El poder de la edicion (3)

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No le gustaba dónde vivía y trataba en lo posible pasar la menor cantidad de tiempo en aquella pensión de mala muerte. Le habían advertido que debía buscarse un trabajo pero confiaba en que se revirtiera prontamente la situación. Jean Manuelle Rodríguez estaba algo aburrido además, por lo que optó por abrigarse y salir inmediatamente de casa rumbo a algún destino por definir.

Mientras caminaba y al mismo tiempo maldecía a sus padres por el poco dinero que le enviaban producto de que buscaban que sentara cabeza se le ocurrió ir a casa de Catalina Marchessi, mal que mal sentía que debía felicitarla por su primer lugar en el ranking. Además de aquello se sentía solo y percibía también que efectuar aquella visita era una excelente oportunidad como para obtener algo más a cambio.

Tocó el timbre, confiando al máximo en su buena estrella.

— Buenas tardes —Le contestaron por el citofono, una voz femenina cuyo acento le pareció despectivamente afrancesado— ¿Qué necesita?

— Busco a Catalina Marchessi —Respondió, pensando en qué tal vez se había equivocado de dirección, puesto que todo le parecía demasiado apoteosico y lujoso como para aquello ser patrimonio sudamericano—. Tengo entendido que vive aquí.

— Esperé un momento —Le respondió aquella voz femenina, casi como si ella estuviese tratando con un desagradable vagabundo.

Catalina tardaba bastante en aparecer y aquello lo puso algo nervioso, por lo que comenzó a caminar en círculos, casi sin darse cuenta. Le quemaba la boca por sus ganas de querer fumar marihuana, cuestión cuyas reservas ya se le habían acabado. Al mismo tiempo pensaba y sacaba cuentas creyendo que ya era muy difícil poder vivir sin trabajar y mientras se mordía las uñas creyó oportuno que era hora de tal vez ya dejar de ser un vagabundo.

— ¡Jean Manuelle! —Exclamó Catalina, bastante sorprendida— ¿Que haces aquí?

— Quería charlar contigo en algún lugar fuera de la academia ¿Será posible que salgamos a caminar o algo así?

— ¿Es por lo del otro día, verdad?

— La verdad es que sí —Respondió Jean Manuelle, pensando en que aquella excusa había caído del cielo—. Siendo muy sincero, estoy bastante incómodo con la situación.

— Yo también estoy incómoda con la situación —Respondió Catalina, tomándose el pelo y cruzando las piernas.

Ni ella ni el sabían bien que decir despues de haber manifestado sus intenciones y fue ella quien se encargó de romper aquel silencio de un par de minutos que en parte se hacía cada vez más largo.

— Estoy sola en casa en estos momentos porque mis padres están en Francia ¿No te apetecería entrar para que conversemos mejor?

— Me seduce bastante la idea —Respondió Rodríguez, sonriendo triunfantemente.

Acto seguido hicieron ingreso a aquella casona y Jean Manuelle se quedó mirando el culo de Catalina, quien tenía unos ajustadisimos shorts de mezclilla que casi eran absorbidos por el resto de su retaguardia.

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Mientras Jessica Córdoba se la mamaba suavemente después de la hora del té, Javier Busquets se sentía casi omnipotente.

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