20. El extraño diario de Zac (y su cumpleaños)

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No sabía en qué playa estábamos, pero era hermosa y no había nadie. Me pareció extraño. ¿Y la gente irritante? ¿Y la contaminación? ¿Y el sentimiento de que no debía estar ahí?

— Zac— me dijo Jill—. Deberías estar disfrutando este día.
— Lo estoy disfrutando más de lo que pensé— dije.
— Pero si estás aquí, conmigo. Deberías estar con ellos.

Me señaló el mar. Evan y Jimi estaban ahí, en traje de baño, montando una escena digna de una película romántica. Yo, por otro lado, estaba en la orilla de la playa debajo del parasol de Jill, en donde ella estaba recostada sobre una silla leyendo un libro.
Sí, no parecía estarme divirtiendo pero en realidad el simple hecho de estar ahí ya era demasiada diversión.

— Vamos— me dijo—, ponte tu traje de baño y únete a los demás.

Los observé. George, que probablemente no sabía lo inoportuno que estaba siendo, se unió a Evan y Jimi. Imaginé que Laura y la profesora debían estar cambiándose en algún lugar.

— Deberías ir a nadar— me dijo Jason, que apareció de la nada. También llevaba su traje de baño.
— Estoy bien por ahora— dije.
— Yo no— dijo—. Sólo hay dos sillas reclinables.

Lo observé. En una silla estaba Jill y en la otra yo.

— A mí no me engañas— dije—, esto de la silla es sólo un pretexto para que me vaya con los demás.
— En verdad quiero la silla— dijo él—. Y no tienes que ir necesariamente con los demás.
— ¿No?
— Es más— dijo—, si quieres puedes cargarme y así compartiremos silla. Pero no será cómodo.

Analicé mis opciones. Ir con los demás (en donde podría molestar a Evan y a George) o quedarme a cargar a Jason en una posición incómoda y comprometedora.

— Odio a tu cerebro— dije y me levanté.

Caminé a los autos. Estúpido Jason y su lógica de sillas, pensé.
Estaba por llegar cuando me encontré con la profesora y con Laura.

Traté de no mirarlas pero era imposible. Usé todo mi poder para resistirme a no verlas, pero fue inútil. Los trajes de baño le ganaban a mi fuerza de voluntad. Particularmente el bikini de la profesora, que podría ganar una guerra por sí solo, claro, siempre y cuando ella lo estuviera usando.

Me pasé de largo pero honestamente estuve a punto de voltear y verlas irse como si fuera un idiota. Un sólo pensamiento recorría mi mente en ese momento: George debía haber sido bendecido por los dioses al nacer o algo parecido.

Llegué al auto de Jill y busqué mis cosas. Me cambié mientras mi mente me reclamaba por ser un idiota y haber rechazado a Laura. Me puse bloqueador solar. Regresé a donde estaban todos. Para mi suerte, las chicas estaban en el agua ya. Menos mal, pensé, se irían parcialmente las distracciones.

— Hola Zac— dijo Jimi.

Lo observé. El mar y Jimi eran dos cosas que parecían no tener nada qué ver pero que tenían todo el sentido del mundo. Él, con el agua y el cielo azul de fondo, mientras me observaba con una sonrisa y sus mejillas rosadas... la imagen perfecta.
Hasta una cancioncilla relajante apareció en mi mente... hasta que se cortó de golpe cuando Evan apareció, atrayendo la atención de Jimi.

Evan, pensé, vete de ahí. Mi cerebro ahora me reclamaba por haber permitido a Evan estar con Jimi.

— Zac— dijo Evan feliz—, qué bueno verte por aquí.

Me gustaría decir lo mismo, pensé.

— Juguemos a algo— dijo George.
— Voleibol— dijo la profesora—. Tengo una red y un balón.
— ¡Amo el voleibol!— dijo Evan.

Todos estuvieron de acuerdo. Hasta yo. Nunca le había dicho que no a ningún deporte y no empezaría ese día.

— Voy por la red— dijo la profesora.
— Yo también voy— dijo Jimi.

Ambos nadaron a la playa y luego caminaron a la orilla. Los observamos irse.

— Es mi esposa— dijo George con orgullo, consciente de que nadie podría quitarle los ojos de encima a la profesora—, hasta que la muerte nos separe.
— No deberías decir eso— dije—, no creo que matarte sea tan difícil.
— Además— dijo Evan—, Luz tiene muchos pretendientes. No duraría mucho tiempo soltera.
— En la actualidad es fácil hacer pasar un homicidio como si fuera un accidente— agregó Laura.

George nos observaba atónito. Lentamente, sin perdernos de vista, se alejó hasta llegar a la playa.

— Creo que lo asustamos— dijo Laura.
— No, nosotros somos adorables— dije.

Pensé que Evan diría algo pero no dijo nada. Parecía pensativo. Lo observé con cuidado. Sus ojos estaban bien fijos en Jimi.

— Tranquilo— le dije—, es imposible que Jimi se pierda por aquí.

Él, que parecía muy concentrado, me observó.

— No es eso, es sólo que...— dijo pero no terminó la frase.
— Pensé que ya habían solucionado sus problemas— dijo Laura.

La miré consternado.

— ¿Qué?— dije—, ¿Qué problemas?
— Estamos bien— dijo Evan—. Pero le prometí algo y... no sé si quiero cumplir esa promesa.
— ¿Qué pasó?— pregunté angustiado.
— Jimi y yo tuvimos un pequeño malentendido— me dijo Evan.
— ¿Pequeño?— dijo Laura con ironía—, pero si tardaron días sin hablarse.
— ¿Qué?— dije asombrado.
— Sé que suena mal pero no lo es. Sólo debo contarle un par de cosas difíciles a Jimi y todo volverá a ser lo de antes— dijo Evan.
— ¿Qué cosas difíciles?— dije enojado.
— Zac, das miedo— dijo Laura.
— Estoy practicando para cuando tenga que desempeñarme como presidente— dije.
— Lo haces muy bien— dijo Evan—. Pareces enojado en verdad.

Lo estaba. No tanto con él, si no conmigo. Jimi había estado pasándola mal mientras yo estaba sintiendo lástima por mí mismo en mi casa. Debí estar con él.

Miré a Jimi caminando en la arena, ayudando a la profesora y a George a instalar la red.
No volveré a irme, pensé. Es una promesa. No volveré a dejar a Jimi solo.

No importaba qué tan duro fuera lo que estuviera pásandome, no volvería a irme.
Miré a Laura. Se había estado comportando muy rara. Posiblemente también le estaban pasando cosas y yo no había estado ahí.

Tal vez no era tan buen amigo como ellos. Pero no significaba que no pudiera serlo.
Ya no era la persona de antes.

Además, ellos no me traicionarían nunca.
Inmediatamente la imagen de Will vino a mi mente. No quería pensar en eso. Porque era demasiado complicado todo lo que tenía que ver con él.

— Todo estará bien— dijo Laura, eso me sacó de mis pensamientos—. Las cosas mejoran con el tiempo. Y no estamos solos. Nos tenemos. Parece que no es mucho, pero es mejor que no tener a nadie.

La observé. Nos sonreía.

— ¡Tienes razón!— dijo Evan repentinamente motivado—, ¡No hay nada que el tiempo no cure!

También lo miré.

— Vayamos con los demás— dijo ella.

Empezó a nadar. Evan lo siguió. Los observé irse.

Nuevamente pensé que ya era suficiente. No más. Sí, me habían pasado cosas malas y posiblemente era la persona a la que peor habían traicionado en todo el país, pero no iba a quedarme siendo así para siempre. Debía ser mejor. Yo era mejor que eso. No iba a volver a bloquearme así. Debía ser valiente. Debía cuidar de los demás.

— El último en llegar le toca recoger todas las cosas al final— dijo Evan.
— ¡Suerte recogiendo todo!— dije antes de tratar de llegar a la orilla.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora