Cerrando los ojos, Samantha Rhoades se dejaba llevar, puesto que había sufrido bastante con la ausencia de Martín West la vez anterior que habían dejado de verse y producto del asunto del cierre forzado de la academia de escritores no tenía ningún deseo de pensar en nada.
Sentía que merecía un poco de amor.
La inseguridad que había sentido por el hecho de que Martín West no la haya tomado en cuenta en el sentido de decidir negociar por su cuenta el cierre de la academia se iba desvaneciendo lentamente, más aún cuando sintió que la mano de su amante se posaba definitivamente sobre sus caderas.
Pese a la desconfianza imperante, sentía que Martín West le estaba dando el mejor beso de su vida y debido a eso era que su cuerpo se estremecía por completo pese a todos los problemas.
Ella estaba ahí, intentando sacarle la camisa, con el fin de lamer su cuello y sus hombros y su espalda con el objetivo de que él la poseyera viciosamente.
Era increíble lo bien que Martín West lo hacía todo bien y lo rápido que Samantha Rhoades podía encenderse estando al lado de él, puesto que con la excitación ella se transformaba definitivamente en otra persona.
De todos modos quería acabar pronto. Sentía una imperiosa necesidad de que Martín le explicara por qué el señor Szcibor lo había amenazado de esa manera.
Por otra parte le daba rabia como él la subestimaba en términos generales pese a ser la directora de la academia, puesto que Samantha Rhoades estaba convencida de que ella no tenía nada que envidiarle a nadie en el más mínimo aspecto. A ella solo le bastaba con ser ella misma para brillar, casi ni tenía que esforzarse.
No obstante para Samantha Rhoades era como un deseo ese de perderse para siempre ahí en esos brazos, sobre todo en los malos momentos, puesto que estar ahí protegida por ese cuerpo la hacía sentir que el mundo se detenía y que podía descansar tranquila ahí, puesto que la sólida anatomía de Martín West podría llegar a salvarla de todo. Sin duda alguna era un asunto digno como para dar lo mejor de ella.
— Haz lo que quieras conmigo —Le dijo al oído.
Rápidamente Martin West se puso encima de ella y tras acariciarle tiernamente el rostro siguió besándola, haciendo una especie de flexión con un brazo para no aplastarla, mientras ella aprovechaba esa situación para abrirse un poco. Con su entrepierna intentaba buscar algo en la suya pero la lengua de Martín West estaba tan concentrada en su boca que no le daba tiempo para nada mas mientras sus manos al fin comenzaban a buscar su piel por debajo de la ropa.
En eso Samantha Rhoades decidió tomar el control de las acciones y sentarse sobre él tras haberse girado hacia la izquierda.
Martín West no perdió el tiempo y comenzó a lamer su oreja y su cuello, mientras sus manos recorrían la espalda de Samantha.
— Espera —Le dijo ella.
Acto seguido Samantha se deshizo de su remera y mientras el la besaba en el oído ella hizo lo propio con la de él tras levantarle los brazos. Volvió a besarlo en la boca, con mucho ímpetu.
— Me encantan tus besos —Le dijo Samantha, intentando aferrarse a algo, sin saber a qué, precisamente.
Con sus manos Samantha se perdió definitivamente en aquella espalda. Su piel la consideraba exquisita ahí y cuando vó que su boca estaba llegando a sus senos decidió deshacerse en el acto de su brassier.
Olvidémonos de todo, por ahora, le había dicho Martín West una vez que terminó aquella reunión con amenaza incluida. Habían decidido tomarse un par de horas para reflexionar sobre aquello y decidir cuáles iban a ser los pasos a seguir.
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Publicidad Engañosa
Teen FictionMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...