El poder del fuego (17)

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En cuanto despertó, Mak Savicevic fue a entender su teléfono que había estado apagado por un par de días y ahí estaba, recién enterándose de que era mucho más tarde de lo que creyó tras ser la hora lo primero que vió.

Pensaba dormir un poco menos y casi sin pensarlo llamó por teléfono a Jessica Córdoba, quien, según él, a esas horas debía haber creído que el no iba a acudir a la cita.

Mientras marcaba le aparecía un hola de Kate Miller que databa desde hace dos noches atrás y sintió un poco de lástima al estar consciente de que no le había respondido. De todos modos lo angustiaba aun más el hecho de que tampoco sabía muy bien que responderle

— Hola guapo —Le dijo ella en cuanto contestó— ¿Llegaste ya?

— Casi —Dijo—. La verdad es que no —Se arrepintió de mentir—. Para eso te llamaba.

Hubo un silencio que lo puso algo nervioso.

— ¿Me llamabas para cancelarme? —Preguntó ella, con una voz que a él le pareció bastante coqueta.

— No, nada de eso —Dijo Mak, aún turbado por lo que estaba ocurriendo— ¿Dónde estás tú?

— Voy ya llegando a esa esquina que me mencionaste —Dijo ella—. Me puse ropa deportiva para poder pedalear  mejor ¡Te advierto que el camino de vuelta es muy pero muy pesado!

— ¿Podrías esperarme 15 minutos? —Preguntó Mak, convencido de que su compañera exageraba.

— Por supuesto. Dicen que para lo bueno siempre hay que esperar.

Tras practicar una sonrisa ganadora frente al espejo, Mak Savicevic se incorporó inmediatamente y se metió a la ducha, pensando en todo lo que tal vez estaba en juego. En eso se acordó de Javier Busquets y volvió como a decaer, creyendo que tal vez se estaba equivocando y en eso decidió salirse de ahí rápidamente.

Estaba vistiéndose y sonó su teléfono y vió que era Rob Irwin. Casi no le respondió.

— Bosnio transgresor, hermano mío —Oyó una voz de borracho—. Te quiero, hermano ¿Cómo estás?

Aquella voz de borracho lo tranquilizó bastante.

— Recién despertando —Dijo, mientras se calzaba sus zapatillas— ¿Qué sucede?

— Quería saber cómo estabas, hermano mío.  Quería saber cómo estás de ánimos.

En eso salió del departamento y salió haciendo el menor ruido posible tras cerrar la puerta.

— Bien, creo —Respondió, mientras bajaba a pie las escaleras rumbo al estacionamiento de bicicletas— ¿A qué se debe este llamado?

— Solo quería saludarte, hermano mío.

Desde allí oyó las risas de Hakan Mastouri mientras pedaleaba usando el manos libres, quien le gritaba insultos en francés.

— Estamos con el gordo —Dijo Rob—. Quisiéramos saber si te gustaría abolir está melancólica y solitaria tarde de un domingo como este estando lejos de casa en compañía de nosotros y algunas cervezas.

— No puedo —Dijo Mak.

— ¿Por qué? ¿Tienes mucho que hacer?

En eso vio a Jessica Córdoba, quien ahí lo esperaba. Le dió algo raro al verla así, vestida tan deportivamente, con un pantalón de buzo que le marcaba absolutamente toda su figura. No daba crédito a su suerte y en eso, así sin más, decidió apagar su teléfono antes de que ella se diera cuenta de que el ya estaba ahí.

De pronto recordó que había olvidado llevar el vino y aquello lo hizo enojarse bastante consigo mismo.

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