Hakan Mastourí estaba pegado al televisor. Una nueva jornada de apuestas deportivas lo tenía ahí al máximo intentando concentrarse en sus próximos movimientos hasta que en eso apareció Rob Irwin.
— ¿Qué pasa gordo? —Le preguntó— ¿Te apetece una cerveza?
— Muy bien, borrachín —Contestó Hakan Mastourí, considerando que había estado largo rato esperando a que llegara—. Acepto feliz.
Había ganado una buena cantidad de dinero pero no se atrevía a decirlo, considerando que aquello le estaba significando no escribir para Mak Savicevic. Además que esperaba precisamente esa larga jornada, tomando en cuenta que había arriesgado gran parte de lo ya adquirido y el resultado de aquellos partidos de la primera división de Inglaterra eran prácticamente los dueños de su destino.
— Creo que me voy a retirar de la carrera, hermano —Dijo Rob Irwin, sin tener la pinta de borracho que tenía otras veces—. Creo que voy a dejar de beber también, pero las últimas son las últimas y son sagradas —Remató, tras darle un largo trago a la lata de cerveza.
— Se veía venir —Dijo Hakan Mastourí—. Yo he estado pensando casi en lo mismo.
— ¿Por qué lo dices, gordo?
— No me ha gustado mucho este ambiente. Me gustaba nuestro grupo y la gente que había en él, nada más. No siento que pueda aprender demasiado de personas como Samantha Rhoades, por ejemplo. No me gustó Irlanda, tampoco. Extraño demasiado la vida marginal de los barrios de Marsella. Tal vez me gustaría ir otra vez a España, quien sabe.
En eso el delantero centro del Nottingham Forest conecta un fuerte cabezazo al poste derecho, inalcanzable para el portero del Sheffield Wednesday. Aquello dejaba uno a cero las cosas para el equipo local y el rostro de Hakan Mastourí era de desesperación máxima. Si bien faltaba bastante para que se completaran los noventa minutos, la situación le daba muy mala espina. Rob Irwin, tras mirar la repetición del tanto, respondió:
— Yo quiero volver a New York. Desde que llegué aquí que no he podido volver a pintar. A este islote le falta calle. Nada contra mi hermano Mak Savicevic, pero él y Reno Cauldfield son niños buenos pese a todo. Nada de el odio del bosnio transgresor puede ser algo real.
— Yo no estaría tan seguro —Dijo Hakan Mastourí, tras recordar cierto asunto.
— ¿Por qué lo dices?
— Pues resulta que fue el ganador del torneo de habilidades literarias tipo aire, no sé si supiste...
— Me acabo de enterar —Interumpió Rob Irwin— ¿Y? ¿Qué más pasó?
— La sala completa lo aplaudió, como nunca antes. La única que no aplaudió fue Lena Smith y en eso se puso de pie Enzo Ferratti.
— ¿Quien es Enzo Ferratti? ¿Ese enfermito italiano lamebotas?
— Ese mismo. Se puso de pie y se acercó a felicitarlo.
— ¿Y qué hizo Mak? —Preguntó Rob, interesadísimo.
— Lo dejó con la mano estirada. Parece que el odio de ese sujeto es algo bastante real.
Rob Irwin hizo una sonrisa que a Hakan Mastourí le pareció casi diabólica en el momento justo en el cual el árbitro pitaba un penal a favor del Sheffield Wednesday. Trató de respirar hondo y profundo mientras su compañero se apuraba bastante en ir a buscar más cervezas.
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— Es tarde ya —Decía Kate Miller, mirando la hora—. Además de que tú estás un poco borracho. Te vienes quedando dormido hace rato.
En efecto, Mak Savicevic estaba cansadísimo. Sin embargo oír aquellas palabras lo hizo hacer un esfuerzo y estirar los brazos con el fin de espabilar.
— ¿No quieres comer algo antes de irte?
— Prefiero llegar a comer a mi casa.
— Si quieres te acompaño —Le dijo él.
— No es necesario —Dijo Kate Miller, con una sonrisa—. Pero si tu quieres...
— Si quiero —Respondió Mak, poniéndose su abrigo—. Así aprovecho de caminar un rato antes de trabajar.
En eso fue al baño y se mojó un poco la cara y un tanto el pelo. Luego se puso su abrigo que estaba en la percha.
Kate Miller lo miraba intensamente y Mak Savicevic no sabía como tenia que reaccionar en esos momentos a diferencia con Jessica Córdoba o Lerka, a quien tenía que ver más tarde supuestamente. Simplemente pensaba cancelar su encuentro con su vecina de apartamento, considerando que al día siguiente se iban a ver si o si porque pensaba en acompañarla a casa del profesor Cauldfield, quien le iba a dar recomendaciones sobre la academia.
— ¿Oí mal o pensabas en regresar a trabajar? —Preguntó Kate Miller.
— Tengo que hacerlo —Dijo Mak—. Funciono más de noche para trabajar. Considerando que no hay clases mañana, prefiero dormir de día.
– ¿A veces te vas sin dormir a clases?
— Pero llego a dormir —Dijo Mak—. Mis horarios por aquí como que se volvieron bastante extraños —Agregó, sonriendo.
— ¿Y allá en Bosnia? —Le preguntó ella— ¿Que horarios tenías?
— Es muy poco lo que recuerdo de allí —Dijo Mak—. A los tres años me fui a Montenegro.
— ¿Montenegro? ¿Allá no fueron tan graves las consecuencias de la guerra?
— Gran parte de mi familia logró mudarse a Inglaterra o Suiza, pero mi abuela prefirió no abandonar la península. Después de más de veinte años, ella decidió regresar a Bosnia.
– ¿Y en Inglaterra? ¿Cuanto tiempo viviste?
Era primera vez desde que estaba en Irlanda que le hacían preguntas tan personales a Mak Savicevic, quien respondía con soltura.
— Viví allí los últimos tres años. Desde los quince más o menos, iba y venia desde Montenegro un mes completo donde los veranos. Allí tuve una banda y todo ese rollo.
Kate Miller parecía feliz escuchándolo a ojos de Mak Savicevic, quien no recordaba haberse abierto tanto con una chica allí. En ese sentido, había descubierto que la cosa se le daba más en Irlanda que en Inglaterra, por ejemplo. Pese a que lo estaba disfrutando, al mismo tiempo no podía parar de sobre analizar los acontecimientos.
— Una vez que tú no estabas, la profesora de fuego dijo que los chicos balcánicos tenían muchas habilidades competitivas, que casi era imposible vencerles en una competencia si es que se lo tomaban en serio. Te oigo hablar y no me la creo.
En eso llegaron hasta la casa de ella, quien se uso de frente, dándole la espalda a la puerta. Casi torpemente, Mak Savicevic le dió un abrazo para despedirse. El notaba que el asunto duraba más de la cuenta pero no hizo nada por impedirlo, hasta que fue el mismo quien se apartó, producto de la inseguridad que sentía en ese momento.
— Buenas noches —Le dijo, escuetamente.
Acto seguido se dio la vuelta y caminó apresuradamente en dirección hacia su casa. Intentaba enfocarse al máximo en su trabajo y mentalizarse en ello.
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Publicidad Engañosa
Novela JuvenilMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...