Productividad excesiva (11)

2 1 0
                                    

— ¡Que vergüenza! —Exclamó Jack Adams, masticando un hot dog en el mismo lugar de siempre— ¿Por qué hiciste esto?

— Porque te ofreciese a ir a dejar a Lena Smith —Respondió Enzo Ferratti, limpiándose la boca repleta de mostaza con una servilleta—. Plata es plata, compadre. Por lo menos sacaste la bencina.

— No lo hagas más, por favor ¡Que vergüenza! Hasta Lena Smith me quería pagar.

Ambos rieron a carcajadas. Jack Adams no podía enojarse en serio, ni con Enzo Ferratti ni con nadie. Mucho menos era capaz de dramatizar con una acción que no había tenido malas intenciones.

— Se nos hace tarde —Dijo Jack Adams—. Hay que moverse.

— ¿Tienes que hacer?

— No. O sea sí, trabajar un rato. Me he programado muy mal por culpa del Grand Slam.

Enzo Ferratti puso cara de idea y Jack Adams lo percibió al instante.

— Tengo una idea —Dijo Enzo.

— Si se trata de ganar dinero a costa de las desgracias ajenas olvídalo.

— No es eso, es para el Grand Slam. Yo hago las piezas gráficas y la portada.

– ¿Ya?

— Tú trabajas no más, en el taxi.

— Es que me parece muy injusto.

— Tú solo tienes que trabajar. Yo iré en el asiento del copiloto haciendo las piezas gráficas y vas opinando. Al fin y al cabo estaríamos trabajando en equipo. Y así tú no pierdes dinero.

— Prefiero que no.

— Ah —Dijo Enzo Ferratti—. Intentemoslo. Quizá si andamos por las calles se nos ocurre algo mejor.

— En verdad no perdemos nada ¡Vamos!

_______________________________

Pasado el mediodía, Kate Miller recién se despertó y aún seguía con sueño. Encendió la televisión y descubrió que los programas matinales habían terminado. Tenía mucha hambre y tras colocarse un pantalón de buzo bajó a la cocina. Su madre había cocinado pastel de papas y no se había dado ni cuenta por culpa del Grand Slam.

Le puso play al microondas y subió hasta su habitación a buscar la laptop. Lo encendió y se sentó en la cocina americana a trabajar con la campaña mientras se quemaba la lengua con la comida por culpa de haberla dejado más rato de lo habitual.

Siempre le ocurría lo mismo.

Comenzó a redactar y lo hizo harto rato, con una inspiración que jamás habría esperado. Avanzaba páginas y páginas, y de vez en cuando leía la pauta del informe, con el fin de no sentirse tan dispersa. De repente tomaba la cuchara y le daba la comida, cada vez más fría. En eso suena su celular y corrió al segundo piso. Podría ser Tom Mc Carty.

No era Tom Mc Carty. Era Danny Van Bossen.

— Aló. Danny.

— Hola Kate.

— Hola ¿Que onda?

— Nada. Llamaba para saludarte ¿Cómo estás?

— Aquí, más o menos. Un poco cansada ¿Y tú?

— Acá en la academia. Quedamos de juntarnos a mediodía con Lee Sung Wong.  Hans Wörns y Angie Ireland no han aparecido.

— ¿Y Lee Sung Wong todavía no llega? Que lata.

— Así es. No hemos avanzado nada.

— Que mal, Danny. Demás que hubieses entrado a nuestro equipo pero Enzo Ferratti se avivó antes. Ayer hablamos con el equipo y no queremos a nadie más.

Publicidad EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora