145. El diario de Jimi

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Mi día ese 21 de Diciembre había empezado muy bien. Evan y Zac habían ido a mi casa, Papá y Zac molestaron a Evan un rato sin que él se diera cuenta de que lo molestaban y luego me despedí de Zac porque debía ir a visitar a la profesora.
Después Evan y yo fuimos a mi habitación a hablar sobre nosotros. Jason nos había dicho que debíamos hacerlo porque al parecer la razón por la que habíamos tenido muchos problemas era porque nosotros hicimos las cosas muy rápido. Necesitábamos conocernos más.

Sin embargo había algo en mí que hacía que cuando estaba con Evan todo dejara de parecer importante. Sólo podía verlo a él y pensar que era increíble que me quisiera a mí... y las horas volaban.

Así que cuando salí de mi trance mental en donde Evan era todo para mí, mi teléfono estaba sonando. Lo tomé. Era Lucille. Al parecer Zac había desaparecido.

Evan y yo entramos en pánico.

— ¿Y si lo secuestraron?— dijo él asustado.
— ¿Y si accidentalmente abrió las puertas de otra dimensión y fue teletransportado ahí?— dije.
— ¿Y si ya lo abducieron los aliens?
— ¿Y si lo atacó un monstruo?
— ¿Y si los del gobierno lo secuestraron?

Nos miramos.

— Creo que deberíamos detenernos— le dije.
— Sí, probablemente es lo mejor.

Bajamos las escaleras rápidamente.

— ¡Papá, tienes que llevarme a casa de Zac!— le dije.

Él, que estaba leyendo el periódico sentado en el sofá mientras bebía chocolate caliente, me observó sorprendido.

— ¿Qué?— dijo.
— ¡Rápido, no hay tiempo que perder!— dije.
— ¿Por qué?— dijo—, además, está lloviendo mucho.
— Si me presta su auto yo podría conducirlo— dijo Evan.

Así fue como conseguí que papá me llevara a casa de Zac sin que preguntara porqué me urgía ir. Realmente no quería mentirles pero... ya lo había hecho tanto últimamente y con cosas más importantes que simplemente ya nada tenía sentido. Odiaba sentirme así. Era como si una parte importante de mí hubiera muerto.

Llegamos. Llovía terrible por alguna razón. Para colmo, mamá me obligó a llevar el abrigo enorme que sentía que me asfixiaba. Jill estaba muy triste, tratamos de animarla. Laura y Jason llegaron en el auto de Lucille poco después, ella había ido a traerlos.
Gracias a que Laura era muy buena organizado cosas y a que Madie andaba casualmente por la zona, nos dividimos para ir por las calles a buscar a Zac.
Según lo que nos contó la profesora, Zac salió corriendo de su casa antes de que empezara la lluvia. Jason creía que debía estar refugiándose en alguna parte. Como olvidó su teléfono en el abrigo que dejó en casa de Lucille, no podíamos contactarlo.

Laura fue con Madie, Jason con Lucille y Evan y yo con Jill.

Empezamos a recorrer algunas calles. Jill tenía las manos sobre el volante y desde el asiento trasero pude ver que le temblaban. No la culpaba por estar nerviosa, yo también me sentía así.

— Todo va a estar bien— dijo Evan—. Es Zac, es imbatible.

Él parecía convencido. De alguna manera eso me hizo sentir mejor.

— Ojalá mi pobre bebé se encuentre bien— dijo ella.

Evan y yo intercambiamos miradas.

— ¿Bebé?— dijo Evan.
— Así lo siento yo— dijo ella.
— Pero si es más alto que tú— le dije.
— Y más malo— agregó Evan.
— No es malo... sólo incomprendido— dijo ella.
— El otro día en la escuela amenazó a un chico con destruirlo socialmente— dijo Evan.
— ¿Cuándo pasó eso?— dije.
— No lo recuerdo, pero pasó— dijo Evan—. Además, no me deja poner música fuerte en nuestra habitación porque según él “está estudiando”.
— Por eso, está estudiando— dije.
— ¿Quién estudia sin música?— dijo él como si fuera lo más raro del mundo.
— Yo lo hago— dije.
— Jimi, necesito que estés conmigo en esto— dijo—. Además, no es lo único que hace que es malo.

Dicho esto, se puso a enlistar varias cosas que Zac hacía que no le gustaban pero que para él eran un problema. Todas eran ridículas y realmente no debían molestarlo, pero me sorprendió saber que aunque parecían tener una buena relación, también podían tener diferencias.

— Evan, mejor concéntrate en buscar— le dije.

Pasamos un rato en silencio, sólo con el sonido de la lluvia de fondo.
Entonces, después de que recorrimos muchas calles, el teléfono de Jill sonó. Detuvo el auto a un lado de la calle.

— Es un mensaje de Laura— dijo ella—. Zac está con ellas. Voy a llamarle para ver si está bien.

Suspiré aliviado. Ella llamó. Le hizo muchas preguntas pero al parecer todo estaba bien.

— ¿Él se encuentra bien?— pregunté.
— Dijo que sí pero se escuchaba triste— dijo ella.
— Al menos ya apareció— dijo Evan.
— Laura y Madie lo llevarán a casa— dijo Jill—. Hay que ir para allá.

Comenzó a conducir. Parecía menos nerviosa. Después de un tiempo llegamos a casa de Zac. Bajamos.

— ¿Aún no llega nadie?— preguntó Evan.

El teléfono de Jill volvió a sonar.

— ¡Oh no!— dijo ella mientras veía la pantalla de su teléfono.
— ¿Qué pasa?— dije.
— Llevarán a Zac al hospital— dijo ella—. Está muy enfermo...
— En la mañana me dijo que le dolía la cabeza— dijo Evan—, por eso se ofreció a ir conmigo a casa de Jimi, para ver si caminar lo despejaba un poco.
— A mí también me dijo que le dolía un poco pero aunque le insistí en que tomara algo no lo hizo— dijo Jill preocupada.
— Debió empeorar con el tiempo y la lluvia— dije.
—Debo ir con él— dijo ella preocupada.
— También iremos— dije.

Nerviosos todos, llegamos. En la recepción nos encontramos con Laura luego de decirle que ya estábamos ahí. Habían llevado a Zac a emergencias. Gracias a Madie todo estaría bien al parecer pero debíamos esperar.

— Llamaré al padre de Zac— dijo Jill.

Salió del lugar. Evan y yo nos sentamos en los asientos de la sala de espera. Laura caminaba de un lugar para otro.

— ¿Se veía mal?— le preguntó Evan a Laura.
— Estaba teniendo alucinaciones— dijo ella—. Dime tú.
— ¡Zac se morirá!— dije asustado
— Claro que no, el mal nunca muere— dijo Evan—. Una pequeña fiebre no acabará con Zac fácilmente.
— ¿Qué podría acabar con él?— dije.
— Un super héroe— dijo Evan—. Pero uno de los buenos. Como Batman.
— Nunca consideré a Zac como un super villano— dije—, y eso que lo he visto gritarle a mucha gente. Posiblemente no sabe que está gritándole a alguien cuando lo hace.
— Zac siempre ignora que hace cosas— dijo Laura.

Lucille y Jason aparecieron.

— ¿Y Zac?— preguntó Lucille afligida.
— Ya lo están atendiendo pero no podemos pasar hasta que lo estabilicen— dijo Laura.
— Me siento terrible— dijo Lucille—. En verdad no debí...
— No es tu culpa— le dijo Jason—. En realidad nunca parece ser culpa de nadie.

No entendí eso último.

— Necesitas un abrazo— le dijo Evan a ella.

La abrazó. Laura, Jason y yo nos miramos en silencio.

Entonces, al final del pasillo, vi a Will. Y él nos observó ahí. A todos. Se acercó lentamente. Como si no quisiera llegar a nosotros. Entendí porqué cuando pude ver su cara: él ya lo sabía.
Porque nos vio a todos pero faltaba alguien.

Si Zac no estaba ahí era porque algo malo le había pasado.
Pero eso ya debía ser una costumbre para Will.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora