Primeras enseñanzas (1)

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Mientras preguntaba y los demás respondían, Ian Cauldfield iba anotando unos pequeños garabatos en una libreta. Siempre sintió un genuino placer esos primeros días de clases, cuando por fin tenía el gusto de conocer a los alumnos nuevos.

— Ya, chicos. Antes de preguntar por quiénes odian la literatura romántica, me gustaría que levantaran la mano quienes escriben otros géneros o a quienes no sienten nada respecto a eso de lo romántico. La misma pregunta, por supuesto. Usted, el primero que levantó la mano, el del chaleco negro.

— Mi nombre es Jean Manuelle Rodríguez y bueno, Paris es el lugar ideal para escribir poesía.

— ¿Usted escribe poesía?

— Por supuesto —Respondió, mientras se fijaba que la mayoría de las chicas lo miraba muy coquetamente.

— ¿Y cómo está ahora el tiempo en Paris?

— Ni idea, profesor. Hasta hace poco estaba recorriendo Europa del este antes de venirme aquí.

— ¿Hace cuánto que no está en Paris?

— Hace dos años, profesor. 

— Muy bien, Jean Manuelle. ¿Usted?

— Lee Sung Wong, profesor.

— ¿Coreano verdad?

— Nací en Portugal. Mis padres son embajadores de la marca Daewoo. 

— ¿Oporto? ¿Benfica? ¿Sporting de Lisboa?

— Ninguno de los anteriores, profesor. Soy hincha de Boavista. 

— ¿Y en qué influyeron Corea del sur y Portugal en su literatura?

— Soy dibujante también, profesor. Hago cómics. El dibujo es asiático y la literatura es europea. 

— Muchas gracias, mister Lee. ¿Usted? ¿La de boina?

— Catalina Marchessi.

— ¿Argentina?

— Franco Argentina, profesor.

— ¿Como Julio Cortázar?

— Exactamente, profesor, salvo que no nací en Bélgica. 

— Cuenteme. ¿Que género escribe y en que  la influenció su lugar de origen?

— Escribo novelas musicales y bueno, digamos que Buenos Aires es la capital del rock en la parte sur del hemisferio.

— Me parece muy interesante. Siguiente y última. ¿Usted?

— Camila Suárez. 

— ¿Argentina también?

— No profesor, soy de Uruguay. Latinoamérica me inspira por el montón de injusticias que hay en sus sistemas, no sé si se entiende.

— ¿Que clase de injusticias?

— Injusticias, profesor. ¿Le parece normal que aún sigamos siendo un basural satélite del primer mundo?

Cauldfield intentó recordar que era lo que consideraba anormal en Latinoamérica cuando la visitó hace ya varios años pero no lo logró, puesto que le pareció un continente muy amigable en todo sentido. Un sorbo de agua y continuar con la clase, pensó.

— Ahora necesito que levanten la mano los que odian la literatura romántica. ¿Usted?

— Me llamo Fanny Silverstein y la verdad es que por culpa de los Estados Unidos estoy odiando cada vez más la literatura romántica. 

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