A medida que los vapores del vino iban penetrando por su cabeza, Reno Cauldfield iba encontrando cierta especie de claridad en un entorno bastante carente de ellas mismas, considerando que estaba en casa de la chica que amaba. Era una claridad bastante borrosa, pero era claridad al fin y al cabo y su carrera de escritor competitivo iba a ser siempre el lugar donde volver en caso de que no estuviese bien por algo.
Quería solucionar el asunto por si mismo, sin ayuda ni intermediarios. Mal que mal de pronto le pareció que Rob Irwin no estaba tan equivocado.
— Tengo que irme —Dijo Reno, pensando en cómo solucionar las cosas en su equipo—. Creo que estoy demasiado borracho como para pedalear y llegar a casa, entonces quiero aprovechar que aún no es tan tarde.
— ¿Y no te gustaría dormir aquí? Me queda más vino aún y mañana no hay nada que hacer.
Reno Cauldfield no esperaba para nada aquella proposición y más que nunca en ese momento recordó las palabras de Mak, las cuales lo incitaban a sacarle provecho a la situación.
— ¿Y a tu novio no le molesta?
Tras estar consciente de que no pudo evitar preguntar eso comenzó a morderse las uñas. Sentia que los vapores del vino iban lentamente saliendo de su cuerpo.
— Mi novio no está —Dijo ella, con una sonrisa—. Además, ojos que no ven, corazón que no siente.
Tras oír aquello Reno se incorporó violentamente. Además de su poca experiencia en aquello, le parecía horrible la idea de ser cómplice de una infidelidad. A ella la amaba y no, simplemente no podía, al mismo tiempo que una voz interna le decía que nada de eso podría llegar a significar algo y que su compañera era definitivamente feliz con su novio.
— Prefiero irme –Dijo Reno.
— ¿Estás seguro?
— Segurísimo —Respondió, lo más solemnemente que pudo— ¡Adiós!
Vio que Lena Smith no se convencía del todo de la idea de que el se iba y el tampoco, por lo que se quedó ahí de pie, por algunos segundos. Ella no mostró la más mínima intención de ir a dejarlo a la puerta. Aquello le sirvió para captar que no había vuelta atrás, por lo que optó por salir inmediatamente con o sin ayuda y la puerta estaba abierta.
Se sentía más sobrio que nunca y pedaleó firmemente cuesta abajo rumbo a la casa de Rob Irwin.
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Tras comer en compañía de su madre y luego de meterse a la ducha y cepillarse los dientes, Kate Miller al fin se encontraba en la cama. Se sentía feliz por lo logrado y al día siguiente intentaría escribir un par de artículos periodísticos por encargo con el fin de ir adaptándose al ritmo de su compañero, a quien vio en línea en ese momento.
Decidió comunicarse con el en el acto.
— Quería darte las gracias por todo hoy —Le escribió—. Además de darme trabajo, lo pasé súper bien. En serio que estoy súper agradecida, cuenta conmigo para cualquier cosa.
Consideró que le había escrito mucho y aquello le dió un poco de vergüenza. Lo que más le pesaba en ese momento era que iba a ser difícil borrar el mensaje pero cuando vió que su compañero le respondía enseguida sintió una especie de calma que sentía que la salvaba de todo.
— Yo también lo pasé muy bien —Le escribió su compañero—. Y también te doy las gracias porque me caes del cielo.
Pese a que estaba detrás de una pantalla, Kate Miller no pudo evitar ruborizarse. Aprovechó la instancia para hacerle algunas preguntas:
— ¿Cuando me enviarás los informes?
— Mañana llegan ¿Estas segura de que vas a poder con dos artículos? Tienen que estar listos esa misma noche.
— Necesito el dinero —Escribió ella, riéndose y no pensando muy seriamente en ofrecerle otra clase de servicios—. Mándame la mayor cantidad de artículos que puedas, incluso por adelantado. La idea es que descanses un poco de escribir esas cosas porque siento que te estas matando.
La respuesta de Mak Savicevic no la esperaba para nada:
— Me gusta escribir, es como un deporte para mí.
Acto seguido le escribió otro mensaje.
— Buenas noches. Hablamos mañana.
Kate Miller dejó inmediatamente el teléfono a un lado y se metió bajo las frazadas. Cerró los ojos y no pudo evitar recordar varios pasajes del día, durante los cuales sintió que el corazón le latía más de la cuenta. Ahí, dándose vueltas en la cama con las luces apagadas, descubría que la virtud humana que más admiraba en la vida era la valentía, y pese a que Tom Mc Carty era muy valiente al hacer lo que hacía, el hecho de que Mak Savicevic haya sido sobreviviente de una guerra lo hacía algo absolutamente distinto, ya que estaba cada vez más convencida de que todo lo que había leído de su obra era más realidad que ficción.
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Considerando que estaba un tanto harto de la histeria de Hakan Mastourí con respecto a los resultados que esperaba que se le dieran producto de una extensa jornada de apuestas deportivas que culminaban con la Japón league, Rob Irwin decidió utilizar la excusa de salir a comprar cervezas con el fin de tomar un poco de aire.
En eso oye su nombre desde una voz bastante familiar.
— ¡Reno Florenzi! —Exclamó, lo más irónicamente que pudo— ¿Como está, señorito?
El rostro de su compañero era una mezcla de cansancio y nerviosismo.
– Disculpa —Dijo Reno, casi temblando— Tal vez no debí haber venido.
Su compañero esperaba respuesta y el decidió hacerle una pregunta clave.
— ¿A qué viniste, hermano mío? ¿Tu padre ya te vino con el chisme?
Tenía hasta medianoche para responder la oferta de Javier Busquets, y tras estar tan consciente de la histeria de Hakan Mastourí por culpa de las apuestas deportivas ya casi tenía una decisión tomada al respecto.
— No sé a qué te refieres —Respondió tímidamente Reno.
— A que me retiro de la academia pues, hermano mío. Demás que tu padre ya te fue con el chisme.
El rostro de su compañero le daba a entender que Ian Cauldfield no había guardado el secreto y aquello lo hizo mirar prácticamente con odio a Reno, quien agachaba la mirada. Simplemente no creía en ese tipo de debilidades y al mismo tiempo no podía considerar como algo realmente auténtico las angustias de un niñito rico que había tenido la vida demasiado fácil.
— Nada contra tí o el bosnio transgresor —Dijo Rob, consciente de que se estaba jugando sus cartas tomando al máximo el sentido de la competencia—. Ocurre que no me siento cómodo en el lugar de ustedes, menos con un tipo como tú, que ha tenido la vida demasiado fácil ¡La academia de escritores no es mi lugar! ¡Eso es todo!
Las pequeñas lágrimas que dejaba caer su compañero Reno Cauldfield en ese momento no lograban ablandarlo. Por otro lado, por asuntos de puntaje, no le convenía hacer que Mak Savicevic ganara puntos.
— Me tengo que ir, hermano —Dijo Rob, palmoteándole el hombro— ¡Fue un gusto haberte conocido!
Acto seguido Reno Cauldfield desapareció por la oscuridad y Rob Irwin siguió caminando tranquilo, a paso firme. Creyó en esos momentos que era algo absolutamente oportuno llamar por teléfono a Javier Busquets y anunciarle que aceptaba la oferta de incorporarse a su equipo, siempre y cuando en la negociación se cumpliesen ciertas exigencias. Le daba lo mismo si lograba incorporar a Hakan Mastourí o no, puesto que tenía el carisma suficiente como para acomodarse en cualquier otra parte.
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Publicidad Engañosa
Teen FictionMak Savicevic, un joven y prometedor escritor que además de odiosamente competitivo es independiente financieramente, decide matricularse en la academia de escritores con el fin de competir por el preciado trofeo nobel de literatura digital. Los pri...