Citas y competencia (13)

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Estaban en el club de tenis de Castlebar a esas horas después de haber almorzado cada uno en sus respectivas casas. Jack Adams había ganado seis a tres el primer set y durante el segundo llegó a estar cinco a dos arriba, tras haber sorprendido bastante a su contrincante haciendo uso de su derecha. Enzo Ferratti había logrado quebrar un par de veces el saque tras por fin haber podido adaptarse a la superficie de pasto dónde la pelota viajaba mucho más rápido y había logrado igualar el segundo.

Jack Adams daba evidentes muestras de cansancio mental tras aquella remontada ajena y daba la impresión de que su compañero iba absorbiendo cada vez más sus propias energías.

— Me rindo —Dijo Jack Adams.

— Si quieres podemos descansar un rato, gran abuelo —Dijo Enzo.

Juntos caminaron hasta la máquina dispensadora de bebidas y ahí estaban, uno con la camiseta de fútbol de la selección nacional de Inglaterra y otro con la camiseta de fútbol de la selección nacional de Italia.

Estaban sentados en una banca, con sus botellas de isotónicas apoyadas en el piso.

— ¿Qué equipo te gusta allá en Italia? —Preguntó Jack Adams.

— Soy del Milan, hermanito.

— ¿Y fuiste al estadio alguna vez?

— Yo soy del sur de Italia, hermanito. Desde allí es más difícil acceder. Una vez fuí a un Nápoles vs Milán y estuvo increíble ¿A tí cuál club te gusta, gran abuelo?

— Soy del Chelsea hasta la médula, compadre. Recuerdo que en mi adolescencia habían muchos futbolistas italianos ahí; Gudiccini, Zola, Casiraghi, Gianluca Vialli...

— Nos encanta el fútbol y estamos jugando tenis ¿Quien lo entiende?

— Esa es la idea compadre. Nuestros libros hablan sobre la competencia y está bien que introduzcamos a nuestros personajes en un esquema de interacción competitiva. Creo que hay que terminar con la partida porque después tenemos que ir a escribir ¡Vamos!

Sacaba Jack Adams y tras un muy corto trámite Enzo Ferratti le quebró el servicio. Luego de aquello sintió que tenía absolutamente todo bajo control.

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Esperaba que Lee Sung Wong le ofreciera una actividad diferente pero ahí estaban, trabajando en línea. Para María José era mucho más difícil estar ahí considerando que con su ex novio habían llegado a un acuerdo; Seguían viviendo juntos pero cada uno por su lado lo cual, en resumidas cuentas, para ella era la misma estupidez. Aquella medida no tenía sentido, puesto que el estilo de vida era casi exactamente el mismo desde que había llegado a Castlebar desde Ciudad de México.

— ¿Hasta qué hora chateas con ese oriental? —Le preguntó su novio Irlandés.

Pese a que le costaba bastante confrontarlo producto de su carácter, María José optó por intentar responder, recordando los viejos consejos de Tom Mc Carty, quien alguna vez le dijo más o menos lo que tenía que hacer en esos casos.

— No es una charla amistosa —Dijo, con la voz más seria que pudo—. Estamos trabajando y no todo gira en torno a una infidelidad.

— ¡Mientes! —Exclamó el novio— No veo que estén trabajando. Acabo de revisar el chat y es evidente que se están haciendo preguntas demasiado personales para conocerse ¿Que le encuentras a ese maldito oriental? ¿Qué tiene él que no pueda tener yo?

María José se agarró la cabeza con ambas manos, puesto que en parte estaba demasiado cansada de tener que dar explicaciones todo el tiempo y, lo peor que le ocurría, era esa sensación de que tal vez no lo estaba pasando tan bien como ella lo merecía.

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