Verdades artificiales (14)

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Mak Savicevic estaba a punto de terminar de prepararse para ir a lo de Sonia cuando en eso sonó su teléfono.

Maldita sea, pensó, mientras recordaba que Jessica Córdoba le había escrito que necesitaba urgentemente hablar con él rato atrás, cuando había decidido desconectarse de la academia..

Por si fuera poco, un montón de mensajes de habían acumulado más, de Reno Cauldfield y de Kate Miller, además de cientos provenientes desde el grupo de WhatsApp.

Y en efecto era Jessica Córdoba y no tuvo más escapatoria que responderle. Se había convencido demasiado bien de que lo mejor que podía hacer era concentrarse en su futuro viaje a Sudamérica y no distraerse con otras cosas.

— ¿Sí?

— Soy Jessica —Dijo—. Hay algo muy importante que me gustaría decirte.

Miró la hora. No le había gustado cómo lo había tratado después de aquello que no tendría por qué haber sucedido y sentía que no le debía nada, por lo cual según el ya se había ganado el derecho a ser descortés.

— Ve al grano, por favor —Le dijo—. Tengo que hacer un negocio muy importante y no tengo mucho tiempo.

— ¿Entonces no vas a ir a la fiesta?

— ¿Cual fiesta?

— Fiesta en casa de Lena Smith. Es para organizar bien el asunto de los grupos para quienes no lo tienen.

Mak Savicevic había decidido concentrarse con todas sus fuerzas en su futuro viaje a Sudamérica. Ya contaba con Kate Miller para terminar de buena forma el trabajo extra y los torneos en la academia ya habían terminado.

Sentia que por el momento ya no necesitaba más de esa gente en el instante preciso que Lerna golpeaba la puerta.

— Yo ya tengo mi grupo listo. No necesito ir a esa fiesta ¡Adiós!

En eso no quiso saber más del asunto y una vez que le abrió la puerta a su vecina decidió apagar el aparato inmediatamente, considerando que sus asuntos con Reno y con Kate estaban bastante claros.

— ¿Que pasa? —Le preguntó Lerna—. Te noto un tanto irritado ¿Estas bien?

— La gente lo busca a uno solo cuando lo necesitan —Dijo— ¿Qué te trae por acá?

Lerka lo miró como bastante decepcionada al mismo tiempo que el se fijaba en aquel magnífico vestido que resaltaba todas sus curvas.

— Además de ser descortés ni siquiera estás listo, sabiendo que mi madre quiere proponerte ese negocio.

— ¡El proyecto Sudamérica! —Exclamó Mak, bastante entusiasmado— ¿Tengo que usar traje para esa cena de negocios?

— Tal vez si te vistes bien y dices todo en lo cual nos puedes ayudar, Mamá capaz que hasta logre pagarte más.

En eso Mak se fue casi corriendo a su habitación. Ahí pilló aquel traje que alguna vez había adquirido en una ganga, mientras buscaba unas zapatillas vans a cuadros, que había también decidido colocarse esa noche. Sin lugar a dudas, un buen viaje a Sudamérica iba a ser una importante experiencia en lo que iba a ser su trabajo de ahí en adelante.

— Te ves guapísimo —Dijo Lerka.

Acto seguido ella se acercó y no pudo quedar más en llamas tras oler aquel aroma que la embriagó al instante. Bien vestido, Mak no tenía nada que ver con aquel chico zarrapastroso a propósito que era siempre.

El le ofreció su brazo con un exagerado gesto y ella lo tomó, riéndose.

— Eres bastante pesado cuando te lo propones —Dijo Lerka—, pero también hay que admitir que tienes muchas cosas buenas ¡No sé cómo agradecerte lo que hoy hiciste por mí!

— ¿A qué te refieres?

— A llevarme a casa de ese profesor ¡Hablar con el fue equivalente a tomarme meses y meses de decisiones!

— Sigo sin entender.

— De vuelta del viaje a Sudamérica planeo postular a la academia de escritores ¿Qué te parece?

— Me parece que deberías pensarlo bien —Dijo Mak—. Esa academia es un nido de gente dramática y exagerada.

En eso caminaron hasta el departamento de al lado y ahí lo recibió Sonia, con una sonrisa de que estaba demasiado feliz.

— ¡Mi joven interprete! —Dijo— ¿Pensaste ya sobre mi proposición de ir a Sudamérica?

Lerka lo ayudó a quitarse la chaqueta mientras Sonia iba por un par de copas.  Mak tomó asiento en un sofá aparte, al otro lado de la mesa de centro en donde se instalaron madre e hija.

— No soy muy bueno en el suspenso —Dijo Mak, bastante entusiasmado tras recordar el consejo de su profesor Ian Cauldfield— Por supuesto que acepto el viaje a Sudamérica. Me gustaría saber cuáles son las condiciones.

Sonia sonrió de tal modo que sus ojos lograron colocarse algo acuosos. Mak lo notó en el acto.

— ¡Me alegro tanto, hijo! ¡No sabes lo mucho que me alegro! Quisiera ir a buscar un regalo que te compré.

Lerka sonrió a Mak, complicemente, y una vez que su madre desapareció quiso ir a sentarse sobre las rodillas de él, aunque fuese por solo un instante.

— Después de esta comida, lo más lógico sería que mi madre se emborrache. Una vez que ella se duerma, me gustaría ir a tu casa. Quiero que esta noche estemos solos tú y yo.

Pese a que tenía clara la respuesta, Mak no pudo evitar pasar su brazo por su cintura.

— Tengo que trabajar —Dijo—. Tengo que resolver unos asuntos pendientes para tener tiempo para el viaje.

— ¡No seas ridículo, Mak! ¡Con lo que te va a pagar mamá, ya no vas a necesitar trabajar en esa estupidez de tener que escribir artículos periodísticos por encargo!

Mak Savicevic no pudo evitar sonreír.

— Tal vez tengas razón —Exclamó, tomando en cuenta que contaba con el apoyo de Kate Miller.

Lerka le devolvió la sonrisa.

— ¿Entonces? ¿Puedo ir a dormir contigo esta noche?

— Lo voy a pensar —Dijo Mak, en el momento justo que Sonia hacia ruidos de acercarse.

En eso ella volvió con una bolsa de colores.

— Ábrelo —Le dijo—. Este regalo es solo de agradecimiento.

Acto seguido, Mak Savicevic abrió la bolsa que contenían álbumes de cromos de fútbol. La colección estaba completa y por encargo de Lerna había costado bastante dinero.

— ¡Siempre soñé con tener esta colección y jamás pensé que me lo iba a poder permitir! —Exclamó Mak— ¡Muchísimas gracias!

Mak hojeaba divertidisimo aquellas hojas mientras Sonia se preparaba para decir lo que tenía que haber dicho hasta hace bastante rato.

— Si es que logramos encontrar a mi hijo allá en Sudamérica vas a obtener regalos bastante mejores que ese, te lo aseguro. Eso no tiene nada que ver con la paga.

Cuando oyó que Sonia viajaba a Sudamérica con el fin de encontrar a su hijo perdido, Mak Savicevic no pudo evitar angustiarse tras estar consciente de su propio caso de huerfandad y no pudo evitar entristecerse, pese a que en esos mismos instantes Sonia escribía un cheque.

— ¿Te parece con esta cantidad para comenzar? El resto podré pasártelo una vez que regresemos del viaje.

Mak Savicevic no pudo evitar sorprenderse por la cantidad de dinero que le ofrecían. Aquello equivalía básicamente a un año de salario de su cada vez más aburrido trabajo.

Sin embargo el asunto del hijo perdido lo sensibilizaba bastante y aquello hacía que dicha decisión fuese algo bastante difícil de tomar.



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