Verdades artificiales (16)

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— Entonces si mañana vas a saber desde cuándo estás disponible, lo mejor es programar el viaje en función a eso —Dijo Sonia.

— Es que tal vez no debería ser así —Respondió Mak Savicevic, tras terminar  con su taza de café—. Quizá deberían buscar otro intérprete. Bajo esa lógica considero injusto que tengan que esperarme.

— Prefiero esperarte, de todos modos -—Sonrió Sonia—. Para un asunto tan delicado como este la confianza es primordial y bueno, pues tu eres muy de confianza.

Pese a que todo iba bien y que no había nada extraño en lo que se decía y en lo que se había negociado, Mak Savicevic no podía dejar de estar sorprendido. Un viaje a Sudamérica era su sueño máximo desde que había aprendido a español y consideraba que era increíble que las cosas se dieran de aquella manera, donde incluso le iban a pagar para que viajara.

— ¿Entonces?

— Entonces como mañana vas a saber cuántos días vas a estar sin academia, mañana vemos lo del itinerario ¿Qué te parece?

— Me parece excelente —Dijo Mak, dejando escapar un pequeño bostezo—. Ahora me gustaría ir a descansar para mañana porque me tengo que levantar muy temprano.

— Yo también me quiero ir a descansar —Dijo Sonia—. Buenas noches, Mak.

Casi de la nada y sin previo aviso Sonia abandonó la sala con el fin de dirigirse a su habitación. Mak Savicevic, por más que lo intentaba, no podía salir ni de su emoción ni de lo sorpresivo que le parecia todo aquello.

En eso Lerna regresaba del baño.

— ¿Mamá ya se fue a dormir? —Preguntó ella.

— Así veo —Respondió Mak—. Creo que es hora de que yo haga lo mismo.

— ¿Y no puedo ir a acompañarte un ratito?

— Lo más probable es que me duerma enseguida.

— No creo que sea así. Tú siempre te quedas trabajando.

— En serio estoy muy cansado. Quiero dormir.

— ¿Y puedo ir a dormir un ratito contigo?

Mak Savicevic respiró profundo.

— Está bien —Respondió.

Lerka sonrió y pegó un salto así como de alegría.

— Esperame aquí entonces. Iré a buscar algunas cosas.

Simplemente Mak no podía resistirse a los encantos de Lerka, y a la vez le parecía imposible que un hombre pudiera llegar a lograrlo con éxito. Sus largas pestañas y sus grandes ojos simplemente lo cautivaban. El tema es que antes de dormir iba a tener que llamar a Kate Miller, con el fin de saber si había logrado escribir o no el par de artículos por encargo que le había asignado para que terminara con ello antes de medianoche. Había preferido dejar el teléfono en casa, puesto que durante el último tiempo le habían llegado demasiados mensajes.

— Vamos –Dijo Lerka, tomando su cartera—. Si te quieres dormir de inmediato, lo mejor que puedo hacer es colocarme el pijama inmediatamente ¿No?

Tras oír aquello Mak se sonrojó bastante.

En cosa de muy pocos segundos estaban ya en el departamento de Mak, quien lo primero que hizo fue tomar el teléfono y tal como se lo temía, habían mensajes de Reno Cauldfield, Jessica Córdoba y Kate Miller. Por asuntos de trabajo fue a la única a quien decidió responderle el llamado.

— ¡Mak! —Exclamó ella— ¡Por fin llamas! ¿Te había pasado algo?

— Me pasó algo bueno, por eso no te preocupes —Respondió Mak— ¿Cómo te fue?

— Aún no lo sé —Dijo Kate Miller—. Te envié los artículos hace un montón de rato ¿Los puedes revisar por si es que hay que cambiar algo?

— Los reviso al instante —Dijo Mak—. Te llamo enseguida de vuelta.

Mak Savicevic fue hasta el dormitorio con el fin de buscar su otro teléfono. Desde ahí abrió su correo y extrajo aquel par de archivos, tras echarse en la cama. En eso Lerka salía del baño e irrumpía en la habitación.

Mak Savicevic no daba crédito a lo que veía; Lerka en lencería negra y encima una blusa de dormir casi trasparente. Aquella tela lo invitaba a tocarla e intentaba concentrarse.

— ¿Te gusta cómo me veo? —Le preguntó Lerka, con una voz bastante sexy.

— Mucho —Respondio Mak, sin poder quitar sus ojos de la parte de adelante—. Creo que hasta se me quitaron las ganas de dormir.

Lerka, sonriéndo y aún de pie, se dio una media vuelta. Mak Savicevic no daba crédito a lo que ocurría.

— ¿Fumamos algo antes de meternos a la cama? ¿O prefieres fumar después de hacerlo?

— ¿Hacer qué? —Preguntó Mak, haciéndose el inocente.

Lerka se echó en la cama al lado de él, tras darle un ligero beso en la boca. Mak alcanzó a tocar algo de su cintura antes de incorporarse bruscamente.

— Tengo que revisar algo del trabajo primero —Dijo—. Vengo luego.

— Podemos fumar antes y después —Dijo Lerka—. Yo lo preparo por mientras.

Mak Savicevic se fue inmediatamente hacia la sala. Ahí leyó el par de artículos, aplicando sus técnicas de lectura veloz.

Intentó concentrarse y llamó inmediatamente a Kate Miller.

— ¿Sí?

— Está perfecto —Dijo Mak—. Los voy a enviar ahora.

— ¿Tan rápido los leíste?

— Pues sí. Estoy demasiado acostumbrado a este trabajo, que es demasiado mecanizado.

— Yo creo que ni los leíste. Dime la verdad, por favor ¿Estas seguro de que está todo bien?

— Sí, mujer, está todo bien. Queria darte las gracias.

— ¿Por qué?

— Por tu eficacia y por tu compromiso. Había intentado antes asociarme con alguien pero no funcionó. En serio que muchas gracias.

Hubo un ligero silencio.

— ¿Vas a ir a la fiesta? —Preguntó Kate Miller.

— La verdad es que no —Dijo Mak—. Acabo de llegar a casa y estoy muy agotado.

— Muy bien –Dijo Kate Miller—. Nos vemos mañana entonces. Avisame cualquier cosa.

Mak Savicevic colgó y envió el correo inmediatamente. Luego avisó en el grupo de la agencia, quienes acusaron recibo en el acto.

Volvió a su habitación y ahí estaba Lerka, echándose crema en las piernas.

— ¿Me ayudas por favor?

— Por supuesto que sí —Respondió Mak.

Lerka encendió aquellas hojas verdes que acababa de enrolar y le extendió aquello inmediatamente a Mak, quien aspiró aquel humo apreciativamente. Luego se lo devolvió a Lerka.

— No quiero más.

— ¿Y qué es lo que quieres entonces?

— Dijiste que estabas cansado, así es que me gustaría que apagaras la luz.

Mak Savicevic obececió en el acto.

— Abre las cortinas —Dijo ella—. No me gusta que esté oscuro del todo.

Mak Savicevic volvió a obedecer y pudo ver el rostro de Lerka, quien se acercó inmediatamente a montarse encima de él, cuyos brazos y cuya pelvis no se hicieron de rogar.

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