El poder de la tierra (9)

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Iban felices en sus bicicletas pedaleando lentamente, pese a que tanto Ana Izmailova como María Jugovic se habían excusado de asistir a la junta por motivos familiares.

— La verdad es que no me importa mucho —Dijo Constanza Müller.

— ¡Todo indica que vamos a ganar! —Dijo Lena Smith.

Constanza Müller casi había tropezado con una piedra y las chicas se reían de aquello.

— ¿Que haremos entonces? —Preguntó Fanny Silverstein.

— Esperar, supongo —Contestó Lena—. Es la asignatura de habilidades tipo tierra y todo indica que es nuestro fuerte.

— ¡Vamos!

— ¿Les parece si pasamos a una heladería como para celebrar?

— ¡Me parece una excelente idea! —Dijo Fanny.

En eso llegaron a una tienda de helados y ahí estaba Ian Cauldfield, bebiendo café y revisando unos textos en lo que era la terraza del lugar. Las tres chicas quedaron impresionadas de verlo así, con ropa deportiva y mostrando más de lo que solía mostrar en clases, con un abrigo que prácticamente le llegaba hasta las rodillas. Lena Smith se acercó en el acto.

— ¡Profesor! —Exclamó.

Ian Cauldfield alzó la vista como con precaución.

— ¿Cómo están las chicas? —Preguntó el profesor, cambiando de pronto su semblante por uno más alegre.

— ¡Muy bien! ¿No le molesta si tomamos asiento con usted?

— Por supuesto que no —Respondió Ian Cauldfield, poniéndose de pie y echando sus cosas para un lado.

Lena Smith le miraba las piernas y simplemente no podía resistirse a dejar de hacerlo. Decidió sentarse al lado de él y sus compañeras quedaron al frente.

— ¿Que cuentan? —Les preguntó el profesor— ¿Cómo les fue en tierra?

— Vamos muy bien —Dijo Fanny—. Tal vez ganemos el torneo.

— ¿Cómo así? ¿A qué se refieren con tal vez?

— La profesora dijo que estaba muy bien escrito —Dijo Constanza Müller.

— Dijo que casi éramos escritoras profesionales —Agregó Lena Smith— ¿Qué le parece profesor?

— Me parece fantástico —Contestó Ian.

En eso se acercó la chica que atendía y Lena Smith estaba tan embobada por el encuentro que fue Constanza Müller quien pidió helados por las tres.

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Sara Mc Brigde les había dicho que no contaran con ella para aquel torneo, por lo que la profesora les había dicho que tenían que agregar a alguien más al grupo por si es que querían competir en serio, tomando en cuenta que las reglas dictaban que los grupos tenían que conformarse por un mínimo de cuatro integrantes.

— Somos un perfecto equipo de tres —Decía Jean Manuelle sentado en el pasto— ¡La verdad es que no entiendo!

— ¡Debimos sacar a Sara antes! —Respondió Catalina Marchessi— Debimos haber permitido el ingreso de Reno Cauldfield para que Mak esté con nosotros.

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