El poder del fuego (3)

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Tras ver aquella mostruosa verga moverse en la mano de Javier Busquets una y otra vez (Tuvo que irse casi corriendo a encerrarse al baño tras haber abierto aquel vídeo mientras Maga Pizarnik daba cátedra), Lo que menos tomaba en cuenta Angie Ireland era en el asunto de que por ello iba a recibir una maravillosa cantidad de dinero.

Creía que en otras circunstancias lo hubiese hecho gratis, simplemente por placer o por divertirse, tomando en cuenta que una de sus metas en la vida era ser parte de una filmación profesional, puesto que se excitaba bastante ante la idea de pensar que habría miles de tipos meneándosela viendo como aquella deliciosa verga la penetraría una y otra vez.

Además de que haciendo eso podría hacerse famosa mucho antes de tiempo. No iba a ser mala idea publicar los dos libros que ya tenía antes de soltar aquel material pornográfico al mundo, con fines virales. Por si fuera poco la cifra que le había ofrecido Javier Busquets era excelente.

Angie Ireland no podía sentirse más feliz de cierto modo, puesto que además de que le iban a pagar, consideraba que Javier Busquets era por lejos el chico más sexy de la clase y dentro de todo lo tenía dentro de su lista, además del ya realizado Ray Pérez y el francés Jean Manuelle, a quien a esas alturas lo consideraba casi inalcanzable producto de que muchas más chicas escritoras lo miraban como objeto de deseo.

Javier Busquets también le parecía inalcanzable hasta ese momento.

Aún encerrada en el baño, Angie Ireland no pudo evitar el movimiento de sus dedos, deseosa de que aquella verga estuviese dentro suyo lo antes posible.

Se le ocurrió llamar a Javier Busquets en el acto.

— ¿Viste el vídeo que te mostré? —Preguntó él, así como si nada y mucho antes de que ella pudiera decir cualquier cosa.

— En eso estaba —Dijo Angie Ireland— ¿Puedes venir aquí?

— ¿Aquí donde?

— Aquí al baño.

— ¿Y para qué necesitas que vaya?

— Pues no sé. Se me ocurría que podrías probar la mercancía antes de comprarla ¿No te parece?

— Ahora no puedo —Dijo Javier— ¿Te parece si comenzamos a la salida?

— ¿Quieres grabar el video dentro del campus no?

— No precisamente ¿Te parece si me esperas en las canchas de tenis cuando termine la clase? ¿Podrías estar preparada ya en ese momento? Solo quiero que fluyas y nada más que fluyas. Lo demás se hace solo ¿Te parece?

Acto seguido Javier Busquets colgó y ella no pudo evitar lamentarse. Luego salió ahí a lavarse las manos y a mirarse al espejo. Aquella verga la había dejado realmente mal y se le iba a hacer bastante difícil intentar concentrarse en la clase de la profesora Maga Pizarnik.

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La profesora les había explicado más o menos de que se trataba el asunto del torneo grupal habilidades literarias tipo fuego y se venía una especie de ronda de preguntas. Mak Savicevic levantó la mano inmediatamente.

— Cuénteme —Dijo la profesora.

— ¿Cuáles van a ser los criterios principales que va a evaluar?

Hubo un pequeño murmullo entre Danny Van Bossen y Enzo Ferratti que culminó en unas pequeñas risas.

— La biblia dice que la risa abunda en la boca de los tontos —Dijo Rob Irwin.

Acto seguido aquellos murmullos se hicieron colectivos y se voltearon a mirar a Rob Irwin, quien permanecía impasible.

— ¿Y a tí que te pasa? —Le preguntó Danny Van Bossen.

— Te estás burlando de mí compañero —Respondió Rob, depositando su mano en el hombro de Mak— ¿Acaso crees que no te oí?

— ¡Nadie se estaba burlando! —Exclamó Enzo Ferratti.

— No seas mentiroso. Los mentirosos no ganan puntos.

— ¿Y quién te dijo que yo no iba a ganar puntos?

La tensión del ambiente iba creciendo y Mak Savicevic se agarraba la cabeza con ambas manos.

— ¡Silencio! —Exclamó la profesora.

— ¡Malditos arrogantes! —Exclamó Enzo— ¡Que no se pueda hacer una broma aquí!

— ¡Tus bromas son pésimas! Podrían ser divertidas en el peor de los casos.

— ¡Silencio! —Repitió La profesora.

Tras varios días sin hacerlo, Kate Miller se decidió a darse vuelta a mirar a Mak Savicevic, quien parecía estar haciendo esfuerzos sobrehumanos por concentrarse. Lo que más deseaba en esos momentos era ir a darle ánimo o algo así, considerando que poco a poco iba comprendiendo su personalidad.

— Repita su pregunta —Le dijo la profesora.

— ¿Qué es lo que va a evaluar en específico?

— En este torneo se evalúan en específico las habilidades literarias tipo fuego. Creo que en la hoja que les dí está todo.

— ¿Pero está más enfocado hacía la habilidad en específico o también implica la creatividad?

La profesora Maga Pizarnik se concentró fijo en la mirada de Mak Savicevic y luego sonrió. Consideró que su alumno había hecho una excelente pregunta y en eso golpearon la puerta.

— ¿Sí? —Preguntó la profesora.

— Necesitan a Lena Smith en la administración ¿Se la puedo robar un minuto?

La sala casi completa se giró a mirar a Lena Smith, quien se ruborizó bastante tras recibir una atención tan abrupta como masiva. Luego abandonó el salón de clases.

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Ahí estaba Samantha Rhoades, esperando a su alumna, quien llegó en el acto.

— Hola profe —Le dijo ella— ¿Algún problema?

— Tomé asiento —Le dijo, mirándola con cierta gravedad.

Ahí estaba Lena Smith, algo nerviosa. Pensó que tal vez la profesora le iba a dar explicaciones por el asunto del torneo tipo tierra donde solo obtuvieron bronce. Sentía que había algo pendiente ahí y tenía esperanzas de poder satisfacer sus respuestas.

— Torneo grupal otra vez ¿No?

— Así es profesora.

— ¿Y como van las cosas?

— Bien, creo, hasta el momento.

— ¿Cómo se siente Constanza Müller?

— Bien profesora ¿Por qué?

— Es que... Me parece que ustedes dos son de las mejores escritoras de primer año pero hay algo que me está preocupando.

— ¿Y qué es lo que la está preocupando?

— Su rendimiento pues. Me parece que no las está acompañando un buen grupo. Fanny Silverstein puede ser muy amiga de ustedes, pero ocurre la desgracia de que dentro de la sala hay personas que están mucho más capacitadas para ser un aporte hacia ustedes, no sé si me entiende.

— ¿Y eso qué significa?

— No significa nada en estricto rigor. Simplemente quería sugerirle que mire más hacia su alrededor.

— ¿Por qué dice eso?

Samantha Rhoades se sacó los anteojos para responder.

— Pues porque usted debería ir primera en el ranking ¡Por eso lo digo!

De cierta forma, Lena Smith comenzaba a entender. Comprendía qué, si quería ganar la competencia, iba a tener que hacer todo lo que le decía su profesora.

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