La vista a la oscura campiña irlandesa de noche. Una brisa que parecía marina pero que no lo era. Las pozas de agua que se formaban en el barro por culpa de la última lluvia. La casa que compartían Lena Smith y sus amigas muy cerca del mar.
Una plazoleta, cuyos árboles tenían gotitas de lluvia aún, daban paso a un muro cubierto de hiedra. Abre una joven que entiende que son Ana Izmailova y María Jugovic, quienes, previas instrucciones de Lena Smith, han decidido aprovechar el fin de semana con la clara intención de adjudicarse su primer torneo.
La chica que no conocen las hace pasar. Paredes de madera oscura, techo blanco y con cierto relieve, colina de bambú que separa el living comedor de la cocina. Sillones negros de cuero algo gastado pero con estilo vintage, mesa de centro de vidrio, cuadros de The Beatles y afiches publicitarios antigüos, una gaita colgada al lado de un mapa de Irlanda. La voz de la tele encendida que se entremezcla con el suave sonido que emite un calefactor eléctrico. La joven decide presentarse como la empleada doméstica de la casa a la niña bajita, quien a su vez se anunciaba como María Jugovic. Les dice que las chicas salieron al mercado en búsqueda de provisiones pero que no se iban a tardar en llegar. Que las disculparan de antemano por tener que hacerlas esperar, pero que se sintieran como en su casa, con toda confianza. Ana Izmailova quería pasar al baño, pero no alcanzó a preguntar dónde estaba. Constanza Müller quien abría la puerta con una bolsa de papel y Lena Smith que la seguía, con un paquete con Donuts.
— ¿Que tal chicas? ¿Les costó mucho llegar?
— El taxi se demoró muy poco. Está exquisito el aire acá ¿Dónde está el baño?
— En la puerta de al lado.
— No sé que hacemos un viernes en la noche acá encerradas —Dijo Fanny Silverstein mirando su perfil de Instagram en su celular—. Están todos mis conocidos de Dublin en una fiesta espectacular ¿Habrá un lugar para ir a bailar aquí en este condado? Por si es que terminamos antes el trabajo, digo yo.
— No tenemos otra opción —Dijo María Jugovic—. Constanza y Lena tienen demasiado trabajo. Yo estoy ocupada en la semana también, ya que tengo marido e hijos. Hace un poco de calor acá.
— ¡Creo que camino a la playa hay una especie de club de música electrónica! —Gritó Constanza desde la cocina—. Pero no creo que alcancemos. Además estoy muerta. Trabajar e ir a clases agota demasiado.
— Lo que no entiendo es que es lo que tiene que ver Mario Benedetti con las cosas que escribimos nosotras —Dijo Lena Smith—. Este torneo es una verdadera perdida de tiempo en cuanto a aprendizaje. El profesor dijo que teníamos que leer mínimo dos libros. Chicas ¿Han leído algo?
Silencio.
— ¡Chicas! —Dijo Constanza, tras una rápida y eficaz colaboración con su sirvienta— ¡El té está listo!
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Lena Smith iba por su tercera taza de café mientras se concentraba en la pantalla de su Mac. La Tregua, Gracias por el fuego y Relatos de montevideanos, creía que con eso iba a ser suficiente. Le dolía la cabeza porque a pesar de no haber tenido clases se había pasado la tarde completa avanzando en su próxima novela. Le molestaba el dancehall que había puesto Fanny desde su ordenador, quien tecleaba y tecleaba sin saber muy bien que era exactamente lo que estaba haciendo. Constanza intentaba concentrarse en la lectura de Gracias por el Fuego y Lena Smith daba las gracias al cielo de que alguien se dignara a leer. Miraba a María anotando unas cifras en un cuaderno pequeño.
— Ana —Dijo Lena Smith— ¿Qué estás haciendo?
— Busco información —Respondió—. Datos bibliográficos y esas cosas
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Publicidad Engañosa
Teen FictionMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...