El poder de la edicion (5)

0 0 0
                                    

Estaban en la taberna Jack Adams, Danny van Bossen y Enzo Ferratti.

— Hay que sumar puntos en fuego —Decia Jack Adams—. El ranking se está expandiendo y nosotros aún estamos aquí, demasiado estancados en esta competencia.

— Yo no tengo ningún punto —Dijo Danny Van Bossen.

— Pues yo tampoco —Dijo Enzo Ferratti.

Bebían a sorbos lentos, casi sin hablarse. A Jack Adams le estresaba que a ellos no les estresara tanto el asunto.

— Pensé que las chicas iban a estar más distendidas por aquí —Dijo Van Bossen.

— Esa Kate Miller —Dijo Enzo Ferratti—. Creí que iba a ser más fácil.

— Yo también creí que iba a ser más fácil —Se lamento Van Bossen.

— Yo invité a Kate Miller y a Tom Mc Carty pero no quisieron venir —Sentenció Jack Adams.

La charla era evidentemente forzada y casi ni se hablaban, prácticamente rellenando el tiempo mirando sus vasos y cualquier otro punto visual que no fuesen precisamente sus respectivas caras. Tanto Danny como Enzo habían aceptado aquella invitación solo porque pensaban que iba a ir Kate.

— ¿Y Angie Ireland? —Preguntó Danny.

— La verdad es que no sé. Creo que se fue con Ray Pérez.

— Creí que este grupo iba a ser algo más unido.

— Una lastima.

— ¿Dónde se podrán conocer mujeres aquí?

— Castlebar es prácticamente un pueblucho aquí dentro de Europa.

En ese instante Jack Adams recordó a su novia y se deprimió un poco. Posteriormente ver los rostros de sus compañeros lo hizo deprimirse mucho más.

— ¿Dónde vas? —Le preguntó Enzo.

— Voy a pagar esto. Me voy a casa.

— ¿Por qué?

— Aún es temprano.

— Iré a estudiar historia universal. Necesito ganar puntos.

Jack Adams se subió el cuello de su gabardina y salió rumbo a la calle con el fin de hacer parar un taxi. Simplemente quería estar en casa y taparse hasta las sábanas y no saber nada más de la vida por aquel día.

_____________________________

Pensando en que tal vez era una idea arriesgada a esas horas pese a que aún no era demasiado tarde, Lena Smith tomó su bicicleta y pedaleó con ligera rapidez hasta la casa de Reno Cauldfield, cuya dirección había logrado averiguar con la mismísima profesora Samanta Rhoades.

Más que ir a ver a su compañero buscaba poder encontrarse con su profesor. Más que estar a la caza de ventajas para la competencia, su objetivo era encontrar un medio para conseguir otra cosa, algo que tal vez iba a tener muchísimo más valor con el paso del tiempo.

Tocó el timbre y gigante fue su sorpresa cuando fue el mismísimo profesor quien le fue a abrir la puerta.

— ¡Señorita Smith! —Exclamó él, de buzo y zapatillas— ¿Que hace usted aquí a estas horas?

Publicidad EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora