El poder del aire 11

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Mak Savicevic se daba vueltas y vueltas en la cama. No podía creer lo que estaba viviendo durante aquel presente en Castlebar y aquello, lejos de dejarlo en paz y hacerlo feliz aunque sí, por supuesto que le agradaba, lo perturbaba aún más tomando en cuenta que en esos casos no podía evitar el hecho de analizar su forma de ser al respecto.

Encontraba que aquello era una coincidencia increíble tomando en cuenta que todo acontecía en un contexto en el cual ya no tenía nada que ver con su primo Marko Mc Guigan, cuya forma de ser con él lo hacía sentir siempre como un tipo inseguro y retraído e incapaz de nada.

En resumidas cuentas, cuando estuvo en Marparaíso, jamás logró llevarse a la cama a ninguna chica. Tenía horribles problemas de confianza en si mismo debido a los múltiples actos de minimización constante de los cuales era víctima por parte de su primo.

Pero ahí estaba, con su verga semi dura aún pensando en Jessica Córdoba quien, a fin de cuentas había sido demasiado amable con él pese a que no se había consumado cien por ciento el acto. Pese a lo ocurrido, estaba seguro de que ella no lo iba a buscar más pero a él no le importaba y es más, sentía que le ayudaba a convencerse de algo.

Pensó en la cantidad de veces que conoció chicas con las cuales su intención era solo tener sexo. La cosa es que el asunto siempre terminó en algo más por culpa de no saber detenerse a tiempo y/o no saber decir que no, puesto que las chicas que había conocido hasta ese momento siempre buscaban algo más en el.

Mika había sido el mejor ejemplo.

En eso estaba cuando sonó su teléfono. Era nada más y nada menos que Reno Cauldfield.

— Hola Mak —Le dijo él— ¿Estás ocupado?

Mak Savicevic decidió ponerse de pie para contestar bien y se dirigió a la cocina por un vaso con agua:

— Hola Reno —Le dijo—. Creo que aún no voy a comenzar a trabajar.

— ¿Y a que hora comienzas tú a trabajar?

— No lo sé la verdad ¿Por qué?

— He estado todo el día solo en casa. Estoy un poco deprimido y denante me llamó Rob Irwin.

— ¿Y que te dijo ese agradable sujeto?

— Dice que tú y yo estamos algo distantes de ellos, del grupo ¿Tienes que hacer ahora?

— Te dije que no.

— ¿Podríamos juntarnos para que conversemos un rato? De verdad no quiero estar solo. Me siento pésimo.

— ¿Y por qué tan pésimo?

— Después te explico o te cuento bien.

— ¿Y qué es lo que quieres hacer?

— Da lo mismo lo que hagamos. Solo quiero salir de casa y distraerme un rato.

— Está bien —Respondió Mak Savicevic, pensando en que tal vez necesitaba exactamente lo mismo— ¿Te parece si nos  vemos en el lugar de siempre?

— Pues me parece —Respondió Reno Cauldfield—. Llegaría dentro de diez minutos.

Acto seguido Mak Savicevic colgó y posteriormente se metió a la ducha. Desde allí oyó que el teléfono sonó un par de veces más e intentó no apurarse, pero casi no se dió ni cuenta cuando ya estaba otra vez en su habitación vistiéndose y descubriendo que el teléfono otra vez había sonado.

Simplemente no estaba al alcance de su mano y decidió salir sin él. Su abuela lo llamaba hacia otra parte y sentía que nada podía ser tan urgente y una vez que llegó a la planta baja se topó con Lerna.

— Hola Mak —Le dijo ella, cargando bolsas de supermercado— ¿Que vas a hacer ahora en la noche?

Vió su escote y su liviana figura y sentir que aquello estaba tan cerca de sí lo hizo volver a creer que estaba viviendo un sueño, tal cual como había ocurrido durante el transcurso de la semana.

— Salgo un rato ahora —Respondió.

– ¿Y dónde vas? ¿Qué vas a hacer?

— Voy a verme un rato con un amigo que está en problemas.

— ¡Y yo que pensaba invitarte a cenar! —Exclamó ella, casi cabizbajamente.

Verla así le inspiró algo de lástima. Sin embargo al observar otra vez aquella liviana figura lo hizo volver en sí.

— No creo que llegue tan tarde de todos modos —Respondió— ¿Vas a necesitar que te lleve algo?

Ver su sonrisa así como esperando algo de él lo hizo trasladarse nueva e inmediatamente a aquella sensación de que las últimas veinticuatro horas estaban estaban siendo como una especie de sueño que no culminaba nunca.

— Tengo de todo, Mak. ¿Te gusta el vino chileno?

Algo invadió su corazón en Mak tras oír aquello.

— Es mi favorito —Dijo— ¿Como supiste?

Lerna le dedicó una expresiva sonrisa.

– Tengo poderes mentales —Dijo, mirando la hora—. Vas a llegar tarde donde tu amigo.

Mak le sonrió de vuelta y acto seguido se dirigió hacia el parque, donde caminó lo más rápidamente que pudo.

Y ahí estaba Reno Cauldfield, con un rostro de afligido que no había visto nunca en él.

— ¿Qué pasa? —Le preguntó Mak— ¿Por qué estás en ese estado tan lamentable?

— Me siento horriblemente solo aquí —Le respondió—. Eso es todo lo que me ocurre.

Mak Savicevic miró el suelo, así como decepcionado por algo.

— A mi me pasa lo mismo —Dijo—. Tú por lo menos tienes a tu padre aquí.

— Mi padre es como si no existiera —Dijo—. Me da la impresión de que soy una molestia para él.

— ¿Por qué dices eso?

Reno Cauldfield tomó asiento en una de las bancas. Mak Savicevic sentía que necesitaba urgentemente una cerveza.

— Me da la impresión de que sería mucho más feliz sin mí aquí en Castlebar. Tal vez mi presencia espanta a sus mujeres.

De pronto Reno Cauldfield puso un rostro que daba a entender que había una presencia muy maligna por ahí cerca y Mak Savicevic se dió vuelta hacia todas las direcciones.

— ¿Que pasa hermanos míos? —Preguntó Rob Irwin, con su inconfundible voz de borracho.

Mak Savicevic lo observó de pies a cabeza. Daba la impresión de que su compañero no se metía a la ducha desde hace varios días.

– Solo quería confirmar mis instintos, hermanos míos —Dijo Rob—. Espero que se diviertan.

Acto seguido Rob Irwin caminó en dirección contraria y tanto Mak Savicevic como Reno Cauldfield se quedaron absolutamente sin reacción.

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