Kate Miller definitivamente no había logrado divertirse en la fiesta. Ya asumía que no había tiempo de reemplazar a Ray Pérez y a esas alturas le daba lo mismo, puesto que estaba muy cansada como para hacer el esfuerzo de intentarlo. Estaba buscando a Angie Ireland para avisarle que se iban a ir a continuar con la fiesta a otra parte cuando en eso se le acerca Peter Mc Brigde.
— ¿Que haces...
— Kate.
— ¿Qué haces, Kate?
— Pues resulta que me quiero ir a casa y ando buscando a mi amiga Angie Ireland para que nos vamos.
— Angie Ireland lo está pasando muy bien en una de las habitaciones y tú deberías hacer lo mismo.
— Pues no quiero. Mi novio ya debe estar preocupándose y el de Angie Ireland también.
Peter Mc Brigde la miró ardientemente, más con deseo que con dulzura. Para él, quien se esforzaba más que nadie organizando esas fiestas, que chicas como Kate Miller no accedieran a la diversión que él les ofrecía consistía prácticamente en un insulto. En cambio a Kate no le importaba divertirse con ellos, puesto que no le habían agradado de vista y lamentaba enormemente no haberlos visto antes por el campus como para haber tomado la decisión definitiva de no acudir a aquella bienvenida.
— Deberías intentar relajarte —Dijo Peter Mc Brigde— Si quieres dedicarte a la literatura vas a tener que vivir este tipo de experiencias sí o sí.
Kate Miller lo dejó, sin siquiera darle las gracias.
La música estaba a volumen altísimo y se oía en todas partes de la casa y después de mucho concluyó que lo mejor que podía hacer era llamarla por teléfono. No le respondió y aquello le dio mala espina, puesto que todo lo de Angie solía darle mala espina.
Se sentó en un sofá, al lado de una de esas compañeras de curso cuyo nombre no recordaba. Las veía conversar, aburridas, igual que ella, con la diferencia de que a ellas nadie las molestaba. Peter la seguía mirando mientras conversaba con un gordito que se las daba de simpático y se reían, al parecer de ella. Ellos estaban ahí a casi unos tres metros de distancia y ella temía que se le acercaran y así lo hizo el gordito.
— ¿Eres amiga de Angie Ireland?
— ¿Qué te importa a ti?
— Por eso te pregunto. Soy amigo de ella también. Voy en la academia también y somos vecinos.
— Oh, disculpa —Sonrió Kate, algo más interesada— ¿Sabes dónde la puedo encontrar? Resulta que con mi pandilla la estamos buscando.
— ¿Una pandilla literaria?
— Algo así.
— Angie Ireland escribe cosas demasiado explícitas. No sé cómo le permitieron estar ahí estudiando literatura en vez de ser actriz porno. ¿Has leído algo de ella?
— La verdad es que no.
— ¿Y ustedes se hicieron amigas hoy?
— La verdad es que ni tanto.
— Quizá deberías saber algunas cosas. ¿Sabías que a ella le gusta comerse las pollas que pertenecen a sus amigas?
— Ella no me ha contado nada de ella aún.
— Yo soy muy amigo de ella. Muy simpática esa Angie Ireland. Lo malo es que no me gustaría ayudarle a que su literatura sea de mejor calidad porque su novio se puede poner celoso. ¿Lo sabías?
A Kate Miller no le gustaba para nada como el gordito le hablaba sobre Angie Ireland. Ninguna chica podía llegar a ser tan miserable como decía el. Tal vez él intentó tener algo con ella porque se notaba demasiado que había algo de resentimiento en su voz. Pero Angie Ireland no lo iba a tomar en cuenta jamás, ni a él ni a nadie, puesto que según ella merecía mucho más que esos tipos. Pensó que tal vez esos tipos podían haberla drogado y se puso de pie, con el fin de seguir buscando a su compañera.
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Publicidad Engañosa
Teen FictionMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...