86. El extraño diario de Zac

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Mi vida se encontraba en uno de esos lapsos que suceden en las películas cuando los personajes principales se dan cuenta de una verdad común y viven de la mejor manera un corto tiempo, antes de que algo pase y dé origen al problema principal de la cinta. Sí, esos momentos felices y rosas de sonrisas y abrazos que Jimi y Evan acompañarían con alguna canción optimista y aburrida de Taylor Swift que obviamente no sería um hit por ser aburrida.

Me había estado quedando a dormir en casa de papá. Me despertaba en las mañanas no gracias a mi despertador sino a Jill, que solía cantar mientras preparaba panqueques. Les ponía ojitos de fresas y una sonrisa enorme con miel de maple. Papá iba a dejarme a la escuela todos los días. Por las tardes regresaba a mi casa. También iba por mí cuando regresaba del trabajo para llevarme a su casa a cenar y a dormir. Era como un sueño.

Me estaba gustando mucho ese tipo de vida. Hasta papá era agradable. Debía ser por Jill. Ella era atenta, cariñosa y confiable. Por primera vez me sentía como un hijo. No como la razón que obligó a dos personas incompatibles a compartir su vida.
Sabía que las cosas no podían seguir de esa forma. Perdí la apuesta. Debía irme a vivir con papá. Mamá no regresaría por mí. Y vivir solo ya no era una opción.

Lo normal era irme con mi padre. Para ser honesto me gustaba mucho estar ahí. Se sentía bien. Y una parte de mí deseaba no tener que irme por las mañanas.
Mudarme sería lo más lógico. Si lo hacía quizá podría vivir de manera normal.
Pero hacerlo significaría cambiarme de escuela. Esa no era una opción. Pero no quería estar solo.

Qué dilema.

Papá estaba organizando muchas cosas, preparándose para la elección interna de candidatos en el partido político al que pertenecía. Si ganaba, oficialmente sería candidato a alcalde de la ciudad.
Eso significaba que para ganar debía ser perfecto. Y tener la familia perfecta. Jill era ideal como esposa de un político. Yo realmente no quería ser parte de eso, pero mi padre parecía en verdad decidido a hacerlo y después de algunos días de convivir con él en su casa hasta yo quería que ganara. En retrospectiva debí notar que mi progenitor tenía muchas inclinaciones hacia la política. Decidí que quería ayudarlo. Y a la vez no quería entrometerme. Qué complicado era todo eso.

Desde luego en la escuela terminaron notando que me encontraba mentalmente cansado. Todos menos Evan que por esos días no solía ver más allá de Jimi.

— ¿Todo está bien?— me dijo Jimi, notoriamente preocupado.
— Sí— mentí—. Estoy sólo un poco estresado.
— ¿En verdad?— dijo Jason—, pareces diferente.
— No— dijo Evan—. A mri me parece el mismo de siempre.
— Te ves estresado— me dijo Laura—. Espero que no estés estudiando demasiado. Podrías enfermarte.
— Sí— dijo Jimi—, eso no es bueno. La final ya está muy cerca.
— No se preocupen— dije, traté de parecer más animado—. No planeo faltar.

Y ellos no fueron los únicos en darse cuenta de lo que pasaba. Will me notó preocupado.

— No es nada— dije una vez, cuando fui a visitarlo a su trabajo—. Sólo son varias cosas juntas.
—  ¿Problemas en casa?— preguntó.
— Extrañamente no. Todo va bien. Por raro que suene de mí, la novia de papá me agrada mucho.
— Eso es bueno. Jamás pensé escucharte decir que alguien te agrada.
— Me agradan muchas personas— agregué.
— Pero antes solías odiar a todo el mundo.
— Sí. Es curioso. Creo que he cambiado. Pasé de desearle la muerte a muchas personas a sólo desearle la muerte a Evan.
— Los cambios son buenos. Significa que creces.

Miré a Will. Se veía feliz. Demasiado como para haber perdido a la persona que le gustaba. ¿Por qué?

— ¿Desde cuándo eres tan adulto?— le dije.
— Desde siempre.
— Podría ser— dije, me acerqué a él—. Por cierto, últimamente te ves diferente.
— Me siento distinto— dijo.
— Se nota. Parece que todos están bien ahora. Estoy empezando a pensar que algo va a pasarme, de otro modo mi vida no estaría tan bien.
— Hablando de eso— caminó a la puerta y la cerró, lo observé atentamente—, hay algo que debo decirte.
— ¿A mí? ¿Es importante?
— Mucho.
— Bien— dije—, vamos, dime.

Me observó. Parecía muy serio. Suspiró un par de veces. Se veía indeciso.

— ¿Todo está bien?— dije un poco preocupado.
— Eso creo.
— Pues entonces dime.

Volvimos a mirarnos. Había algo raro en Will. Parecía asustado.

— Escucha— dijo al fin—. Hace mucho que quería decirte esto, pero no sabía cómo ni cuando.
— Sí— dije—. Hoy es un buen momento. Me siento tan bien que no creo que exista nada que pueda molestarme.
— Lo que quiero decirte es que...

Él me observó un rato de nuevo. Eso se estaba volviendo incómodo.

— Lo que quiero decir es...

La puerta se abrió de golpe.

— Will, Evan y yo...— dijo Jimi, luego me vio—, ¿Zac?— dijo sorprendido.
— ¿Qué cosa?— dije— ,¿Evan y tú qué?
— Nada...— dijo él asustado
— Pero yo iba a hablar— dijo Will.
— Dime, querido Jimi— acerté a decir—, si Will puede saberlo yo también, ¿No?
— Ya me voy— dijo él aterrado, se dio media vuelta y quería irse.

Me acerqué y lo tomé de la muñeca.

— ¡No te vas sin hablar!— le dije muy serio.
— ¡No tengo nada qué decir!— dijo él asustado.
— ¡Yo sí quiero hablar!— dijo Will.
— ¡Cállate Will, esto es importante!— le dije—, además, ¿Desde cuándo eres confidente de Jimi?
— ¡Lo que yo iba a decir sí es importante!— me dijo Will.
— ¡Ayuda Will!— le dijo Jimi.

Lo solté. Bien, me dije a mí mismo. Tranquilo. Sólo era Jimi, queriendo decirle a Will algo sobre el desgraciado de Evan porque no había nada más importante en la vida que hablar sobre el idiota de Evan...

— Estoy bien— dije—. Hoy no voy a enojarme. Ni siquiera Evan podría ponerme furioso.
— ¡Qué bien!— dijo Evan, entrando repentinamente.
— ¿Y tú en dónde estabas?— le dije.
— Afuera, escondido— dijo, como si fuera lo más normal del mundo—. Iba a entrar pero escuché tu voz y mejor no lo hice.
— Me encanta tu valentía— le dije—. ¿Y bien? ¿Hay algo que quieran decir?
— A Will sí— me dijo Evan—, a ti no.
— ¿Por qué no?— repliqué—, si lo va a saber Will, no hay razón por la que no puedan decirme.
— Pero sí hay razones, podrías asesinarme— dijo Evan.
— Zac— habló Jimi—, hay algo que quiero decirte. Tengo que decirte. Tenemos que decirte.

Los miré a ambos.

— Escucho— dije.
— ¿Y qué hay de mi?— dijo Will—, ¡Yo también tengo mucho por decir!
— Otro día Will— le dije—. Hoy quiero escuchar cualquier cosa que vayan a decirme éstos dos. Así que cierra la puerta porque esto se va a poner feo.
— ¡Yo mejor me voy!— dijo Evan con miedo.
— ¡Demasiado tarde!— le dije enojado—, ¡Ahora vas a hablar quieras o no!

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