Verdades artificiales (4)

1 1 0
                                    

Le había dado más tiempo del estipulado a aquel artículo por encargo sobre el comportamiento de las jirafas en celo y ahí estaba Kate Miller, haciéndole una última revisión.

No quería fallar bajo ningún punto de vista, por lo que poco le importó no haber tenido más tiempo para concentrarse en el torneo de habilidades literarias tipo aire. Con estar en el top ten antes del Grand Slam bastaba y sobraba por el momento, considerando que aquella había sido su meta desde el principio y el hecho de haber escalado hasta el segundo lugar era una especie de premio al esfuerzo que de todos modos era mucho más de lo que podía conseguir.

En eso se dirigió hasta la impresora. Miró la hora y le quedaba el tiempo justo para acudir a aquella cita con Mak Savicevic y estar consciente de que con ello estaba solucionado la mayoría de sus problemas la hacía cantar y bailar y reírse de felicidad.

Sonó su teléfono y era Tom Mc Carty.

— Negra —Dijo el— ¿Como estás? ¿Como te encuentras?

— Aquí estoy, sobreviviendo —Respondió ella—. Me estoy dando cuenta de que ya no existo para tí.

No pudo evitar reírse, mal que mal estaba bromeando.

— ¡Eres demasiado dramática, mujer! Justamente para eso te llamaba ¿Te gustaría que fuésemos al cine a ver alguna película? Creo que tenemos varios días de descanso, por lo menos hasta el Grand Slam y eso sería una bonita forma de comenzar ¿Qué te parece?

— Creo que aún nos queda una actividad para dentro de dos días —Respondió ella—. Quizá en qué consista. Creo que deberías olvidarte de tu descanso.

Hubo un silencio en el cual Kate Miller aprovechó de reírse bajito.

— ¿Quieres ir o no quieres ir? —Preguntó Tom.

— Quiero ir, pero la verdad es que no puedo —Le respondió Kate—. Tengo una reunión de trabajo ahora.

— ¿Reunión de trabajo? ¿Por qué?

Recordó que Mak Savicevic le había pedido expresamente que aquel asunto no lo comentara con nadie.

— Ayer supe que mi madre está en la ruina —Dijo Kate Miller—. Y bueno, pues me ofrecieron un puesto.

— ¿Un puesto de qué? ¿Dónde?

— No me gustaría hablar tanto de eso hasta que ocurra y me vaya bien —Respondió ella—. Si hablo antes de tiempo tal vez me posea la mala suerte, pero ya prácticamente tengo que ir saliendo.

— ¿Y mañana que vas a hacer?

— Si es que me va bien, creo que voy a estar demasiado ocupada, Tom. Espero que me entiendas.

— Lo único que me importa es que tanto tú como tu madre estén bien. Lo demás puede esperar ¡Te deseo de todo corazón que las cosas salgan bien!

Pese al alejamiento temporal que ni siquiera había alcanzado a durar un par de días, Kate Miller había extrañado bastante a su compañero, a quien consideraba un excelente amigo bajo todo punto de vista.

— Tengo que moverme —Dijo ella— ¿Te parece si hablamos después?

— Por supuesto que sí —Respondió Tom—. Por favor cuéntame si tu madre o tú necesitan algo. Voy a estar súper atento. Si te va mal con lo del trabajo me avisas, por favor.

— Muchas gracias, amigo de mi alma —Le respondió ella—. Adiós.

Acto seguido Kate Miller dejó el teléfono a un lado. Casi era hora de ir saliendo.

_______________________________

Mak Savicevic oía atónito aquel relato de Jessica Córdoba, quien demostraba que Javier Busquets era un ser humano asqueroso desde toda clase de perspectiva.

— ¿Así es que eres su dama de compañía personal? —Le preguntó.

— Así es.

— ¿Y fue mucho?

— ¿Como así? ¿Si me metí muchas veces con él?

— No exactamente pero si me quieres contar...

— La verdad es que sí —Se adelantó Jessica Córdoba—. En un principio yo hacía todo con consentimiento porque me sentía horriblemente sola. Además era divertido. Una vez que apareció ese maldito dinero las cosas se pusieron feas, a tal punto que estoy amarrada y endeudada ¡La verdad es que no sé que hacer!

Mak Savicevic encendió uno. Mientras exhalaba pensaba en Kate Miller y en suspender su cita con ella considerando que, debido al estado de ánimo de Jessica Córdoba, tal vez ella iba a estar dispuesta incluso a pasar la noche con él.

— ¿Tendrás dinero que me prestes por casualidad? —Le preguntó Jessica Córdoba—. No conozco a nadie aquí y de verdad que no sé qué hacer.

Oír aquello lo hizo retroceder considerablemente en sus pretensiones.

— Estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por tí —Agregó ella, acercándose más a él.

Mientras lo miraba fijo, Mak Savicevic pensó en qué era lo tan terrible que podía haber hecho como para que las mujeres se le acercaran de ese modo, contándole sus desgracias. Estaba a punto de ceder a la tentación cuando en eso sonó su teléfono.

— Hola Mak —Dijo Kate—. Te llamaba para saber si está todo bien ¿Dónde nos reuniremos finalmente si tú quieres que nadie sepa de esto?

Mak Savicevic se puso de pie para ir a responderle. Jessica Córdoba lo miraba con un rostro de que haciendo lo que hacía se estaba perdiendo deliciosas actividades que podrían llegar a prolongarse por el tiempo que el quisieras.

— ¿Algún problema, Mak?

Oír su voz lo hizo recordar algunas cosas, como aquella vez que casi la dejó plantada cuando se estaba disputando el torneo de habilidades literarias tipo fuego en su versión de duplas. También lo hizo recordar que tanto ella como su madre estaban en la quiebra.

Que camino más difícil, pensó.

— Ningún problema —Respondió, lo más resuelto y firme que pudo— ¿Te parece si nos juntamos en el parque de siempre?

— Nos puede ver alguien —Dijo— ¿No te molesta?

— La verdad es que sí —Respondió Mak, algo indeciso, pensando en que cuando volvía del almuerzo con Reno Cauldfield se le había ocurrido la idea de citarla en su casa.

— ¿Y si voy a tu departamento? —Preguntó ella–. Según lo que tengo entendido, allí no nos va a molestar nadie.

Miró a Jessica Córdoba por última vez antes de decidirse.

— Está bien —Le respondió— ¿En cuanto crees que estés por acá?

— Quince o veinte minutos —La oyó alegremente– ¡Voy saliendo!

Kate Miller colgó y en su desesperación por sacarse de encima a Jessica Córdoba  volvió abruptamente a la realidad.

— Tengo que irme —Le dijo—. No sé si pueda prestarte dinero, pero algo podré hacer por tí ¿Te parece si te llamo a la noche?

— Si quieres puedo venir a pasar la noche contigo –Le respondió ella—. Mañana no hay clases y pues bueno, podemos dormir hasta tarde si es necesario.

— Voy a ver a qué hora me desocupo —Le respondió Mak, colocándose su abrigo.

Abrió la puerta y Jessica Córdoba se demoró bastante en seguirlo y aquello si que hizo que sus nervios se pusieran de punta, pensando en que iba a ser algo odiosamente ridículo el hecho de pedir un taxi con el fin de que se diera una vuelta a la manzana solo con el fin de deshacerse de ella.

Publicidad EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora