El poder del aire (19)

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Kate Miller estaba de lo más feliz tras esa junta con Mak Savicevic. Sentía que su compañero la inspiraba y le daba energía, por lo que comenzó inmediatamente a trabajar.

Estaba en lo mejor elaborando minuciosamente el primer párrafo de su narración cuando irrumpió su madre.

— Mi niña —Dijo—. La buscan abajo.

— ¿Quien?

— Dice que era compañero de trabajo suyo en la cafetería. Dice que es urgente.

Tras abandonar de muy mala gana su escritorio, Kate Miller bajó las escaleras. Jamás pensó que su madre había dejado pasar a Alan así como así de aquella forma, sin siquiera conocerlo.

— Hola Kate —Dijo el— ¿Podemos hablar?

— Dice que quiere reintegrarte a tu lugar de trabajo —Explicó su madre— ¿Por que no lo reconsideras?

— Para que trabajes conmigo los fines de semana — Dijo Alan con una sonrisa— ¿Qué te parece?

— Deberías pensarlo, mi niña. Las cosas acá en casa no estan muy bien.

Kate Miller agachó la mirada, considerando que aquello era cierto.

— Mamá ¿Podrás dejarnos solos?

— Por supuesto que sí, hija. Jóven ¿Le ofrezco algo para beber?

— No se preocupe —Respondió Alan— ¡Muchísimas gracias!

Acto seguido la madre de Kate desapareció.

– Linda tu casa —Le dijo Alan—. Me hubiese encantado entrar antes.

— ¿Qué es lo que quieres?

— No seas maleducada, Kate. O sea, me encanta que seas así, pero siento que no es el contexto adecuado.

— ¿Qué es lo que quieres? —Repitió Kate .

— ¡Solo vengo a ofrecerte trabajo! Me imagino que la vida debe ser muy difícil para dos mujeres solas como ustedes.

Tras tomar aire y expulsarlo lo más apreciativamente que pudo, Kate Miller respondió lo más enérgica que pudo:

— ¡Olvídalo, Alan! ¡No volvería a trabajar contigo por ningún motivo!

Alan sonreía irónicamente.

— ¡Pues deberías aceptar! Tu madre acaba de admitir que aquí las cosas no están muy bien ¡Te ofrezco paga doble, solo por el fin de semana!

— No quiero —Sentenció Kate Miller.

Acto seguido se puso de pie y se dirigió hasta la puerta. La abrió hasta atrás:

— ¡Ahora vete! —Le dijo— ¡Tengo mucho que escribir!

Alan se acercó lentamente hacia ella y le dió un suave beso en la mejilla.

— Piensalo, preciosa.

El intentó agarrarle el trasero y ella zafó con todas sus fuerzas. Alan desapareció y no pudo evitar echarse a llorar y su madre acudió en el acto.

— ¿Qué pasa mi niña?

Kate Miller se echó en su regazo por largo rato mientras su madre intentaba consolarla. Le acariciaba la mejilla y ella se iba calmando lentamente.

— ¿Por qué tanto odio con él mi niña? ¿Te hizo algo?

Lo que más le daba lástima a Kate Miller era esa imperiosa necesidad de tener un trabajo. Antes de que Alan comenzara a ponerse violento, por temas de horarios y paga aquel trabajo era el ideal.

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