2. El diario de Laura

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En medio de tanta gente, vi a los novios. Parecían en verdad felices. Jason se acercó a mí.

— ¿Y Will?— me preguntó.
— Se fue hace un rato— dije.
— Pensé que seguía bailando contigo.
— No, sólo bailamos una canción. ¿Lo necesitas para algo?— pregunté.
— Sus amigos lo buscan.
— No te preocupes— dije contenta—, iré a buscarlo.

Atravesé a toda la gente. Por más que observaba bien no lo encontraba.
Me encontré con Jill.

— Laura, ¿Has visto a Zac?— me preguntó.
— No, para nada— dije—. Yo también estoy buscando a alguien. A Will, para ser exacta.
— Ah. Necesito a Zac. Mi madre quiere una foto familiar. Además, ella lo ama.

Miré a su madre, una mujer de edad avanzada que tenía cara de pocos amigos.

— No lo he visto— dije—, ¿No estará en su habitación?
— Iré a revisar— dijo ella.
— Tal vez Will esté con él— dije.
— Vamos a buscarlos juntas— me dijo.

Subimos las escaleras. En la habitación de Zac no había nadie.

— Qué raro— dijo ella.

Caminé por el lugar. La habitación de Zac me gustaba, estaba muy ordenada y llena de libros. Le faltaba un poco de personalidad, pero pensé que todos esos colores sobrios contrastaban bien con Zac y su actitud.
Me acerqué a su ventana, que daba una vista a la calle increíble. Entonces repentinamente miré hacia abajo. Vi a Zac en la entrada.

— ¡Ahí está Zac!— dije.

Jill se acercó a mí rápidamente y se asomó.

— Sí, ahí está— dijo ella—. Menos mal. Iré por él.
— ¿Will no está ahí?— pregunté.
— No, parece que no— me dijo.

Su teléfono empezó a sonar. Lo tomó. Contestó. Al parecer, era el padre de Zac. Ella le dijo en dónde estaba él.

— Bien, su padre irá por él— me dijo Jill.
— Yo iré a buscar a Will— dije.

Salí de ahí. Bajé las escaleras. Caminé un poco hasta llegar a un pasillo. Evan y Jimi estaban ahí.

— Hola— les dije.
— Laurita— dijo Evan—, ¿Qué haces aquí?
— Busco a Will. ¿Lo han visto?
— No, para nada— dijo Jimi—, ¿Te ayudamos a buscarlo?
— No, yo puedo hacer eso sola. Sigan en lo suyo.

Me fui. Me entusiasmaba el amor. Era un día perfecto. Todo había salido bien. Imaginé que si un día me casaba, quería algo igual a eso.

Seguí buscando. Me encontré con muchas personas pero ninguna era Will. No iba a llamarle por teléfono, Will nunca contestaba y con tanto ruído probablemente no escucharía que lo llamaba. En la cocina, me encontré con Jason.

— Hola— le dije—, ¿Ya encontraste a Will?
— No, para nada.
— Qué raro— dije—. No estaba con Zac. Así que no sé en dónde podría estar. ¿Y si fue al baño?
— Podría ser— dijo Jason—. Ya aparecerá.

Nos quedamos ahí. Conversamos un rato sobre la fiesta. Jason juraba que George se iría de luna de miel a una playa. Parecía creíble pero yo me imaginaba algo más romántico.
Estuvimos hablando de banalidades hasta que miré a Jill caminar por un pasillo. Corrí a alcanzarla.

— ¿Ya se tomaron la foto?— pregunté.

Ella me observó. Se veía extraña.

— No... posiblemente no lo haremos hoy— dijo, parecía triste.
— ¿Por qué?— pregunté.

Ella caminó adentrándose en la cocina. Ahí sólo estaba Jason además de mí. Ella se acercó a una mesa y tomó un vaso al que llenó con agua.

— ¿Está todo bien?— pregunté.
— No, de hecho— dijo—... Zac, él... no se siente bien.
— ¿Qué?— pregunté asustada—, ¿Qué le pasó? ¿Está bien?
— Estará bien— me dijo—, sólo necesita descansar.
— ¿Dónde está?— preguntó Jason.
— En su habitación— dijo Jill.
— Iré a verlo— dije, estaba por irme cuando ella me detuvo.
— No es una buena idea— dijo.
— ¿Por qué?— pregunté.
— No necesita de nadie por ahora— dijo—, pero le diré que te preocupaste por él.
— Pero, ¿Qué le pasó? ¿Está herido?— pregunté.
— No exactamente... es complicado— me dijo.
— Creo que nos necesita— dije—. Le diré a Will y los demás. Seguramente querrán estar con Zac...
— Laura— dijo Jill, me puso la mano en el hombro—, te juro que Zac estará bien. Su padre está con él. Aprecio tu preocupación pero por ahora... él necesita descansar.
— Es que no entiendo— dije—, ¿Qué pasa?
— No te preocupes. Disfruta la fiesta— me sonrió tenuemente—. Zac estará bien.
— Bien— dije—, buscaré a Will.
— Will ya se ha ido— dijo ella.

Instintivamente miré a Jason.

— ¿Will se fue?— le pregunté a ella.
— Hace un rato— dijo ella.
— ¿Sin despedirse?— pregunté.
— Realmente no sé porqué, no dijo nada— agregó ella.
— Intentaré llamarlo por teléfono— dijo Jason.
— Tengo que irme— dijo Jill mientras se llevaba su vaso de agua.

Me quedé con Jason. Él sostuvo el teléfono junto a su oído pero nada.

— Es extraño— dije—, Will jamás se iría sin despedirse. Además, todos sus amigos están aquí. ¿Por qué los dejaría?
— No lo sé— dijo Jason—, ¿Se habrá llevado su auto?
— Si no se lo llevó significa que va a regresar— dije—, posiblemente sólo fue por algo que olvidó a su casa.
— Busquemos su auto— me dijo Jason.

Salimos de ahí. Atravesamos a la gente hasta la salida. Las estrellas podían verse en el cielo nocturno. Hacía un poco de frío. Buscamos el auto pero no estaba.

— Quizá lo cambió de lugar— dije.
— O en verdad se fue— dijo Jason.
— No, debe estar por aquí— dije.

Seguimos buscando pero no lo encontramos. Tomé mi teléfono y empecé a escribirle un mensaje.

“Will, ¿Dónde estás?”

Esperé un momento. Luego mi teléfono sonó. Lo tomé.

“En casa”, respondió.

Comencé a escribir de nuevo.

“¿Por qué? ¿Pasó algo? ¿Estás bien?”

No respondió. Esperé minutos y nada.

— Laura, debemos entrar— me dijo Jason.
— No, esperaré a que Will me responda— dije—, creo que algo no anda bien.
— Hace bastante frío aquí y tú sólo tienes ese vestido rosa— me dijo.
— Si entro no escucharé lo que me diga en caso de que me hable— dije.
— Pero...
— Algo anda mal— dije.

Lo observé angustiada. Él me miró a mí.

— Tal vez debería ir a verlo— dije.
— Ya es muy noche— dijo—, es peligroso.

Lo sabía. Pero... no parecía estar bien.

— Entonces sólo esperaré a que se comunique conmigo— dije—. Puedes entrar tú, disfruta la fiesta.
— No lo sé, no me parece bien dejarte sola— dijo.
— Estaré bien— dije.
— Además, si Will se comunica contigo quiero saber.
— ¿Te quedarás a esperar conmigo?— pregunté.
— Eso parece— dijo.

Se quitó su abrigo y me lo puso en los hombros. Lo observé sorprendida.

— Lo necesitas más que yo— dijo.

Sonreí. Luego volví mi vista a la pantalla de mi teléfono.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora