Amigos y rivales (5)

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Tras regresar a la academia con algo de cannabis bajo el cuerpo, Mak Savicevic se instaló en un banco del frontis y encendió un cigarrillo. Ian Cauldfield había anunciado definitivamente que iba a ausentarse de clases y no veía a su hijo Reno por ninguna parte.

Considerando que lentamente ya estaba interactuando con algunos de sus compañeros de academia, no tenía ningún deseo de irse a casa aún, puesto que el trabajo se iba acumulando a un nivel antes nunca visto y estaba pensando más que nunca en la idea de contratar un ayudante. Fuera de que no fuese precisamente una obligación entregar todo aquel trabajo no le gustaba rechazar ninguno, para no perder la confianza.

Tenía la firme esperanza de hacer algo de vida social y en eso se encontró inesperadamente con Rob Irwin, quien pensó que se había ido a casa.

— ¿Tienes encendedor, compañero? —Le preguntó.

Desde que debatió con él en la primera clase, Mak Savicevic consideró que tenía mucho que aprender de un sujeto como Rob. De quienes conocía era uno de los pocos que le caía bien. Sabía que con él podía entablar cualquier clase de conversación.

— ¿Estás solo aquí o no, hermano? —Preguntó Rob, echando humo—. Tengo la impresión de que vienes desde un país muy lejano ¿O es idea mía?

— Un poco —Respondió Mak—. La verdad es que vivo solo aquí.

Rob le sobó el hombro, amablemente.

— Debe faltar muy poco para que dejes de estar tan solo, hermano. Has ganado dos ya de dos torneos y lo más probable es que haya varias chicas echándote el ojo. Eso era lo que hablábamos con el gordo. Yo que tú tendría cuidado.

— ¿Por qué lo dices? —Preguntó Mak, riéndose un tanto del tono de voz de su compañero.

— Acá las chicas son interesadas. Se vienen las actividades en equipo y lo más probable es que más de alguna chica te quiera utilizar para sus propias causas ¿No te parece?

Mak Savicevic se puso serio y Rob Irwin no pudo creer que a su compañero se le hiciese tan dificultoso oír algo como aquello.

Tal vez es Mak Savicevic es autista o algo así, pensó Rob, sin atrever a decir lo que realmente pensaba de él. De todos modos le caía excelente, además de encontrarlo odiosamente inteligente.

— Pese a que llevo ya un tiempo en estás Islas Británicas aún no comprendo cómo son las costumbres acá —Respondió Mak, cabizbajamente.

— Así funciona el mundo pues, compañero. Lamento que nadie aquí aún te haya dado la bienvenida. El gordo Mastouri se tuvo que ir. Dijo que si no habían clases no podía darse el lujo de no trabajar así es que ya no contamos con él ¿Te gustaría ir por un par de rondas a la taberna de la esquina? Yo lo invito pues compañero, por supuesto.

— ¿No será muy temprano?

— Por supuesto que no, hermano. ¿Que es el tiempo? El tiempo es una construcción social, más aún si supuestamente somos escritores. ¿Aceptas mi invitación?

A Mak Savicevic le causó mucha gracia oír la charlanatería de su compañero.

— ¡Vamos! —Exclamó, poniéndose inmediatamente de pie.

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Kate Miller estaba de lo más feliz, puesto que Tom al fin había aceptado una invitación a su casa a comer con su madre despues de haberse topado con Martín West, quien se había ofrecido amablemente a ser su reemplazo. Sentía que su vida en la academia iba cobrando forma y odiaba la idea de tener que ir a trabajar a la cafetería el fin de semana, por lo que estaba pensando seriamente en buscarse un nuevo empleo.

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