Verdades artificiales (7)

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Ya habían acordado una buena cantidad de artículos periodísticos escritos por encargo y Mak Savicevic estaba de lo más feliz, puesto que aquello le significaba lisa y llanamentente conservar su estatus de funcionario digital top en la agencia donde trabajaba.

— Esto me huele a estafa piramidal —Dijo Kate Miller, riéndose, tras oír los motivos por los cuales a Mak Savicevic le convenía contar con alguien más—. Estaba revisando lo de tu agencia digital y al parecer cualquiera puede trabajar ahí.

— Puedes hacerlo por tu cuenta y partir desde cero —Dijo Mak—. El tema es que ahí ganarías mucho menos y tienen que pasar años para que ganes lo mismo que cobro yo.

— Lo entiendo y te agradezco, solo estaba bromeando –Dijo Kate Miller— Y a propósito... ¿Hace cuánto tiempo haces esto?

— Hace unos cuatro o cinco años, más o menos. En un principio lo hice solo porque quería mejorar mi inglés. Veía imposible ganar la cantidad que ahora gano pero el tiempo fue pasando y pues bueno, aquí estoy.

— ¿Y te alcanza para vivir bien o para pagar esto? ¿O lo complementas con lo que te envían tus padres?

— Tengo que trabajar mucho para poder mantener el costo de la vida pero sí, si me alcanza. Ahora, si viviera en los balcanes, con este mismo salario tal vez sería casi millonario, pero lamentablemente estoy en uno de los lugares más caros del mundo en lugar de allá.

— La verdad es que yo no entiendo mucho con respecto a eso —Dijo Kate Miller—. Toda mi vida he vivido aquí.

— ¿Y qué tal la vida aquí? ¿Qué te parece?

— La verdad es que es tranquilo aquí, en comparación a lo que veo en los noticieros sobre lugares como el tuyo por ejemplo ¿A tí? ¿Te afectó mucho vivir en la guerra?

— Existencialmente creo que si. Artísticamente, considero que no hubiese podido escribir las cosas que he escrito si es que me hubiese tocado vivir en otra parte.

— Así veo —Respondió Kate Miller—. Es una lástima que hayas tenido que vivir todo lo que tuviste que vivir como para transformarte en el gran escritor que eres.

Bebían lentamente el vino. Mak Savicevic había llevado ceniceros, agradeciendo que su compañera no haya insistido tanto hablándole de los padres. No daba crédito a lo que ocurría. Jessica Córdoba, Lerna y Kate Miller, en ese orden y en su propia casa. Lentamente se iba adaptando a esa costosa independencia, que claramente valía la pena. El tiempo iba pasando y poco a poco Mika se iba transformando en un recuerdo lejano y aquello lo agradecía enormemente también, puesto que hace no mucho tiempo consideraba que iba a ser imposible vivir así.

— ¿Y tienes novia en alguna parte del mundo? —Preguntó Kate Miller.

— La verdad es que no, por esta vez no.

— ¿Por que dices por esta vez no?

— Alguna vez tuve un romance virtual con una chica argentina —Dijo Mak, consciente de que era primera vez que hablaba de esas cosas con otra persona.

— ¿Argentina? ¿Y por qué? ¿Cual es ese contexto?

— Quería practicar mejor mi español —Sonrió Mak—. El tema es que el asunto se me escapó de las manos.

— ¿Cómo así?

— El asunto se puso serio y la chica esta quería viajar hasta Inglaterra. Estaba listo para recibirla pero pasó algo.

— ¿Que fue lo que pasó?

— Conocí una chica, en unas circunstancias más o menos lamentables.  En menos de una semana estaba de novio con ella.

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