13. El extraño diario de Zac (en modo vagabundo)

159 29 1
                                    

Corrí a ver a Jill mientras la llamaba. Ella apareció rápidamente, se veía agitada.

— ¿Qué pasa?— dijo, parecía asustada—, ¿Estás bien? ¿Te sientes mal?
— No— dije—, es sólo que... Laura y Jason van a venir...
— Ah, menos mal— dijo, se veía aliviada—, no te preocupes, les diré que no puedes atenderlos.
— Pero sí quiero verlos— dije.

Ella me observó sorprendida.

— ¿En verdad? ¡Es magnífico que quieras ver a tus amigos!— dijo feliz.

La observé. No parecía justo para ella. No era normal que siempre pareciera alterada, preocupada por mí. No era normal que al escuchar mi voz pensara que algo malo me había pasado. No era normal que se alegrara porque por fin iba a ver a mis amigos.
Le había hecho algo horrible a Jill. Lo peor es que no me había dado cuenta.

— No es magnífico— dije—. Es terrible. Porque se supone que esto no debía estar pasando. No soy un niño. Se supone que ya nada debería afectarme...
— Los adultos también somos sensibles— me dijo—. Somos humanos, no robots. Las cosas nos afectan siempre. Es normal que te sientas mal algunas veces.
— Pero no por semanas—dije.

Nos observamos. Ella no sabía qué decir.

— Tranquilo— me dijo—. Ellos entenderán.
— ¿Y si no? ¿Y si no quieren verme de nuevo? Porque entendería si ya no quieren ser mis amigos. Los dejé de lado mucho tiempo.
— Zac, se nota que no sabes cómo funciona la amistad— me dijo—. Un amigo no dejará de ser tu amigo sólo porque estuviste lejos unos días. Mucho menos Laura y Jason. No he tratado a Jason mucho pero sí a Laura. Ella es una buena chica. Seguro entenderá.
— Pero no sé qué tiene qué entender— dije—. No sé cómo explicar esto. Para ser honesto, no quiero. ¿Crees que esté bien si sólo les digo que no me sentí bien unos días pero que ya estoy mejor?
— Si son tus amigos entenderán que no puedes decir más porque es difícil. También sirve si les dices que no sabes cómo explicar lo que pasó.
— Es que quiero decirles— dije—. Pero tengo miedo de recordar cosas. Y volver a sentirme mal. No quiero volverme así otra vez.
— Ellos entenderán— me dijo—. Confía en eso.

Asentí. Tenía que hacerlo. No podía seguir ocultándome.

— ¿Me veo mal?— le pregunté.
— ¿Quieres que responda eso?— me preguntó.
— No, temo que me digas que parezco vagabundo.
— Entonces me quedaré callada— dijo.
— ¿En verdad parezco vagabundo?
— Sí pero no cualquier vagabundo. Pareces un vagabundo elegante.
— ¡Eso no existe!— dije—, ¡Por eso los vagabundos son vagabundos!
— ¿Qué quieres hacer? Deberías tomar un baño, cambiarte y...
— ¡No hay tiempo para eso, Laura y Jason estarán aquí dentro de poco!
— Igual no te ves tan mal— me dijo.
— Comparado con mi yo normal, sí parezco vagabundo, lo sé.
— Pero entonces eres un vagabundo adorable.
— Claro que no— dije—, piensas eso porque me ves con ojos de madre.

Entonces me di cuenta de lo que acababa de hacer. Le había dicho "madre" a Jill.

Me giré a verla con los ojos muy abiertos. Ella me observaba sorprendida, con la boca abierta.

— Eh...— dije, no sabía qué debía decir...
— ¿Me acabas de decir "mamá"?— preguntó, asombrada.
— Sí pero... se me salió y... por favor, no abandones a mi padre por mi culpa— dije, realmente sentía que acababa de arruinar todo.
— ¡Es lo más bonito que me han dicho en mucho tiempo!— dijo emocionada, con lágrimas en los ojos—, ¿En verdad piensas que puedo ser tu mamá? ¡Estoy tan feliz!

Me abrazó. Simplemente no entendí nada. ¿Porqué sería feliz sólo por escuchar unas cuantas palabras?

— Jill, me asfixias— dije.
— ¡Soy tan feliz! ¡Estoy llorando, qué pena pero... en verdad soy muy feliz — dijo.

Llamaron a la puerta. Ella seguía abrazándome.

— Jill, la puerta— dije—, debo ir a abrir...
— Yo puedo hacer eso— dijo mientras se limpiaba los ojos con la manga de su suéter.

Quería decirle que no era necesario pero no pude. Ella fue a abrir. Yo sólo observé. Eran Laura y Jason. Ambos la obsevaron consternados.

— ¿Qué le pasa?— preguntó Laura—, ¿Está bien?
— Sí, es sólo que... es complicado— dijo Jill, que aún no dejaba de llorar—. Pasen, Zac está adentro.

Entraron. Pensé en lo raro e incómodo que se estaba volviendo todo eso.
Laura y Jason me vieron.

— Iré a hablar por teléfono— dijo Jill, que simplemente no dejaba de llorar—. Estaré arriba hablando con tu padre por si me necesitas.

Se fue. Entendí. Jill iba a decirle a papá lo que acababa de ocurrir.

Jason y Laura la miraron subir las escaleras.

— ¿Qué está pasando aquí?— dijo Laura—, ¿Por qué ella está llorando?
— Es complicado— dije.
— ¡Pues más te vale que expliques todo!— me dijo enojada, la miré asustado.
— Laura, quedamos que no te alterarías— le dijo Jason.
— Lo sé pero... mejor habla tú— dijo ella.
— Está bien—  dijo Jason—, lo haré yo...
— No, olvídalo, hablaré yo— interrumpió Laura—, ¿Qué pasó? ¿Porqué no respondes mis mensajes? ¿Tienes idea de lo preocupada que estaba? ¿Y porqué pareces un vagabundo?
— Laura, nunca se le debería preguntar a alguien porqué parece un vagabundo— le dijo Jason—. No es amable.
— ¡Al demonio la amabilidad!— dijo ella—, ¡Yo quiero respuestas! Porque he estado todos estos días imaginando cosas y...

Me observó. También la miré, sus ojos se llenaron de lágrimas.

-... te he extrañado mucho— dijo.

Casi me pongo a llorar yo también. En verdad extrañaba esa extraña habilidad que tenía Laura para expresar sus emociones.

— ¿Puedo darte un abrazo?— me preguntó mientras trataba de contener su llanto.

No pude contestar o de otro modo sentía que podía ponerme a llorar. Me limité a asentir con la cabeza. Ella corrió hasta mí y me abrazó.

Honestamente necesitaba ese abrazo. Nos quedamos así un rato.

En verdad no sabía lo mucho que necesitaba a Laura en mi vida hasta que estuve lejos de ella.

Nos separamos. Nos observamos.

— Zac, te ves terrible— me dijo.
— Lo sé, parezco vagabundo— dije.
— Pero no cualquier vagabundo— dijo ella—. Pareces alguno de esos vagabundos que viven en buenas zonas.
— Gracias, me hace sentir mejor— dije.
— Entonces— dijo Jason—, ya estás mejor, ¿No?

Lo observé. No sabía qué decir. Podía desviar el tema con Laura y sería relativamente fácil, pero no con Jason.
No para alguien que probablemente sabía todo.

— Eso creo— dije, traté de ponerme serio—. ¿Me veo bien?

Me observó unos segundos.

— Sí— dijo—. Bienvenido a nuestra vida.

Si no lloré en ese entonces fue porque mi fuerza de voluntad no me dejó. De otra forma, pude llorar todo un río.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora