53. El extraño diario de Zac

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Septiembre estaba siendo un mes largo. Sobre todo para el consejo estudiantil. Yo, como presidente del consejo, no dejaba de encontrar problemas. Era más difícil de lo que parecía. Por suerte, Emery estaba ahí, para evitar que me volviera loco. Por otro lado, Laura estaba ahí pero era como si no estuviera. Había llegado un momento en donde pasaban días sin que habláramos.

Yo trataba pero... de alguna forma me parecía que ya no había mucho que decir.
Jason era el mismo de siempre pero me evadía cuando trataba de hablarle.
Jimi estaba optimista ante la situación, aún cuando estaba castigado. Él y Evan conversaban pero en el fondo yo sabía que ya no era lo mismo.

Las reuniones en el jardín se habían convertido en cinco personas que no tenían nada qué decirse. Laura y Jason conversaban entre ellos, del mismo modo que Evan, Jimi y yo. Desde luego, Evan tenía conversaciones superficiales con Laura y Jason, pero no se daban cuenta entre ellos que no estaban bien. Pero yo lo sabía todo. Y sin poder decirlo.

Era tan estresante que quería gritar.
Pero debía mantenerme tranquilo. Era el presidente. Tenía otras cosas de qué preocuparme. Así que hice lo que todo alumno histérico con poder hacía: fui a ver al director.

Me encantaba la oficina del director. Estaba impecablemente ordenada. En su escritorio tenía una placa con su nombre y cargo, además de una foto enmarcada de él, su esposa y su hijo. Él particularmente era un hombre muy alegre. Como Harry, su hijo. Tenía un rostro amigable. Pero aún así inspiraba autoridad.

Llegué a su oficina. Su secretaria lo llamó. Me indicó que debía entrar. Eso hice. Él estaba revisando unos papeles. Me senté en la silla frente a su escritorio. Lo observé.

— Hola Zac— dijo, sin despegar la vista de sus deberes—, ¿De qué vas a quejarte esta vez?
— Por favor— dije—, no me quejo tanto.
— Me cuesta creer eso.
— No con usted— agregué—. Generalmente todas mis quejas van dirigidas a Emery, mi secretario. Posiblemente es la única persona que quiere escucharme.
— ¿En verdad?— dijo—, ¿Qué está mal con ese muchacho?
— No lo sé pero ojalá no lo descubra porque lo necesito— dije.
— Se ve— dijo mientras dejaba de lado sus papeles. Me observó—. Bien, te escucho.
— He notado que hay ciertas injusticias en el presupuesto de esta escuela— dije.
— Si lo dices por la cafetera nueva en la sala de maestros, deja que te diga que...
— No, no es por eso— lo interrumpí—, aunque ahora que lo dice...
— Olvida la cafetera, ¿De qué injusticias hablabas?
— Con los clubes— dije—. El presupuesto sólo abarca los deportivos.
— El estado envía fondos para los clubes deportivos— dijo él—. De hecho estamos agradecidos por eso, podrían no enviar nada.
— Sí, pero los otros clubes no deportivos no tienen nada más que un espacio para reunirse después de clases. Es más, el club de estudios paranormales se reune en un jardín.
— ¿Hay un club de estudios paranormales?
— Sí— dije—, me sorprende que no lo sepa. Son sólo tres personas, pero merecen la misma atención que los clubes grandes.
— Lamento eso pero no hay mucho que pueda hacer. Estamos a finales de año y las elecciones locales son el año que viene. La administración ya no quiere hacer nada, sólo van a dejarle el trabajo a la gente que vendrá. Tu debes saberlo bien, si todo va como en las encuestas, tu padre será el próximo alcalde.
— Pero necesitamos fondos. El club de teatro está básicamente en la ruina. No pueden presentarse en esas condiciones. Por otro lado, el club de basquetbol recibió balones nuevos la semana pasada, y eso que no los necesitaban.
— Créeme, me gustaría que el gobierno apreciara más otras actividades que no fueran las deportivas, pero no es así. Los clubes deportivos ganan trofeos.
— Los otros clubes podrían ganar cosas en competencias si les dieran la oportunidad— dije.
— Lo sé pero eso ya no está en mis manos. No inmediatamente.
— ¿Entonces qué podemos hacer? Quizá en el club de teatro está un potencial actor famoso. Sería terrible que no pudiera desenvolverse apropiadamente.
— Sé que es injusto. Trataré de hacer unas llamadas pero no prometo nada— dijo.

Salí de ahí bastante deprimido. Desde que era presidente cinco clubes se habían acercado a mí pidiendo ayuda. Yo no podía hacer mucho por ellos. Era demasiado injusto.

Pensé en eso durante el resto del día. Jill había ido por Evan y por mí a la escuela. Eso era bueno para Evan porque ya no podía regresar con Jimi a casa por lo del castigo. La mamá de Jimi iba por él todos los días. Me gustaba que lo cuidaran pero sentía que era terriblemente injusto para Evan, que sólo podía verlo en la escuela. Podía visitarlo los fines de semana. Por sorprendente que sonara, el padre de Jimi había cambiado de opinión sobre Evan. Lo respetaba un poco más porque muy contrario a lo que generalmente haría, Evan no se opuso al castigo, es más, hasta apoyó al padre de Jimi.

Yo creía que más por que quisiera apoyarlo, era porque se había sentido muy mal con lo de Derek. O quizá creía que el castigo les daría tiempo para pensar en su relación. Quizá era de todo un poco.

Evan se la pasaba muy mal sin poder estar con Jimi. Sólo hablaba de eso. Yo trataba de hablar sobre él pero sabía que era imposible, no sin solucionar lo de Jimi. De hecho, era una ventaja que Evan estuviera la mayor parte del tiempo en mi casa. Así podía saber que no estaba bien con nada de eso.

Por las noches Lucille y George pasaban por él... sabía perfectamente que Evan no se sentía cómodo con ellos. Así que decidí optar por una salida fácil.

Ya en el auto, después de que Evan mirara con añoranza a Jimi subiendo al auto de su mamá, le dije que los examenes estaban cerca y que debíamos estudiar.

— Pero aún es pronto— dijo.
— Siempre es mejor prevenir— dije—, pero creo que sería bueno que estudiáramos por las noches.
— ¿Qué significa eso?— dijo sorprendido—, ¿Puedo quedarme en tu casa a dormir?
— Sí, si papá y Jill quieren.
— Por mí está bien— dijo ella—, y sé que a tu papá le gustará la idea.
— ¡Hurra!— exclamó Evan.
— Entonces deberíamos avisarle a Lucille y a George— dije.

Lo que realmente quería era distraer a Evan para que se sintiera menos presionado. Por otra parte, yo agregaba con eso otra cosa a mi lista de pendientes. Una estresante y terrible lista de cosas que me atormentaban. Pero sentía que podía con eso.

Eso creía, hasta que cuando bajé del auto y tomé mis cosas, todo se puso oscuro.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora