— ¡Que vergüenza! —Exclamó Jack Adams, masticando un hot dog en el mismo lugar de siempre— ¿Por qué hiciste esto?
— Porque te ofreciese a ir a dejar a Lena Smith —Respondió Enzo Ferratti, limpiándose la boca repleta de mostaza con una servilleta—. Plata es plata, compadre. Por lo menos sacaste la bencina.
— No lo hagas más, por favor ¡Que vergüenza! Hasta Lena Smith me quería pagar.
Ambos rieron a carcajadas. Jack Adams no podía enojarse en serio, ni con Enzo Ferratti ni con nadie. Mucho menos era capaz de dramatizar con una acción que no había tenido malas intenciones.
— Se nos hace tarde —Dijo Jack Adams—. Hay que moverse.
— ¿Tienes que hacer?
— No. O sea sí, trabajar un rato. Me he programado muy mal por culpa del Grand Slam.
Enzo Ferratti puso cara de idea y Jack Adams lo percibió al instante.
— Tengo una idea —Dijo Enzo.
— Si se trata de ganar dinero a costa de las desgracias ajenas olvídalo.
— No es eso, es para el Grand Slam. Yo hago las piezas gráficas y la portada.
– ¿Ya?
— Tú trabajas no más, en el taxi.
— Es que me parece muy injusto.
— Tú solo tienes que trabajar. Yo iré en el asiento del copiloto haciendo las piezas gráficas y vas opinando. Al fin y al cabo estaríamos trabajando en equipo. Y así tú no pierdes dinero.
— Prefiero que no.
— Ah —Dijo Enzo Ferratti—. Intentemoslo. Quizá si andamos por las calles se nos ocurre algo mejor.
— En verdad no perdemos nada ¡Vamos!
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Pasado el mediodía, Kate Miller recién se despertó y aún seguía con sueño. Encendió la televisión y descubrió que los programas matinales habían terminado. Tenía mucha hambre y tras colocarse un pantalón de buzo bajó a la cocina. Su madre había cocinado pastel de papas y no se había dado ni cuenta por culpa del Grand Slam.
Le puso play al microondas y subió hasta su habitación a buscar la laptop. Lo encendió y se sentó en la cocina americana a trabajar con la campaña mientras se quemaba la lengua con la comida por culpa de haberla dejado más rato de lo habitual.
Siempre le ocurría lo mismo.
Comenzó a redactar y lo hizo harto rato, con una inspiración que jamás habría esperado. Avanzaba páginas y páginas, y de vez en cuando leía la pauta del informe, con el fin de no sentirse tan dispersa. De repente tomaba la cuchara y le daba la comida, cada vez más fría. En eso suena su celular y corrió al segundo piso. Podría ser Tom Mc Carty.
No era Tom Mc Carty. Era Danny Van Bossen.
— Aló. Danny.
— Hola Kate.
— Hola ¿Que onda?
— Nada. Llamaba para saludarte ¿Cómo estás?
— Aquí, más o menos. Un poco cansada ¿Y tú?
— Acá en la academia. Quedamos de juntarnos a mediodía con Lee Sung Wong. Hans Wörns y Angie Ireland no han aparecido.
— ¿Y Lee Sung Wong todavía no llega? Que lata.
— Así es. No hemos avanzado nada.
— Que mal, Danny. Demás que hubieses entrado a nuestro equipo pero Enzo Ferratti se avivó antes. Ayer hablamos con el equipo y no queremos a nadie más.
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Publicidad Engañosa
Novela JuvenilMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...