A la caza del ganador (1)

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Tras terminar la clase de habilidades literarias tipo aire, Mak Savicevic se fue casi corriendo al campo de futbol, al rincón más alejado que encontró de la academia.

Se sentó con la espalda pegada a uno de los postes de luz que le daban la espalda al camino. Sacó su teléfono y llamó a su abuela.

— Mak, hijo ¿Cómo estás?

Casi sin querer se dió cuenta como le caían lágrimas en los ojos. En realidad sabía el motivo y se acordó de aquello, tomando en cuenta que desde la mañana había estado intentando hacerse el duro.

— Te llamaba para decirte que gané mi primer torneo, abue —Respondió, con un líquido pesado en su garganta.

Se acordó de que su primo Marko había estado exageradamente amable con él ese fin de semana y que incluso en el concierto le permitió cantar canciones que no estaban en la lista.

— Se te oye la voz con mucha pena, hijo ¿Estás bien?

En ese preciso instante recordó los gemidos de Mika en aquella helada madrugada en Ringway, dónde había caminado algunas cuadras antes de enterarse con sus propios ojos de aquella dolorosa verdad.

— Sí, abue, estoy bien —Se esforzó en contestar.

— No me convence para nada, hijo ¿Seguro estás bien?

— Gané mi primer torneo, abue, pero el problema es que me siento demasiado solo aquí y por eso mi voz está así —Dijo, intentando buscar otros motivos para no referirle la traición de su primo Marko.

Sin decir nada más se echó a llorar en silencio. Sabía que estaba solo y por eso lo hacía en parte con tranquilidad, ya que no había nadie mirándolo alrededor.

— Mi niño lindo —Le dijo su abuela, con voz muy cariñosa— ¿Por qué no mandas todo al diablo y te vienes a vivir aquí? Las cosas en este país se están arreglado y puedes arreglartelas perfectamente bien con lo que ganas, más aún si te pagan en euros ¡Así te olvidas de toda esa gente! Tu prima me anduvo contando algunas cosas y bueno... Eso no quita que me alegre mucho de que hayas ganado tu primer torneo.

Mientras más le hablaban de esa gente, más solo se sentía por la vida. Una enorme angustia se había apoderado de su ser. Estaba seguro de que esa iba a ser la última noche en Manchester que vivía en su vida y así tenía que ser.

— Gané mi primer torneo casi de forma muy fácil, abue —Respondió, intentando calmarse—. Significa que en parte tengo serías posibilidades de ganar.  Lo que sí es que creo que voy a tener que dejar la banda —Admitió, consciente de que las lágrimas volvían a caer.

— Pues alejate de esa gente y haz tu vida en la academia. ¡Esa Mika es horrible! ¿Cómo no va a haber una chica allá que esté dispuesta a ser tu novia? Ganaste tu primer torneo, Mak. Más de alguna chica te debe tener en la mira.

A Mak le enternecía enormemente el modo en como su abuela intentaba subirle el ánimo y de pronto hizo enormes esfuerzos por calmarse, ya que posteriormente tenía otra clase, la de habilidades literarias tipo fuego. Era solo cosa de respirar hondo y concentrarse. No tenía que preocupar a su abuela y prácticamente eso era todo lo que tenía que hacer.

— Te llamaba para decirte que gané mi primer torneo, abue —Dijo de pronto, con voz de que tenía que colgar—. Ahora tengo clases.

— Tranquilo, hijo. ¡Todo va a estar bien! Yo siempre te lo digo, hijo...

— El camino al cielo está lleno de espinas, abue... —Completó la frase Mak.

Oír aquello en ese estado lo conmovió al máximo. Llamó a su abuela simplemente porque se sentía solo y se estaba cansando de reprimir sus verdaderas lágrimas. Solo quería estar solo un rato e intentó calmarse para así culminar aquella llamada con tranquilidad y así posteriormente echarse a llorar tranquilo aunque fuese por algunos escasos minutos con la cabeza boca abajo mirando el césped.

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