dijo el niño, le brillaban los ojos.
— Sólo tienes que ir a donde está el pastel y tocarlo con tu dedo— dije.
— Mamá dice que no debo tocar comida.
— Sí pero tu mamá está loca— dije—. Además, ¿No quieres todos estos dulces?
— Mamá se enojará conmigo.
— No, claro que no— dije—. Nadie te verá. Sólo pasarás por donde está el pastel y acercarás tu mano... hasta que tengas un poco de pastel. Nadie se dará cuenta.
— ¿Y me darás dulces?
— Sí, todos los que quieras.
— Lo haré— dijo él.Le dije por dónde tenía que ir. Parecería que sólo va pasando por ahí pero no, él tocaría el pastel.
Aproveché que todos estaban distraídos. Mandé al niño. Desde mi mesa, Evan y los demás me observaban.Fue un plan maestro. Todo salió bien. El niño se acercó al pastel y lo rodeó mientras estiraba su mano. Luego regresó a mí.
— Mira— dijo mientras me enseñaba su mano con pastel.
— ¡Bien hecho!— dije.
— Quiero mis dulces— dijo.
— Te los daré— dije—. Sólo deja que le enseñe tu mano a mis amigos y...
— No, van a enojarse conmigo.
— No, ellos no van a enojarse. Pero necesito que vean tu mano.
— Quiero dulces. Más dulces.
— Ten, toma— dije, le di todos los que tenía.
— Quiero más.Miré a ese niño incrédulo.
— ¿Qué?— dije.
— Dame más dulces o me comeré todo el pastel que tengo en la mano— dijo.
— No te atreverías— dije.
— Lo haré. Quiero dulces.¿Un niño me estaba sobornando?
— ¡Eres un niñito muy malo!— dije, enojado.
— ¡Dame dulces!
— Está bien, sólo no te comas eso. Espera aquí, iré por ellos.Regresé a la recepción. Busqué a Will. Estaba hablando muy animadamente con las personas de su mesa. Me acerqué a él y toqué su hombro. Me observó.
— ¿Podrías venir un momento?— le pregunté.
Él parecía sorprendido. Se disculpó con la gente de su mesa. Caminé hasta un pasillo, él me siguió.
— Zac, ¿Está todo bien?— me preguntó.
— Will, necesito tu ayuda— dije.
— ¿Qué pasa?
— ¿Tienes más dulces?
— ¿Dulces? ¿Para qué?— preguntó él extrañado.
— Los necesito para dárselos a un niñito embustero para que haga algo que le pedí y que si todo sale bien va a hacerme muy muy feliz.
— Zac, me das miedo— dijo.
— Creo que eso no se escuchó bien— dije—, pero no es nada malo. No para mí. Te explicaré luego, necesito los dulces ahora o el niñito extorsionador se irá.
— Bien— dijo él, no parecía muy convencido pero sacó muchos dulces de sus bolsillos. Los tomé.
— Gracias, te adoro— dije y salí de ahí.En otro pasillo, cerca de la cocina, me encontré con el niño.
— ¿Tienes mis dulces?— preguntó.
— Sí, pequeño rufián— dije—. Te los daré pero antes cumple con tu palabra.Él aceptó. Caminé junto a él hasta la mesa.
— Evan, aquí está— dije.
— En eso no quedamos— dijo él.
— Claro que sí— dije—. La apuesta consistía en mostrar una mano con pastel. ¿Ves esta manita? Yo gano. En ningún momento especificaste si la mano debía ser mía.
— ¡Un vacío legal!— dijo Laura.
— ¿Ahora también eres abogado?— dijo Evan.
— Gané— dije.
— ¿Puedo comerme el pastel?— preguntó el niño.
— Claro que sí— dije—. Puedes irte. Recuerda, nadie sabrá nada de esto nunca. Te llevarás el secreto a la tumba.
— ¿Qué es una tumba?— preguntó.
— Olvídalo, sólo vete.El niño se fue.
— Tendré que bailar, supongo— dijo Evan.
— Yo veré eso— dije—. Probablemente lo grabaré.
— ¿Tan malo eres?
— Sí— dije.
— Ojalá si hubieras ardido cuando entraste a la iglesia— dijo él.Jill se acercó a mí.
— Hola chicos— dijo ella—, ¿Cómo la están pasando?
— Bien— dije—, mejor de lo que pensé.
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Rumores De Pasillo
RomanceJimi se declaró abiertamente gay en la escuela y empezaron a molestarlo por eso. Evan, un rubio popular que también lo molestaba, resultó sólo hacerlo porque los demás lo hacían... pero realmente guardaba un secreto: le agradaba Jimi. Mucho. Más de...