El poder del agua (1)

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Preparandose mentalmente para ir a hacer clases a los alumnos de primer año de la academia echado hasta atrás en su silla de escritorio, Martín West estaba ansioso por ir a ser juez de su torneo favorito, dónde el premio iba para quien se sintiera efectivamente más vulnerable a través de las palabras.

En el fondo, era tal vez el torneo individual más preponderantes en términos de talento puro, ya que ahí no contaba tanto ni la expertíz ni los conocimientos adquiridos. En términos futbolísticos podría llegar a ser así como el dominio del balón. No contaba ni la resistencia ni la fuerza ni la velocidad ni la experiencia ni los conocimientos adquiridos tras años de experiencia competitiva, ya que el torneo individual de habilidades literarias tipo agua primer año no era más que un premio al talento puro.

En eso golpean la puerta y ahí divisó a Samantha Rhoades, quien cerró inmediatamente la puerta con pestillo.

— ¿Alcanzamos? —Le preguntó en cuanto lo vió, juntando aquellas piernas.

A Martín West solo le bastaba mirarla para que acudieran inmediatamente sus deseos de partirla en dos.

— ¿Alcanzas, querrás decir? —Preguntó él, poniéndose definitivamente de pie.

— Solo sé que me muero de ganas de echarme a la boca esa enorme picha negra que tienes.

Acto seguido Samantha Rhoades lo besó en la boca y tras breves segundos se inclino. Luego le desabrochó el cinturón y ahí vio aquella cosa bastante contundente, sin llegar a su máximo aún. A ella le encantaba hacer ese trabajo, con su lengua y con su boca completa y con sus manos, mientras Martín West le recogía el pelo.

— Tenemos reunión los cuatro —Dijo Samantha Rhoades, mientras se quitaba un fluido que le había quedado colgando en su boca—. Maga Pizarnik decidió pasarnos su hora para hablar de los últimos torneos individuales.

— Y yo soy el encargado del primero de ellos, del torneo de habilidades literarias tipo agua —Dijo West— Por favor sigue —Sugirió, enterrando suavemente su verga casi lista en la boca de Samantha— Todo lo que estás haciendo por mí en estos momentos me inspiran a hacer mucho mejor mi trabajo.

Samantha Rhoades tomó aquella verga y se echó la mitad a la boca. Aquellas rápidas succiones volvían loco a Martin, para quien toda esa situación la disfrutaba simplemente por el hecho de que cualquier cosa que le causase placer iba a ser siempre producto de una revancha o reivindicación con respecto a todo lo que el mundo le debía según él, como por ejemplo que en ese momento estuviese recibiendo una mamada de nada más y nada menos que la mismísima Samantha Rhoades.

— Y por supuesto que a mí también —Dijo ella, mirándolo hacía las alturas mientras empleaba con impetú su mano—. Necesito desestresarme. Ser la encargada del torneo tipo tierra y a la vez la directora de la academia es algo que me estresa bastante.

— ¿Quieres que te desestrese? —Le preguntó él, estirando las manos lo suficiente como para alcanzar sus senos.

— ¡Te lo ruego! —Exclamó ella, procediendo a hacer lo suyo con mucha más intensidad.

Pese a que West la invitaba a acomodarse para ser penetrada, Samantha Rhoades dió un buen par de succiones más antes de acceder. La hizo apoyar sus codos en el escritorio y acto seguido puso aquella silla para que ella acomodara sus rodillas. Decidió subirle la falda y echar sus bragas a un lado.

— Hazlo lo antes posible —Le dijo ella

Antes de darle, Martin West ansiaba meter su lengua ahí. Para él una de las versiones del cielo consistía en la panorámica de la vagina de Samantha Rhoades desde esa perspectiva. Comenzó a chupar y a lamer, pausadamente, hasta que la respiración de su colega lo hizo ir inmediatamente por más.

— Métemela —Le dijo Samantha— ¡Recuerda que no tenemos mucho tiempo!

— ¿Estás segura?

— Segurísima, West ¡Recuerda que el tiempo se hace muy breve!

Sin desear en ningún momento hacerse de rogar, Martín West obedeció. Apuntó apreciativamente tras frotar su glande por toda la extensión de aquellos labios que en ese instante casi vió burgujear, por lo que optó por escupirse la mano. No tardó en descubrir que no había sido tan necesario, puesto que tanto ella cómo el eran bastante sensibles al sexo oral y por eso hacían lo que hacían con cada cierta frecuencia.

Sin más preámbulos la montó. Le encantaba el sonido que emanaba de la voz de Samantha cuando se la enterraba por primera vez, casi siempre hasta el fondo instantáneamente. Comenzaba a moverse suavemente afirmandose de las caderas de Samantha, cuyos movimientos indicaban que pedían mas rudeza a la hora de los movimientos y eso era lo que paulatinamente iba haciendo Martín West, quien le daba con una rudeza que según él era un talento natural, puesto que su genuino deseo en ese momento era partirla en dos.

— ¡Sigue! ¡Sigue! —Gemía Samantha, sintiendo como sus bragas estaban cada vez más empapadas.

En eso West la saca y toma de la cintura a Samantha, a quien sentó en el escritorio y sacó sus abultados senos al aire. Chupó y lamió lo que más pudo mientras que con la yema de sus dedos comenzó a estimular el clítoris.

— ¡West! —Exclamó Samantha.

— Voy —Dijo West.

Acto seguido apuntó nuevamente y comenzó a darle de frente, mientras sus manos jugaban con sus senos. Samantha se sostenía firmemente de los hombros de West, quien al ir penetrandola hacia arriba en lugar de hacia abajo hizo que se activara cierto mecanismo y aquel cosquilleo invadió inmediatamente todo su cuerpo. West tuvo que taparle la boca para que no gimiera de forma tan estruendosa.

— Quiero ver toda esa esperma en mi cara —Le dijo Samantha tras sacar aquella verga de su vagina— ¡Por favor hazlo!

— Prefiero que lo hagas tú —Le respondió él, poniendo su verga en sus manos.

Samantha Rhoades volvió a arrodillarse y se echó inmediatamente a la boca aquella verga semi erecta. Le encantaba sentirla endurecerse en su interior, y cuando sintió que estaba siendo demasiado ancha como para sostener aquél impetú con la mandíbula comenzó a jalarlo velozmente, lamiendo el glande a la vez a intervalos cada vez más prolongados y en eso West logró estallar, haciendo un esfuerzo que según él valió la pena.

— Permiso —Le dijo ella, yendo inmediatamente a encerrarse al baño privado de aquella oficina.

— Adelante —Dijo West, acomodándose los pantalones.

Miró la hora. Le quedaban diez minutos justos como para ir por un buen expresso mokaccino a la cafetería de la academia antes de aquella pauta.

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