186. El extraño diario de Zac (y un discurso)

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Todos me observaban. No, no quería decir ningunas palabras. Fulminé a Evan con la mirada pero aún así todos esperaban verme caminar hacia el escenario porque no había forma de que no fuera así, yo era su hijo y naturalmente debía decir algo. Pero no tenía nada. Absolutamente nada.

Me levanté de mi asiento lentamente y sintiéndome abrumado. Entonces mi papá habló por el micrófono. Lo observé. Me miró.

— Zac, si me permites un momento me gustaría decir unas palabras— dijo.

Asentí y me senté mientras observaba a papá un poco confundido.

— Antes que nada, me gustaría agradecerles a todos por estar este día con nosotros— dijo él—. La verdad es que el discurso de Evan me dejó pensando en muchas cosas y hay algo que me gustaría que todos escucharan, pero principalmente mi esposa y mi hijo. Qué raro, aún no puedo creer que tengo esposa.

Las personas se rieron un poco.

— Es básicamente la historia de cómo nos conocimos— continuó diciendo papá.

Miré a Jill. Ella se veía muy emocionada.

— No se preocupen, seré breve— dijo él—. Como muchos saben, conocí a Jill porque su hermana, Janeth, trabajaba conmigo. Quizá lo que no saben es que al principio no nos agradamos para nada. Sobre todo porque Jill creía que yo pretendía a su hermana y que planeaba destruir su matrimonio.

Jill se llevó las manos a la cara. Todos se reían. Yo estaba hipnotizado mirando a papá.

— Así que ella se armó de valor un día y me confrontó— dijo papá—. Me enojé tanto porque pensara que destruiría un matrimonio, principalmente porque Janeth y Reginald son mis amigos desde hace bastante y nunca antes existió alguien tan despistada que interpretara mis acciones de esa manera. Me enojé con ella y por unos meses no la volví a ver. Hasta que un día me la encontré en un cine. Ella iba sola y yo también. Realmente ella estaba esperando a una amiga y yo esperaba a Zac. Pero empezó a llover. Así que la amiga nunca llegó y le dije a Zac que se quedara en casa. Ambos íbamos a ver la misma película así que decidimos entrar juntos para no vernos como fracasados que van solos al cine. Al final sólo yo terminé viéndome como fracasado porque la película era de terror y odio ese tipo de películas. Cuando la función terminó, decidí llevarla a casa. Pero mi auto se averió a la mitad del camino. Una grua tuvo que ir por él y mientras la esperamos hablamos un rato. Arreglamos el anterior malentendido y debió ser ahí cuando empezó a gustarme. No lo sabía en ese momento. No lo había planeado. De hecho siempre había pensado que viviría solo con mi hijo hasta que él entrara a la universidad. Ya hasta había planeado adoptar un par de gatos para cuando Zac se fuera. Pero las cosas no fueron así. Afortunadamente no. Porque ella y yo seguimos coincidiendo en lugares y cuando me di cuenta, era la primer persona a la que le enviaba imágenes graciosas que encontraba en internet. No sé en qué momento descubrí que estaba enamorado. Pero al principio pensé que no existía forma de que pudiera ser correspondido. Me preguntaba “¿Porqué una joven, hermosa y maravillosa mujer se enamoraría de alguien divorciado que se pasa todo el tiempo en su trabajo?”. Así que no dije nada. Hasta que un día mientras estábamos en un restaurante elegante ella me dijo de la nada que me amaba. Justo cuando estaba bebiendo vino. Me sorprendió tanto que casi me ahogo, hasta salió por mi nariz.
Recuerdo que le dije “¿En verdad me amas? Porque parece que tratas de matarme”.

Las personas se reían mucho con eso. Yo no conocía esa historia para nada. En realidad nunca les había preguntado. No me interesaba saber de amor porque pensé que no me serviría para nada.

— Lo que trato de decir— continuó mi papá—, es que nunca sabemos qué va a pasarnos. O qué personas conoceremos. En veces creemos que podemos controlar todo lo que ocurre pero no es así. Simplemente algunas cosas pasan y no porque algo empiece mal significa que debe terminar mal. Me gusta pensar que el destino es caprichoso y nos envía a las personas correctas cuando menos lo esperamos. Y como no lo esperamos, por eso no creemos que son las correctas y las dejamos ir. Yo tuve la fortuna de darme cuenta a quién no debía dejar ir. Y ahora me casé con ella. Me he equivocado a lo largo de mi vida muchas veces, tantas que ya perdí la cuenta. Pero ninguna hubiera sido tan mala como dejar ir a Jill. Estoy agradecido de que ella tampoco quisiera irse y vaya que le he dado motivos.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora