El poder del aire (20)

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Un tanto angustiado aún por las sensaciones que le había proporcionado aquel almuerzo con Sonia, Mak Savicevic incrementaba toda aquella ansiedad con la noticia de que Hakan Mastourí, por tercer día consecutivo, no se presentaba con los artículos periodísticos por encargo.

Aquello significaba lisa y llanamentente que iba a tener mas del doble de su trabajo habitual, puesto que no estaba en sus planes pedirle explicaciones a su compañero.

El hecho de saber que no iba a poder levantar cabeza en varios días lo hizo lamentarse enormemente de tal vez no poder concentrarse del todo en el torneo de habilidades literarias tipo aire. La lástima era el doble considerando que mientras intentaba dormir se le había ocurrido la idea central del relato con el cual se iba a presentar.

Estaba paseándose en círculos alrededor de la mesa de centro cuando de pronto sonó el timbre de su edificio. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que quien irrumpía en sus aposentos era nada más y nada menos que Kate Miller.

— ¡Kate! —Exclamó sorprendido.

Ella iba con los ojos llorosos.

En eso Kate Miller se abalanzó sobre él y las lágrimas no tardaron en volver a renovarse y Mak correspondió aquel abrazo con un suave énfasis. Le acariciaba largamente el cabello mientras ella lloraba en su hombro.

— ¿Qué pasa? —Le preguntó Mak— ¿Por qué  lloras así?

— Porque soy una puta llorona muy estúpida —Bufó, aún sollozando— ¡Soy una idiota! ¡Eso es lo que pasa!

Mak Savicevic, estirando un poco el pie, logró cerrar la puerta. No podía dejar de sorprenderse por aquella abrupta visita.

Una vez que Kate Miller se calmó un tanto, Mak Savicevic se dirigió inmediatamente a la cocina con el fin de calentar agua. Llevó su cajita de té y un azucarero a la mesa de centro y luego colocó las tazas y ella, pese a que ya no lloraba, se mantenía con una triste expresión mirando hacia el horizonte.

— Descubrí que mi madre está en la ruina —Dijo Kate Miller—. La oí hablando por teléfono denante. Tengo entendido que nuestra casa está hipotecada y que por culpa de mis estudios mamá no ha podido pagar las cuotas.

A esas alturas el rostro de Mak Savicevic era un dibujo. Le hacía más sentido que nunca aquella idea de que prácticamente ninguna vida era perfecta.

— Necesitas un trabajo entonces —Le respondió.

—  La verdad es que no venía a eso —Dijo Kate.

Mak puso unos ojos de signo de interrogación que a Kate Miller la hizo continuar inmediatamente.

— Resulta que Tom Mc Carty me pidió que por este fin de semana no lo molestara.  Los demás chicos del grupo los encuentro un tanto inmaduros. Solo quería desahogarme contigo, no venia a pedirte trabajo. Te encuentro súper genial y pues bueno, disculpa si es que te estoy molestando.

— No me estás molestando —Le dijo Mak, bastante serio.

Acto seguido se puso de pie y fue por unas galletas hacia la despensa. Las puso en un plato y las llevó hasta la mesa de centro, no sin antes echarse una a la boca.

— ¿En serio no te estoy molestando?

— Pues para nada —Respondió Mak—. Debe ser terrible enterarse de algo así ¿Hay algo más que pueda hacer por tí?

En eso Kate Miller lo tomó de las manos y lo miró frente a frente a los ojos. Tras unos pocos segundos no pudo evitar echarse a llorar nuevamente.

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Tras dudarlo demasiado y armarse de valor considerando que todo había ocurrido por culpa de él, Kate Miller le había contado a grandes rasgos su historia con Alan. Veía el rostro de Mak mientras este lo oía todo con religiosa concentración.

— ¿Y por qué crees que es culpa tuya? —Le preguntó Mak.

— Pues porque fui yo quien permitió que me manoseara. Yo solo me divertía con él, mezclar el trabajo con esas cosas fue lo peor ¡Después descubrí que era un violento hijo de puta, además de pervertido!

En eso Kate Miller se percató de que tal vez en esos momentos no estaba midiendo sus palabras. No recordaba haberle contado aquella historia a Tom Mc Carty y estar consciente de eso casi la hizo arrepentirse de lo que hacía.

Simplemente era demasiado tarde.

— Da lo mismo lo que haya pasado, lo importante es que lograste alejarte —Le dijo Mak, resueltamente, con una seguridad en su voz que la dejó realmente impactada—. Lo que necesitas es un trabajo ¿No?

— Sí —Respondió Kate, cabizbajamente, recordando que con ello iba a tener que renunciar a sus aspiraciones de recorrer Europa en el verano con lo que tenía ahorrado.

Una vez que levantó su cabeza se percató positivamente de que Mak Savicevic sonreía relajadamente.

— ¿Serías capaz de escribir entre mil quinientas y tres mil palabras en un día? —Le preguntó Mak.

— He llegado a escribir hasta ocho mil palabras en un día —Dijo Kate Miller—. Para mí no es ninguna dificultad ¿Por qué?

Acto seguido Mak Savicevic sacó una cajetilla de cigarrillos y la depositó sobre la mesa. Luego extrajo uno y se dirigió hasta el balcón. Kate Miller también sacó uno y siguió en el acto a su compañero.

— Esto no lo sabe casi nadie, pero yo escribo artículos periodísticos por encargo. La paga puede llegar a ser muy buena si es que manejas bien tus tiempos.

— ¿Y tu como lo haces? ¿Escribes todo el día entonces?

— Ni tanto la verdad. Ocurre que alguna vez se me ocurrió hacerme un perfil en una de esas plataformas para escribir por encargo y al cabo de un tiempo me hice un nombre. Por un asunto de tarifas, te convendría más escribir bajo mi tutela que comenzar desde cero. No sé qué te parece.

— ¿De cuánto estaríamos hablando?

— Lo que nos pagó Javier Busquets aquella vez equivale como al salario de un mes.

— Es bastante dinero —Dijo Kate Miller— ¿Lo dices en serio?

— Por supuesto que sí —Le dijo Mak— ¿Te gustaría probar con un artículo sobre el comportamiento de las jirafas en celo? Es solo cosa de leer un documento que ellos entregan y esa cosa hay que transformarla en un artículo periodístico ¡No es para nada difícil!

A Kate Miller lo conmovió profundamente el entusiasmo de Mak.

— Probemos —Le dijo ella—. Nada perdemos con intentarlo.

En eso Mak Savicevic miró la hora. Hizo un gesto de preocupación.

— ¿Tienes que hacer ahora? —Le preguntó ella?

— Un poco sí —Respondió Mak, moviendo el pie— ¿Te gustaría que te acompañe caminando hasta casa? Así te voy explicando bien el asunto.

— ¡Vamos! —Exclamó ella, poniéndose inmediatamente de pie—. Me agrada bastante la idea.

Kate Miller iba de lo más feliz sacando cuentas. Pata cumplir también con el relato para el torneo de habilidades literarias tipo aire iba a tener que tener mucha energía y estaba dispuesta a escribir día y noche en caso de que fuese necesario.

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