Tras oír la historía de María José Juárez, Martín West consideró que ya no debería escuchar más historias sobre vulnerabilidades.
— Muchas gracias por su intensidad —Dijo, a modo de hacer distinguir muy bien lo que era un supuesto intento de empatía por lo que eran las clases—. Creo que debería escribir sus miedos lo más exactamente posible.
María José se secaba las lágrimas y Jessica Córdoba, quien había llegado recién, se lamentaba bastante por no haber estado con su amiga desde el principio de su relato.
— ¿Has pensado que vas a hacer? —Le preguntó Jessica, casi en voz baja.
— Creo que voy a esperar a que mis padres me envíen el dinero. Una vez que lo hagan intentaré cambiarme de casa sin que ellos se enteren.
— ¿Y qué harás mientras tanto?
— Creo que buscaré un hostal por esta noche.
Pese a que lo intentaba con todas sus fuerzas, Martín West no podía dejar de oír lo que los demás comentaban.
— Tal vez ella no tenga dónde vivir —Dijo Constanza Müller.
— Quizá deberíamos hablarle —Consideró Lena Smith—. Tal vez ahí se solucionan las cosas.
Aprovechándose de que Martín West decidía salir del salón de clases para responder su teléfono, Lena Smith se ponía de pié para acercarse al puesto de María José. Constanza Müller y Fanny Silverstein la siguieron en el acto.
— ¿Dónde piensas vivir? le preguntó Lena Smith, casi sin rodeos.
— Pensaba llevarmela a casa pero me vino a visitar mi novio de Cali —Dijo Jessica Córdoba, con una voz que demostraba más hastío que nada— ¿Ustedes tienen alguna solución?
Fanny Silverstein no pudo evitar reírse y la mirada de María José Juárez la hizo arrepentirse en el acto de haberlo hecho.
— Disculpen —Dijo, sin dejar de reírse del todo —. Ocurre que nuestra amiguita se va a vivir dónde el novio, recién llegado también...
— ... Vamos a tener una habitación disponible —Completó Constanza Müller.
Jessica Córdoba le dió ánimos a su amiga con el brazo.
— Es una excelente idea —Dijo Jessica Córdoba—. Así no estás tan solita.
En eso West regresó y se quedaron las cinco en silencio.
— Vengo a avisarles que estas clases terminaron aquí —Dijo West—. Nos vemos mañana. Recuerden que tienen plazo hasta medianoche para enviarme sus trabajos.
Sintiéndose un tanto estafado por el hecho de haberse levantado tan temprano, Reno Cauldfield extrañó más que nunca a sus amigos y en eso iba saliendo de la sala de clases cuando vió llegar a Hakan Mastourí de gafas oscuras.
— ¿No vino el borrachín? —Le preguntó, tras un ligero apretón de manos.
— La verdad es que no. Mak tampoco vino.
— Deben estar juntos. Acompáñame a buscarlos.
Pensando que aquello tenía pinta de ser algo extraordinario producto de lo ocurrido con Mak durante la noche anterior, Reno Cauldfield decidió seguirlo, más conforme ante la idea de no tener que irse a casa tan temprano que por otra cosa.
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Habían caminado largamente en silencio hacia la costa y Mak Savicevic comprendía perfectamente que Rob Irwin no quería hablar nada, por lo que comenzó a divagar profundamente, pese a que no se sentía tan borracho producto de que cierta intuición que le decía que no debería estar tan borracho.
— Lindo relato, hermano —Dijo Rob, con una lata de cerveza en una de sus manos y aquel rugoso cuaderno en la otra— ¿Crees que con esto gane el torneo mañana?
— Da lo mismo si lo ganas o no —Le respondió Mak—. Lo importante es que sumes puntos.
— A huevo, hermano ¡Nosotros vamos a ganar ese Grand Slam sí o sí!
Pensar en ese tipo de cosas era lo que le hacía bien a Mak Savicevic. Aquel reciente vacío que le había dejado el hecho de tener que dejar de ilusionarse por obligación con Jessica Córdoba o con Kate Miller (Quien le propuso que fuesen amigos) le había abierto la herida dejada por Mika, cuyo fin de romance lo hacía sentir que aún no podía dejar de pensar en ella, tomando en cuenta que le costaba bastante poder sentirse cómodo con otras chicas producto de aquello.
— Tengo que ganar mañana, hermano —Decía Rob, con una voz cada vez más errática— ¡Creo que lo que escribí es prácticamente un insulto a los conceptos básicos de la vulnerabilidad!
— O tal vez sea una humillante verdad disfraza de ironía —Respondió Mak, algo cabreado en ese momento.
Casi como consecuencia del pésimo rostro que portaba su amigo, Mak Savicevic se arrepintió en el acto de sus palabras.
— Creo que hasta aquí llego —Dijo Mak Savicevic, ya no dando más de tanta tristeza junta que había a su alrededor—. Necesito dormir y tengo mucho trabajo.
— Pero nos queda la última lata, hermano —Dijo Rob Irwin.
— Pienso que deberíamos beberla camino arriba —Dijo Mak—. Llegando hasta aquí nos alejamos bastante de Castlebar.
— Tienes razón, hermano. Mañana gano y quisiera estar sobrio para emborracharme después.
En esos instantes de tristeza profunda, a Mak Savicevic lo que menos le importaba era la competencia y su vida en la academia. Solo deseaba llegar a casa y estar solo.
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— No están aquí —Dijo Hakan.
— Es lamentable —Dijo Reno Cauldfield—. Ni Mak ni Rob responden sus teléfonos.
— Creo que iré a casa a dormir —Dijo Hakan, bostezando—. No he dormido casi nada.
Una vez que se separaron en una esquina, Reno Cauldfield decidió que no se iba a rendir así de definitivamente. Llegar a casa significaba lisa y llanamente enfrentarse al trabajo que proporcionaba el torneo de habilidades literarias tipo agua y aún no se sentía preparado para aquello, por lo que decidió pasar por un helado a la cafetería de la esquina.
Grande fue su sorpresa cuando vió ahí a Lena Smith, afirmando su bicicleta y haciendo una pequeña cola.
— ¡Reno! —Exclamó ella— ¿Qué haces aquí?
Dijo casi lo primero que se le vino a la mente:
— Buscando inspiración para mañana —Dijo—. No entiendo y no puedo concentrarme.
— ¿Te vas enseguida? —Le preguntó.
— No lo sé ¿Por qué?
— Quería pedir una copa gigante de helado pero no quería estar sola ¿Te parece si nos sentamos en una de las mesas?
Oír aquello fue la gloria misma para Reno Cauldfield, cuyo encuentro con Hakan Mastourí no le había dejado muy buenas sensaciones, más aún cuando la noche anterior había ocurrido aquello con Mak Savicevic.
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Publicidad Engañosa
Novela JuvenilMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...