Productividad excesiva (13)

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— ¿Así es que ese tipo te envió el informe? —Le preguntó Tom Mc Carty a Kate Miller— ¿Qué hiciste? ¿Le enviaste fotos privadas?

— ¿Tú crees que haría eso? —Preguntó Kate Miller, sonriendo.

— No lo sé ¿Y te sirvió de algo?

— No lo sé. Por favor lee lo que avancé.

Mientras Tom Mc Carty leía el avance, Kate Miller pensaba en Mak Savicevic. Cerraba los ojos y trataba de recordarlo. Delgado, cabello entre crespo y lacio, a veces muy blanco y a veces algo moreno, vestido a lo rockero, según lo que ella entendía por vestirse como rockero, algo sencillo en sus atuendos, voz grave aunque no ronca, lindos labios, lindos ojos negros rojizos ¿Le estaría gustando? ¿A ella, quién fue siempre objeto de deseo de los demás? Mejor no pensar más en el. Por muy escultural que ella se considerase, Kate Miller intuía que su compañero envía informes se fijaba en otro tipo de chicas.

— ¡Maldita! —Exclamó Tom Mc Carty— ¡Jurame que escribiste esto!

— Yo fui. Te lo juro.

— A ver. Muestrame la conversación.

Kate Miller abrió su chat con Mak Savicevic. Jamás le escondía nada a Tom.

— Bueno —Le dijo Tom—. Por algún momento pensé que te lo había escrito él.

— ¿Acaso no confías en mí? —Le preguntó Kate Miller, con expresión algo triste.

En ese momento Kate Miller descubrió que tenía un mensaje reciente de Mak Savicevic.

— Hola —Le escribió Mak Savicevic— ¿Te sirvió el informe?

Kate no demoró nada en responder.

— Hola. Sí. Me sirvió mucho. Gracias.

Tom notó que a Kate Miller le cambiaba violentamente su expresión.

— ¿Te gusta ese loco?

— No —Respondió riéndose—. No es mi tipo.

– Cuidadito. Mira que ese tipo es muy raro.

— ¿Por qué raro?

— No lo sé. Por eso digo que es raro. Además ha sido muy mala onda con Enzo Ferratti.

— Lo único que me importa es saber que es lo que opinas de mi informe y no me has dicho nada.

— No sé. Supongo que está bien.

Kate Miller extrajo un cigarrillo de la cajetilla de Tom Mc Carty. Dijo.

— ¿Te digo la verdad? No lo sé. Siempre que hablo con él me va bien. Le pedí ayuda en un torneo de habilidades literarias tipo fuego y me fue bien. Un día le conté que tenía problemas y me ofreció trabajo. Ahora me inspiré escribiendo el informe porque Leo el de el ¿Qué tiene de malo?

— Mejor cambiemos de tema ¿Podremos ir a mi casa? Una vecina me invitó a una fiesta en su casa y no quiero ir solo. Después nos vamos a dormir.

— ¿Y qué vamos a hacer antes de dormir? —Le preguntó Kate Miller, moviendo la lengua.

— ¡Cochina! —Exclamó Tom.

Ambos rieron, se abrazaron. Luego Kate Miller le dijo que iba a subir a ducharse y a vestirse.

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Jack Adams iba en taxi. Iba colina arriba. Enzo Ferratti iba al lado manipulando photoshop, cambiando colores y formas.

— ¿Ahí sí? —Preguntó Enzo Ferratti, mostrando la pantalla de la mini laptop.

— No lo sé. No me convence. Prueba al revés.

Enzo Ferrati insistía. No le debatía nada a nadie. Solo circulaban por su cabeza los consejos de la profesora Samantha Rhoades, quien le recomendaba incansablemente que se ordenara. Le daba lo mismo corregir y recomenzar una y mil veces. Jack Adams iba atento a la calle. No había sido ni un buen ni un mal día. En eso lo hace detenerse un señor de edad avanzada, casi llegando a la avenida principal del condado.

— Buenas tardes —Dijo el señor, con voz grave—. Voy a Wesport.

— ¿Por donde prefiere que me vaya?

— Usted sabe —Le dijo el señor.

Jack Adams siguió conduciendo, pensando en lo incómodo que se sentía con Enzo Ferratti, no por su compañía, que en términos generales le era bastante amena, sino que pensaba que quizá su compañero estaba aburrido haciendo lo que hacía, paseándose por calles y lugares sin sentido mientras él hacía su trabajo.

— ¿Y ahora? —Le preguntó Enzo Ferratti.

En un semáforo en rojo, Jack Adams aprovechó de mirar el trabajo de Enzo Ferratti.

— Mejoró mucho. Quizá es la fotografía.

— Ando sin internet, pero en la pensión podría buscar una imagen con mejor resolución.

— ¿Te doy internet de mi móvil?

— Así no más Jack. Estas piezas son solo maquetas. Mira, estás las hice anoche.

Jack Adams miraba de reojo mientras seguía conduciendo.

— ¿Y esas portadas?

— Las hice anoche, probando. Miré portadas de novela romántica por mucho rato y las hice así como jugando.

— Están muy pero muy buenas. Como que pegan mucho más con la idea de la sinopsis ¿Por qué no las mostraste antes?

Tras llegar a un nuevo semáforo en rojo, el señor pasajero hizo una carraspera.

— Disculpen que los interrumpa —Dijo— ¿Ustedes son estudiantes de la academia de escritores?

— Sí —Dijo Jack Adams.

— Sí —Dijo Enzo Ferratti.

— Les prometo que nunca en mi vida había visto esta forma tan original de trabajar. Los felicito, muchachos ¿En qué año van?

— Estamos recién en primero —Respondió Enzo.

— Yo soy profesor jubilado de literatura. Y a usted, señor taxista, lo felicito. Mire que estudiar en esa academia y manejar un taxi no debe ser cosa fácil.

— No lo es —Dijo Jack Adams, entrando más en confianza.

— ¿Algún consejo que nos pueda dar, señor? —Preguntó Enzo Ferratti.

— ¿Qué consejos podría darles yo a ustedes? ¡Nunca había visto una forma tan creativa de trabajar una portada de una obra como lo están haciendo ustedes!

El viaje se le estaba haciendo demasiado corto y Jack Adams lo lamentaba. Su timidez ante ese tipo de situaciones le jugaba malas pasadas y estaba consciente de que lo debía mejorar.

El señor pasajero le extendió un billete recién salido del banco y cuando Jack Adams se disponía a darle el cambio, el caballero le dijo:

— Pasen a una cafetería y descansen un ratito. Ocupen el cambio en eso.

— Muchas gracias —Le dijo Enzo Ferratti.

— Señor taxista —Dijo el caballero—. Mañana tengo una cena en Dublín ¿Seria tan amable de pasar a buscarme aquí mismo a las 20 horas?

— Como no —Dijo Jack Adams.

— Nos vemos mañana entonces. Lo único que tiene que hacer es tocar el timbre.

Comenzaba a anochecer en el condado de Mayo.

— Parece que no fue mala tu idea —Le dijo Jack Adams—. Traes muy buena suerte.

— Quien puede, puede.

— ¿Te parece si pasamos al restaurant de Lena Smith? Allí venden café también.

— ¡Vamos! Un cafecito para el frío.

Jack Adams salió hacia la carretera tras tomar unas calles paralelas. Lo ocurrido había sido una señal, de las buenas.

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