El poder de la edición (4)

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Tras una nueva jornada de clases, Maga Pizarnik había anunciado torneo de habilidades literarias tipo fuego para la semana siguiente y para Mak Savicevic se le había hecho eterno el día sin Rob Irwin y sin Hakan Mastouri, quienes se hallaban ocupados en el asunto de la mudanza.

La profesora había dicho que iba a ser el algoritmo quién iba a escoger las duplas, por lo que en parte aquel asunto no lo preocupaba tanto, ya que estaba consciente de que aquella asignatura, al igual que aire, era algo que se le hacía fácil.

Había estado de mal humor ese día y en parte se sentía fastidiado de todo eso, de esa vida que había creado con sus propias manos y no dejaba de impresionarlo aquella norma de que la vida era eso, elecciones y más elecciones. Pensaba en Jean Paul Sartre, en eso de que uno como ser humano estaba condenado a ser libre.

Se demoró bastante en salir de la academia pese a que también Reno Cauldfield tuvo que irse rápidamente a casa, producto de que su madre lo había citado a una llamada por teleconferencia. Había hecho tiempo llamando a Rob pero no le contestaba. De todos modos su amigo le había escrito un mensaje para que pasara por su casa algo más tarde, una vez que terminaran con aquel asunto de la mudanza. Se disponía a irse a casa definitivamente cuando oyó que lo llamaban.

— Hola, compañero —Le dijo Kate Miller, atajandolo del brazo con un nivel de confianza que lo sorprendió profundamente— ¿Estás muy ocupado?

— ¿Que necesitas? —Preguntó, así muy distraído.

— Pues resulta que te quería pedir un favor, siempre y cuando no fuese mucha la molestia.

Mak Savicevic la miró completamente ido. Le parecía un sueño en parte, a propósito de que había estado pensando bastante recientemente en qué los contactos visuales entre ella y el se prolongaban cada vez más, siendo también algo más frecuentes. Se dió cuenta de que aquello era algo estúpido y se pasó las manos por la cara con el fin de despabilar, ya que mal que mal ya no tenía escapatoria.

— Oh, disculpa —Le respondió Mak, sonriendo nerviosamente—. Creo que estaba en otro planeta.

Kate Miller lo miró y no pudo evitar reírse.

— ¡Aló! —Dijo, aún riéndose— ¿Estás en órbita? ¿Te sientes bien?

— Sí —Respondió Mak Savicevic, bastante sorprendido de la tranquilidad que había logrado adquirir de pronto y casi de golpe— ¿Que es lo que necesitas?

Ella tomó aire antes de extenderse:

— Bueno... Ocurre que la profesora Pizarnik anunció torneo para la próxima semana y bueno, tú estabas ahí... No es tan necesario que te explique. Dijo que se iba a basar en sus últimas clases y por lo que veo tu sabes bastante de historia universal ¿Será muy imprudente de mi parte si te pido ayuda para estudiar?

Kate Miller volvió a mirarlo bien, mientras él miraba el suelo, así como buscando una respuesta. Para ella era imposible saber lo que su compañero pensaba o sentía y eso prácticamente la hacía arrepentirse de la decisión que había tomado con respecto a al menos intentar explorar el mensaje que había recibido en su sueño de hace algunas noches atrás.

Por otra parte si necesitaba ayuda. El hecho de que Constanza Müller haya contado que Mak la había ayudado indirectamente a tener su medalla de plata la hacía confiar más aún en aquel propósito. De todos modos, la actitud de el la hacía sentir en parte ridícula.

Estaba a punto de darse la media vuelta cuando...

— Muy bien —Oyó sorpresivamente a Mak Savicevic, aún así con un tono de voz que no la convencía mucho—. No tengo ningún problema con ayudarte.

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