El poder del fuego (18)

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Ya más relajada producto del cannabis y una buena cuota de vino, Jessica Córdoba estaba ya más que relajada. En un principio hacía todo aquello porque se había propuesto superar lo de Javier Busquets, pero estaba ahí, realmente divertida con Mak Savicevic, quien le hablaba de sus trabajos.

— Por lo que veo eres demasiado modesto en consideración a todo lo que has logrado —Le dijo ella bastante sorprendida— ¡No entiendo cómo ese Enzo Ferratti te puede decir que eres arrogante!

— Es que en clases es otra cosa —Respondió el, encendiendo un cigarro—. Trato de separar un poco las cosas. Quizá en la competencia en sí lo soy de veras.

— Tendrías como de todos modos —Le respondió sonriendo.

De pronto lo miró bien y le pareció mucho más sexy que en clases, ahí, echado en la hierba mientras miraban el mar desde las alturas. Hacía frío pero se notaba que él hacía esfuerzos para disimularlo.

— ¿Y que onda tú con Kate Miller?

— ¿Qué onda de qué?

— Los ví muy afiatados esa vez. En un principio creía que eran algo y después me di cuenta que no.

Más sexy lo consideró aún tras recordar una vez más lo interesante que debería ser Mak Savicevic como para que esa tal amiga de Javier Busquets llegara a fijarse en él.

— ¿Y tú con Javier? —Le preguntó Mak.

— Somos amigos, simplemente muy buenos amigos. Simplemente amo chupársela, pero tambien me gustaría probar con otros amigos, no sé si me entiendes.

— Creo que te entiendo —Respondió él, mientras ella a propósito se levantaba lo suficiente como para que su compañero pudiese mirar su abdomen.

Tras oír aquello, Jessica Córdoba se quedó mirandolo por breves segundos. Ya lo notaba un poco más desenvuelto y eso la hacía entregarse aún más.

— De todos modos me gustaría tener un novio —Le dijo ella—. El de Cali lo perdí por la distancia. ¿Qué me dirías si te digo que él tampoco se quiso venir conmigo?

— Yo entiendo que uno no puede hacer absolutamente nada por querer cambiar al otro —Dijo él—. El problema es que esas personas se supone que llegaron aceptando lo que ya era uno, vale decir, nuestros sueños. Quizá no éramos personas tan importantes en la vida de ellos, nada más.

Encontró simplemente precioso oír aquello mientras Mak Savicevic daba un buen trago a la botella.

— Tal vez hizo falta otro —Dijo Mak de pronto.

Oír aquello la estimuló aún más.

— No me lo bebería aquí —Dijo ella.

— ¿Quieres decir que lo beberias en otra parte?

— Por supuesto que sí, siempre y cuando sea en un lugar donde podamos estar solos.

Mak la miró fijo casi sin hacer ninguna expresión y ella supo al instante que aquella mirada comunicaba algo más que el simple hecho de apreciar la vista al mar desde las alturas sentados en la hierba.

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Tras realizar una redacción que quedó mucho más que algo mediocre producto de la desmotivación existente ante las ausencias de sus colegas Angie Ireland y Danny Van Bossen, a Jack Adams se le ocurrió la solución a aquel problema.

No era una solución inmediata pero al menos no perdía nada con intentarlo.

Acto seguido marcó el número telefónico de Tom Mc Carty, quien le contestó de inmediato.

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