A la caza del ganador (6)

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Decidió que era hora de hacerlo definitivamente

— ¿Tenían sexo seguido con tu novio? —Preguntó Javier.

— Cada vez menos.

— ¿Y qué es lo que más le gusta que le hagas?

— Lo típico —Respondió Jessica Córdoba, algo así como cansada de oír tantas preguntas—. Eso sí le encanta que me ponga vestidos como este. Dice que es más cómodo para hacerlo en cualquier parte.

— ¿Por eso te pusiste ese vestido?

— En parte.

— ¿Como en parte?

— Es que a veces extraño demasiado hacerlo así en cualquier parte.

— ¿Pensaste que yo tenía auto y por eso te pusiste ese vestido hoy?

— La verdad es que sí.

Javier volvió a ponerse de pie. Su pelvis estaba nuevamente a la altura del rostro de Jessica, quien dijo:

— Me aburrí de conversar. Voy al baño ahora. Espero que cuando vuelva estés listo.

— ¿Listo para qué?

— Listo para hacer lo que se hace en estos moteles de mala muerte.

Camino al baño, Jéssica se levantó un poco el vestido, dejando ver un buen trozo de piel tostada.  Javier se incorporó rápidamente, con el fin de dejar listo lo que tenía que dejar listo todo lo que tenía que dejar listo. Le había impresionado enormemente que Jessica no le haya preguntado nada sobre el negocio. Había calculado el ángulo preciso.

Cuando Jessica volvió sin el vestido puesto, Javier notó que era hora de comenzar a concentrarse lo más posible. Oyó que sonaba el celular de ella y se lo lanzó para que respondiera tranquila. Mientras escuchaba como hablaba con su madre se deshizo del boxer y comenzó a masturbarse hasta lograr conservar una erección que consideró más que suficiente y al ver que ella cortaba abruptamente la llamada tras darse vuelta a mirarlo, él se tapó lo suyo con la almohada.

— ¿Qué estabas haciendo mientras hablaba por teléfono? —Le preguntó, con una risa un poco expectante.

— Oh. Nada.

— Creo que algo capté ¿Tan caliente estás?

— Tú me pusiste así.

Jessica se sentó sobre sus rodillas, con almohada y todo. Comenzó a tocarlo; brazos, bíceps, algo de cintura. A cambio de besarlo en la boca pasaba sus labios por el cuello.

— Quiero ver eso que está debajo de la almohada —Dijo ella.

— Por supuesto —Dijo Javier—. Está para mirarlo y para lo que quieras.

Jessica salió de ahí y quitó aquel obstáculo de género delgado relleno con espuma barata. Sintió que nunca en su vida había quedado tan petrificada como ahí quedó tras ver lo que vió.

— Oh —Dijo, sonriendo nerviosamente.

— ¿Que pasa?

— No sé si pueda.

— ¿Por qué?

— Es demasiado gigante esa cosa que tienes.

— ¿Y que tiene de malo?

— Es que de verdad no sé si pueda.

— Pero tócalo, mujer, conócelo. A las mujeres les gusta.

Tras inclinarse por el vaso y beber más vodka rápidamente logró en parte concentrarse ahí. Jessica descubrió que con ambas manos juntas ni siquiera llegaba a la mitad de aquello que consideró un monstruo, pero de todos modos decidió intentarlo. Lo masturbó lenta y concentradamente y al ver que aquello lubricaba tan naturalmente la hizo relajarse un poco, mal que mal tenía experiencia y se conocía bastante asi misma respecto a aquél tipo de asuntos.

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