El poder del fuego (7)

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Camino a Dublín para encontrarse con su novio llamado Andrew, Lena Smith pensaba en lo que había hablado con la profesora más que en lo que había conversado con sus amigas y en eso sonó su celular. Era Fanny Silverstein.

— Amiga —Dijo ella, muy abruptamente— ¿Estás segura de que vuelves mañana en la noche?

Oír nuevamente aquella pregunta la hacía arrugarse de rabia.

— Siiiiiiii —Respondió— ¿Para eso me llamabas?

— Es que estoy preocupada, amiga.

— ¿Preocupada por qué?

— Por el torneo de habilidades literarias tipo fuego pues. Las chicas se cerraron a toda posibilidad de juntarse mañana y bueno, tú sabes que en esa asignatura ninguna de nosotras ha sumado puntos.

— Deberías estar tranquila —Dijo Lena Smith—. Si se trata de pasión y esas cosas pues deberían imaginarlas sin mí. Yo llegaré mañana en la noche, para pasado mañana durante el día dedicarme a editar el trabajo.

— Bueno —Dijo Fanny— ¿Estás segura de que está todo bien?

— Siiiiiii —Respondió Lena Smith, con bastante poca paciencia en su voz.

— Es que estoy preocupada, amiga.

— ¿Y qué es lo que te preocupa tanto?

— Las clases, pues la verdad es que no sé. Estábamos seguras de que íbamos a ganar en tierra pero quedamos en el tercer lugar ¿No te parece mal augurio? ¿Acaso no crees que puede que haya algo que estemos haciendo mal?

Pésimo augurio, pensó Lena Smith, más aún despues de aquella reunión con Samantha Rhoades, quien le sugería que hiciese ciertos cambios en su grupo si es que ella aspiraba a ganar la competencia. Según su profesora debían ser ella y Constanza y dos personas más quienes deberían integrar aquel grupo. Las instrucciones eran que observara a su alrededor y que intentara rescatar elementos valiosos de los grupos que se consideraban débiles.

— Amiga.

— ¿Sí?

— ¿Estás segura de que está todo bien?

Decidió jugarsela el todo por el todo y decirle la verdad:

— ¿Te digo la verdad amiga? Quiero que Andrew me folle duro toda la noche ¡Necesito expulsar tensiones! ¡Estoy estresada, amiga! ¿Acaso cómo no te das cuenta?

Al fin consideró que hubo aquel silencio que la apoyaba en parte. A fin de cuentas no le deseaba el mal a nadie y solo quería paz.

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Yendo a buscar un par de cervezas para los recién llegados Reno Cauldfield y Mak Savicevic, Rob Irwin apreciaba lo que acontecía en su propia casa mientras Hakan Mastouri encendía el fuego y en eso, cuando se sentía un poco especial por su condiciones de anfitrión apareció su madre.

No le gustaba que su madre se apareciera cuando estaban sus amigos.

— ¡Hola! —Saludó ella con una sonrisa— A tí no te conocía —Dijo, acercándose a Reno— ¿Cómo estás?

— Bien —Sonrió Reno, tímidamente.

En eso Rob la llamó a un lado y entraron a la cocina.

— Hijo —Le dijo ella, de pronto—. Antes de que me digas cualquier cosa...

Rob abrió unos ojos como huevos fritos mientras sonaba el teléfono de su madre, quien se alejó a responder.

— Vuelvo luego, hijo.

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