Verdades artificiales (2)

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Ian Cauldfield y Rob Irwin se fumaban un cigarrillo en aquel parque que estaba ubicado a un costado de la academia. Ian intentaba ser lo más fuerte posible, mientras que Rob conservaba la cabeza gacha.

— ¿Qué es lo que ocurre, colega? —Le preguntaba el profesor—. Creo que, salvo un par de excepciones, has llegado borracho a todas mis clases.

— Si lo sé profesor, es mi culpa.

— Acá no se trata de buscar culpables. Es tu trabajo, colega, es tu futuro. El único que sale perjudicado con ese tipo de actitudes eres tú.

Pese a que ya tenía la decisión prácticamente tomada, a Rob Irwin le costaba bastante hablar de aquello, mal que mal respetaba enormemente a Ian Cauldfield, quien, según él, era el único escritor irlandés contemporáneo que valía la pena leer en esos días y le daba coraje defraudarlo.

— Sinceramente creo que este no es mi lugar, maestro —Dijo, casi tosiendo—. Es más, yo no debería estar aquí.

— ¿Por qué dices eso?

— Pues porque es la verdad pues maestro. No tengo absolutamente nada que hacer aquí. El terreno de Lena Smith o Kate Miller no tiene por qué ser mi terreno.

— ¿Por qué hablas de eso ahora? ¿Por qué ahora? ¿No se supone que te adjudicaste un torneo la semana pasada?

— Eso no significa nada, profesor —Respondió Rob—. Supiera en qué condiciones escribí ese relato.

— La borrachera efectivamente es un vehículo creativo. Debes ser fanático de Charles Bukowski, me imagino.

— Afirmativo, profesor.

— El vehículo creativo en sí, sea cual sea, está de lo más bien. El problema es llegar borracho a clases. Hay un montón de gente que se siente ofendida con eso.

— Lo entiendo perfectamente, profesor. Es por eso que le digo que este no es mi terreno. El problema no es el lugar. El problema soy yo.

— ¿Y que piensas hacer con ese problema?

— Renunciar, supongo. Está bastante difícil instruirse en esas condiciones.

En eso Rob Irwin pensó en Mak Savicevic. Se había imaginado varias veces haciéndose del Grand Slam con él.  Era algo bastante difícil de que se llevara a cabo pero al mismo tiempo era un problema.

— ¿Piensas en retirarte de la academia?

— Así es, profesor.

— ¿Y cuál va a ser tu futuro entonces?

— De ningún modo sé cual es mi futuro, profesor. Esté o no esté en la academia, el futuro es algo que para mí siempre va a ser algo borroso.

En eso Ian Cauldfield se puso de pie. Posteriormente le estrechó su mano a Rob.

— ¿Que pasa, profesor?

— Hablale a Reno apenas puedas, para que así te comuniques conmigo. No puedo perder el tiempo pero a la vez no se puede tomar en serio las palabras de un borracho.

Acto seguido, Ian Cauldfield se dio la media vuelta. Rob Irwin abrió su mochila y aún le quedaba una botella tibia, la cual abrió en el acto con el fin de pegarle un buen trago para saborear lo que le parecía una cada vez más amarga realidad.

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Javier Busquets se esforzaba enormemente en sacar cálculos mientras Caks hacía otra llamada. Era la quinta que efectuaba tras haberlo ido a buscar a la academia y mientras su colega de la policía inteligente internacional se acercaba nuevamente, pensaba en cómo decirle lo que le quería decir.

— ¿Así es que piensas en traicionar a tu propia madre? —Le preguntó.

— Pues creo que no me queda de otra. Las cosas se están poniendo bastante difíciles, y el buen rendimiento académico de mi hermano hace que las cosas aún empeoren.

— ¿Y no te conviene aceptar al winner mejor? Según lo que ocurre es lo mejor que les puede llegar a pasar. Según esa perspectiva, la fortuna de ustedes está en muy buenas manos.

— No entiendes nada, Javo Scibor. Si la policía inteligente no acepta a Mak estamos perdidos de todos modos.

— ¿Y por qué tendrían que no aceptarlo?

— Pues porque las cosas en la institución están bastante difíciles. En cualquier momento estaríamos perdiendo nuestra independencia como nación secreta si es que seguimos aceptando posturas como la de mi madre, por ejemplo. Por un momento se me ocurrió que podría ser una muy buena idea hacer que Mak fuese a Sudamérica y eliminarlo allí mismo, pero ocurre que ni siquiera viajar allí es algo seguro.

— ¿Y cuál es la solución para tí entonces?

— Hacer que detengan a mi madre, por supuesto. Así todo queda en nada y cada uno podemos seguir con estas vidas. Me imagino que estás bastante apestado por el hecho de fingir que eres un estudiante de literatura.

— La verdad es que no había pensando en eso —Respondió Javier.

La verdad es que lo he pensado bastante, recordó, tras volver a su mente aquella idea de que finalizada esa misión quería también partir a Sudamérica, con el fin de comenzar una nueva vida desde cero, tal vez allí estudiar cine y casarse y tener hijos y construir su propia historia. Sin embargo oía a Caks y a Sonia y en parte se le revolvía el estómago, considerando que cada vez lo confundían más y más con un propósito que tenía cada vez menos claro.

— ¿Entonces cuál va a ser mi participación?

— Tienes que tratar de retener a Sonia en Castlebar esta semana, por lo menos. Mi madre es fácil de retener y eso a estas alturas lo debes tener muy claro. Con respecto a Mak, ya se me ocurrirá la forma de quitarlo del medio.

— ¿Y para qué lo quieres quitar del medio?

— Pues porque a esas alturas ya no puedo correr ninguna clase de riesgo.

— Sinceramente pienso que no deberías eliminarlo. Tú no conoces al winner. Mi colega escritor es incapaz de matar una mosca.

— Nadie lo manda a ser tan brillante —Dijo Caks, con una sólida y maligna sonrisa—. Si fuese un mediocre, por lo menos no representaría ningún riesgo.

Debido a lo que entendía dentro de tanta confusión, Javier Busquets consideraba que eliminar a Mak era una pésima idea desde cualquier punto de vista que se observase el asunto.

— ¡Tengo una idea! —Exclamó Javier de pronto— ¡Yo puedo convencer a Sonia para que desaparezca! ¡De Mak me puedo encargar yo!

En eso recordó que su compañero tenía problemas con su equipo literario y aquello era algo que podía capitalizar enormemente a su favor. Prefería eso a que eliminarlo.

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