46. El diario de Laura

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La cara de Zac en ese momento lo decía todo. Estaba confundido. Sorprendido. Hasta triste.

— No me contaste— dijo, parecía bastante tranquilo, imaginé que era porque ya había hablado con Jason antes.
— Dependía de Will contarte algo tan íntimo— dije.

Me senté a su lado.

— Si me hubieras contado— dijo—, nada de esto estaría pasando. Desearía que nada pasara.
— Yo no tengo nada que ver con esto— dije.
— Yo me hubiera alejado— dijo él—. No mucho, sólo lo suficiente. Así Will seguiría siendo mi amigo. Estaría aún en el lugar de siempre.
— ¿Insinuas que es mi culpa?

Lo observé.

— No, es mi culpa— dijo—. Todo es mi culpa. Pero está bien así, ¿No? Él se ha ido.
— No está bien para mí— dije—, no se suponía que las cosas iban a salir así.
— No sé qué esperaban todos— dijo—. No tengo idea siquiera de porqué esperaban algo de mí. Pero las cosas nunca salen como se planean. Menos las que tienen que ver conmigo. Ahora que lo pienso, ¿Qué esperabas que yo hiciera? ¿Por qué no me contaste? ¿Esperabas que sucediera algo?
— Pues... para ser honesta yo...
— Dices que no quieres tomar parte de esto— dijo—, pero ya lo hiciste, ¿No? Había algo que querías que pasara y no pasó. ¿Sabes porqué?

Negué con la cabeza, todo eso me dolía mucho.

— Porque nunca me preguntaste qué quería. Es más, ¿Siquiera te importaba qué pensaba yo?
— Tú me importas mucho— dije, sentía un nudo en la garganta—, quería que fueras feliz...
— Entonces decidiste por mí— dijo—. Tú y Jason decidieron por mí. Ahora quieren que me sienta mal por no hacer lo que se supone que debía hacer. Por no sentir lo que querían que sintiera. Además, me hacen sentir como si fuera un mal amigo. Tal vez lo sea, pero ustedes también lo son.

Se levantó y me observó.

— No voy a disculparme por no sentir lo que ustedes creen que es mejor— dijo—. La única persona a la que le debo una disculpa es a Will y es porque le dije cosas crueles que no eran para él. Pero nada más. No me voy a sentir mal si él se siente mal por esto. No lo obligué a decir nada. Tampoco voy a disculparme por que él ya no se encuentre en la ciudad. No voy a sentirme culpable por eso. Hasta él entendió que lo que pasó ya no tiene remedio y por eso decidió irse. Es lo mejor para mí y para él. Pero no espero que nadie lo entienda. Porque a nadie le importa qué pienso.

Lo observé irse.

Había tratado de mantenerme fuerte mientras él hablaba aún cuando se me rompía el corazón. Cuando ya no lo vi, no pude soportarlo. Cerré los ojos, como si eso pudiera evitar que mis lágrimas cayeran. No dejaba de decirme a mí misma que no debía llorar porque se suponía que era fuerte y valiente. Yo era invencible.
¿Entonces porqué estaba llorando?

No era justo. Para nadie. No era para nada justo. Porque todos estaban sufriendo. Porque todos creían una cosa. Yo incluso.

En el fondo de mi ser, sí estaba de parte de Will. Me parecía que él era el que más sufría. Sentía que Zac se había equivocado porque Will era su amor verdadero. Creía que después de todo, el amor lo justificaba. Pero eso sólo pasaba en las películas.
En la vida real, yo nunca le pregunté a Zac cómo se sentía. Lo imaginé junto a Will porque eso era lo que deseaba. Pero no podía estar más equivocada. No podía estar más enamorada de una idea. Tan ilusionada estaba que podía jurar que Zac pasaría por alto el hecho de que Will era un chico. Pensé que el amor lo podía todo. Incluso cosas como esas. Quizá a Zac sólo le gustaban las chicas y las probabilidades decían que era lo más obvio. Pero me había engañado creyendo que el amor que sentía Will era todo lo que se necesitaba.

Sólo era yo. Porque hasta Will había entendido eso. Por eso se había ido.

De repente mi vida ya no tenía un rumbo.

Me limpié mis lágrimas. Me quedé ahí un rato. Debía regresar a clases. Pero no quería. Me sentía desorientada. Creía que todo se pondría mejor. Que el problema era Zac. Pero el problema éramos nosotros. Todos, de hecho.

Sólo estaba lastimando gente. Había lastimado a Will cuando lo incité a seguir su corazón. Quizá todas aquellas veces en las que me pareció que Zac correspondía a Will sólo fueron ilusiones causadas porque deseaba mucho verlos juntos. Quizá Zac sólo estaba siendo un amigo atento. Tal vez es todo lo que esperaba de esto. Pero yo había aconsejado a Will. Ahora él sufría. Y Zac me odiaba por aprovecharme de eso.

¿Qué debía hacer? ¿Qué pasaría si estuve equivocada todo el tiempo?

Estaba en eso, sintiéndome completamente desesperada, cuando Jason apareció. Lo observé consternada.

— ¿Qué... qué haces aquí?— le pregunté.
— Fui a buscarte— dijo—. Pero al parecer nunca volviste a tu salón. Entonces imaginé que estabas aquí. Pensé que debiste encontrarte con Zac. Él estaba enojado cuando lo dejé. Confundido y a la defensiva. El escenario más probable era que se había desquitado contigo. Y lo hizo. De otra forma no estarías llorando.

Me levanté y corrí a abrazarlo. Mis ojos se empañaban por las lágrimas.

— No sé porqué— dijo, yo estaba abrazándolo—, sigo dejando que Zac te haga llorar.

Recordé. Esa vez, cuando Zac me había rechazado, él también estaba ahí. Me separé y lo observé. Parecía tan tranquilo como siempre.

— No sé porqué— le dije—, sigo necesitando que vengas a salvarme.
— Bueno, al menos algunas cosas no cambian— dijo.

Me sonrió. Le regresé la sonrisa.
Luego nos miramos.

— Creo que estaba equivocada— dije.
— Todos estamos equivocados— dijo—. Unos más que otros.
— Pero debo ser la peor amiga del mundo.
— Siempre hay alguien peor— dijo—. Además, si nunca te equivocas, ¿Cómo sabrás que estás haciendo las cosas bien?
— No me gusta equivocarme.
— A nadie le gusta— dijo—. Pero no somos perfectos. Tú no lo eres, yo no lo soy, Zac tampoco.
— Me equivoqué con él— dije—. Necesito disculparme pero creo que él no aceptará eso.
— Entonces él debería disculparse también y sinceramente no creo que lo haga— dijo.
— Pero él no está equivocado— dije.
— No hay una verdad absoluta. Solo pequeñas verdades, unas más aceptables que otras.
— ¿Entonces qué debería hacer? ¿Qué harás tú?— pregunté.
— Oficialmente terminé con Zac por el momento.
— ¿Qué?— dije asustada.
— Él no va a aceptar nada de lo que yo le diga.
— Pero te necesita— dije.
— Ahora no. Pero cuando lo haga ya sabrá donde encontrarme. Además, debo hacerlo pagar.
— ¿Pagar?— pregunté.
— Te hizo llorar. Otra vez. No se lo perdonaré tan fácilmente.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora