71. El diario de Jimi (¿Por qué Zac?)

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Salí del baño no sin antes mirarme en el espejo. Me veía terrible. No sabía qué hacer así que simplemente fui a mi salón de clases. Cuando llegué, sonó mi teléfono. Lo tomé, era un mensaje de Laura preguntándome en dónde estaba. Le respondí que tenía cosas qué hacer y que no llegaría al jardín. Me contestó diciendo que me vería en la salida entonces.

Me quedé sentado en mi lugar dentro de un frío salón vacío. No podía dejar de pensar. Todo era repentinamente tan claro. Zac y Evan estaban bien juntos. Además, Evan había terminado conmigo. No lo culpaba si veía a alguien más pero... no entendía qué pasaba. Trataba de encontrarle sentido pero simplemente mi cabeza no podía creer que fuera Zac. ¿Por qué con Zac?, pensaba sin parar.

Muchas veces había imaginado que si un día a Evan le gustaba alguien más me dolería demasiado verlo. Pero encontraría la forma de sobrevivir. Sin embargo no se sentía así si esa persona era Zac. Porque no había nadie más perfecto que Zac, nadie que yo conociera mejor y que mereciera todo el amor del mundo.

Quizá en el fondo, lo que más me dolía era que si me comparaba con Zac, yo saldría perdiendo. Aún si quisiera negarme a abandonar a Evan, estaba seguro de que no podía competir con Zac. Él era increíble. Merecía todo pero... aunque quisiera, no iba a poder apoyarlo.
Amaba a Evan. Entendía que Zac pudiera fijarse en alguien como él. Era amable, atento, inteligente, un buen amigo y sobre todo: había estado con él todo este tiempo.

En cambio yo, lo había abandonado cuando más me necesitaba.

Quizá ya era demasiado tarde. Tal vez Evan en todo este tiempo ya se había enamorado de Zac.
Y lo que era peor: probablemente Zac se había enamorado de él. Lo conocía lo suficiente como para saber que aunque estuviera enamorado de Evan, no lo diría nunca. Él preferiría ver a Evan ser feliz conmigo aún cuando tuviera que sacrificar su corazón. Zac era ese tipo de persona. En cambio yo no podía. Quizá esa era la muestra más grande de que él valía más la pena que yo.

Estaba envuelto en mis pensamientos cuando sentí que alguien tocaba mi hombro. Miré. Era Gigi.

— ¿Estás bien?— preguntó.

No pude responder eso. No quería porque entonces iba a tener que mentirle y no quería hacer eso. Así que simplemente negué con la cabeza mientras apretaba mis puños tratando de ser fuerte.

— Necesitas un abrazo— dijo y me abrazó.

Nuevamente, quería ser fuerte. Pero sentía que mi corazón se rompía cada vez más, a cada minuto. Así que dejé de intentar estar bien.

— No sé qué te pasa pero— dijo ella—, creo que todo estará bien.

No dije nada. Sólo quería estar así, sentirme protegido de alguna forma.

— Sé qué te pasa— dijo ella, sin dejar de abrazarme—. Rompieron tu corazón. Lo sé porque te ves como alguien a quien le rompieron el corazón. Pero está bien. Lo sé porque también rompieron mi corazón hace poco.
— Duele— susurré.
— Lo sé. Lo sé perfectamente. Pero está bien. Ahora mismo parece que no está nada bien pero... con el tiempo te darás cuenta de que es lo mejor que pudo pasar y de repente todo el dolor que sentiste tendrá un poco más de sentido.

Escuché sus palabras mientras volaban a mi alrededor y pensaba que nunca iba a estar bien. No sabía qué hacer. O qué decir. Como si la vida se hubiera detenido en el instante en que descubrí que Evan y Zac estaban bien juntos.

No quise decir nada. Sólo me quedé ahí, abrazando a Gigi como si esa fuera la respuesta para todo. El receso terminó. Volvimos a nuestros lugares. Efectivamente como Gigi dijo, ella sabía lo que era tener un corazón roto, porque no me hizo preguntas sobre nada. Sólo estuvo ahí y aunque no decía nada, me hizo sentir que estaba menos solo.

Mientras pasaban las clases, más entendía.

Evan ya había roto mi corazón antes. Pero volvió. Entonces volvió a romperlo. Pero nunca fue él. Era yo, que creía que era él quién me lastimaba. Pero no. Siempre se trató de mí, queriendo desesperadamente mantener a Evan a mi lado.
Imaginé entonces que si Evan volvía a mí y mi corazón se rompía de nuevo por alguna cosa, yo trataría de que él regresara.

Porque no importaba qué tanto doliera, estaba irrevocablemente seguro de que me aferraría a Evan si tenía alguna oportunidad.

Eso no era sano, lo sabía. Pero lo amaba y posiblemente eso era lo más egoísta que podía hacer de todas las cosas que hacía, pero lo quería en mi vida.
Demasiado, tanto que imaginarlo con alguien más me mataba.

Me quemaba por dentro imaginar que él pudiera querer a alguien más de la forma en la que me había querido a mí.

Después de clases, caminé por los pasillos. Quería apresurarme y salir de la escuela sin encontrarme con nadie. No quería que me vieran así. Ya le enviaría a Laura un mensaje luego diciendo que no la vi.

Atravesé la escuela y cuando estaba por llegar a la puerta, alguien me sujetó del brazo. Más que sujetarme bruscamente, fue como una caricia. Reconocía perfectamente quién solía tocarme así. Me giré agitado y miré. Era Evan, que me sonreía. No supe qué hacer o cómo reaccionar.

— Hey, no te vi en el receso, Laura dijo que tenías cosas qué hacer— dijo él feliz.

Oh no, entré en pánico. Porque de repente todo estaba inundando mi mente y no podía pensar con claridad.

— ¿Podemos hablar?— dijo.

Lo miré sorprendido.

Justo eso era lo que yo quería decirle. Pero en ese instante era completamente diferente. Sabía qué quería decirle yo, pero temía qué pudiera decir él.

— Creo que necesitamos hablar de muchas cosas— dijo—. Todo ha cambiado para mí últimamente y... hay algo en especial que debo decir.

Pensé que quizá quería hablar sobre nosotros. Pero y si... ¿Quería hablar de Zac? ¿Y si quería decirme que estaba enamorado de él? ¿Qué haría yo? ¿Podría sobrevivir a eso? ¿Estaría dispuesto a decirle algo sinceramente o le mentiría?

Porque no quería mentirle. Pero parecía que siempre le daba lo peor de mí a Evan, incluyendo las mentiras.

Mi corazón latía agitado. Y mis ojos estaban empezando a humedecerse. Entonces miré al suelo y decidí decirle a Evan lo menos egoísta que podría decir en una situación así.

— No— dije—, no podemos hablar.

Entonces me alejé un poco y su mano que aún sostenía mi brazo, me soltó. Iba a irme corriendo lo más rápido que pudiera pero él me detuvo.

— ¿Por qué no?— preguntó—, ¿Entonces cuándo podemos hablar?
— Nunca— dije y salí corriendo.

Una vez afuera, busqué desesperado el auto de mamá. Lo encontré. Entré. Me dejé caer en el asiento trasero. Ella me observó.

— ¿Jimi?— preguntó.
— ¿Podemos irnos?— dije.
— Sí pero...
— Quiero irme— dije, repasando todo lo que había pasado—, quiero irme ya.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora