154. El extraño diario de Zac (y su imaginación)

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Jimi y Evan usaron poderosas técnicas de persuasión para convencerme de acompañarlos al centro de la ciudad para ver el árbol que estaba ahí.
Mi papá dijo que me haría bien salir un poco. Así que no pude negarme aunque no tenía muchas ganas. Además me sentía de mejor humor gracias a ellos. Les debía eso al menos.

Hacía frío. Me puse el abrigo más calientito que encontré y aún así no era tan grande como el de Jimi, que parecía pesar lo mismo que él. Realmente no me importaba ir en pijama. Con tanta gente nadie se daría cuenta.

Evan sonreía mucho. Jimi también. Se miraban y se pasaban a tocar sus manos de vez en cuando mientras caminaban. Decían que habían discutido pero no les creía. Tal vez sí pero quizá sus sentimientos eran más grandes que cualquier discusión. Por eso parecían muy unidos.

— ¡Zac, quiero una foto con Santa!— dijo Evan.
— Sí sabes que ese no es Santa, ¿Cierto?— dije—, es un hombre disfrazado que sólo busca robar tu dinero.
— Santa no roba, regala— dijo él.
— Éste sí roba— dije—. Tomarse una foto con él es muy costoso.
— Sí pero mi mamá me dio un gran cheque como regalo de navidad anticipado— dijo Evan—. Y quiero una foto con Santa.

Me enseñó su cheque. ¿Por qué lo llevaba en su bolsillo?

— Con esto hasta podrías comprar a Santa— dije—. A él y a todos sus duendes.
— Pensé que eran elfos— dijo Jimi.
— Yo creía que eran enanos— dijo Evan.
— No importa, no quiero ver a Santa— dije.
— Zac, necesitas más espíritu navideño— me dijo Jimi.
— O cualquier otro espíritu— dijo Evan.
— Vayan ustedes— dije—. Los esperaré aquí, bajo el árbol.
— Como si fueras un regalo— dijo Jimi.
— Mi presencia es un regalo— dije—. Y no cualquier regalo. Deberían apreciarme más.
— Por eso no te dejaremos aquí— dijo Evan.
— Tranquilos, no voy a irme— dije—. Cuando vuelvan seguiré aquí.

No parecieron muy convencidos pero se fueron. Prometieron volver rápido. Me quedé mirando las luces brillantes del árbol. Suspiré.
Ya casi acababa el año.

Me quedé ahí un buen rato pensando en lo mucho que habían cambiado las cosas en comparación al año pasado. Todo parecía como un sueño.

La vida era increíblemente caprichosa y cruel. Sobre todo eso último. Estaba pensando en lo complicado que era vivir cuando a lo lejos vi una silueta que podría reconocer en cualquier parte. Me pareció imposible. ¿Qué haría Will ahí?

Sentí que me quedé sin aliento por unos segundos. Pero luego reaccioné. Mi cuerpo se movió automáticamente y corrió hacia él. No sabía que estaba pasando sólo... fui a él. No pensé en nada y simplemente corrí. Esquivé algunas personas. Cuando llegué al pasillo en donde lo vi, ya no estaba. Miré a mi alrededor desolado. Nada, sólo un montón de gente desconocida.

Entonces mi corazón se rompió. Lo sabía porque lo pude sentir perfectamente. Cuando entendí que quizá nunca estuvo ahí y yo lo había imaginado, fue como si me apuñalaran el pecho. ¿Por qué Will estaría ahí después de todo lo que le había hecho? ¿Por qué yo aún esperaba poder verlo? ¿No se suponía que lo había sacado de mi vida para siempre? ¿Por qué lo quería de vuelta?

¿Por qué?

Pero la respuesta a eso nunca llegó. Se perdió entre los murmullos de las personas a mi alrededor. Sólo quedé yo con el corazón destrozado. Me sentía muy triste, como si quisiera llorar pero no podía hacerlo. Simplemente ya no me quedaba ninguna lágrima. Empezaba a pensar que Evan tenía razón: no había ninguna clase de espíritu en mi interior. Sólo un espacio vacío que dejó Will cuando se fue. Mejor dicho, cuando lo obligué a irse.

Él podría haberse quedado. Si yo lo hubiera perdonado. Seguramente al día siguiente de lo que me dijo él iba a ir a mi casa para solucionar las cosas si yo no lo hubiera tratado tan mal. Estaba seguro de que al igual que con Laura, todo quedaría bien.
Seríamos amigos. Él seguiría trabajando en aquel edificio junto a su acosadora recepcionista. Pondría su árbol de navidad en la sala de espera, al lado de su enorme pecera. Yo lo hubiera ayudado. Entonces pasaríamos la navidad todos juntos.

Pero nunca pasó. Por eso yo estaba ahí, en medio de un pasillo mirando a la nada, esperando un milagro, viendo morir mis esperanzas y tratando de encontrar un rostro conocido.

Fue en ese instante cuando sentí ganas de llorar en verdad. Desesperado, navegué entre las personas buscando encontrar un lugar que pudiera brindarme alguna clase de seguridad aún cuando sabía que no importaba el lugar a donde fuera, si era mi casa, la escuela o ahí, sería completamente igual. Yo estaba roto y no podía huir de mí mismo.
Darme cuenta de eso me aterró por completo. Así que entré en un frenesí total en donde buscaba la salida.
Pero cuando más sumido en la oscuridad me sentía, más difícil era avanzar.
Asustado, miré al frente como acto reflejo.

Me detuve en seco. Mi cuerpo se paralizó. Me temblaban las piernas. Mi corazón empezó a latir tan rápido que dolía. Pero mucho, más que nunca. Sólo pude quedarme con los ojos muy abiertos sintiendo cómo las lágrimas empezaban a formar un charquito en mis ojos mientras veía a Will.

Él también me veía. Estaba pálido como si hubiera visto un fantasma. Pero siempre se veía así, sobre todo con el frío. Tampoco se movía, sólo estaba ahí, mirándome.
Parecía el mismo Will de antes. Pero no sonreía. Parecía triste pero a la vez... indiferente. Su cabello estaba distinto y no lo odiaba pero... me gustaba de la forma en la que lo tenía antes.
Entonces pensé en lo fácil que sería acercarme con una sonrisa y decirle que su cabello se veía bien. Quizá él me seguiría la corriente y yo trataría de aparentar que nada de eso pasó, que todo sigue igual a antes de la boda.
Sólo debía caminar hacia él y hablar. Nada más.

Pero mis piernas no se movían. Sabía porqué: él seguía en el mismo lugar, mirándome. No iba hacia mí. De hecho parecía no querer hacerlo.

Laura tenía razón entonces. Él ya no quería ser mi amigo.

Mis ojos ya no podían aguantar las lágrimas. Pero no quería irme. Deseaba seguir mirándolo porque hacía mucho que no podía ver su cara y en verdad la extrañaba. Además, no sabía cuándo lo volvería a ver. No quería engañarme, él estaba ahí porque no podía irse ya que el lugar estaba tan lleno que era imposible moverse.
Pero me gustaba pensar que se quedaba por mí. Me gustaba pensar que también estaba pensando en ir hacía mí y arreglar las cosas.
Me gustaba pensar que aunque llevábamos viéndonos unos cuantos segundos apenas, el tiempo sería infinito.

Pero eso no pasó.
Alguien llamó su atención. Él desvío su mirada. Era Madie, que apareció de repente.
Cuando él la miró, yo me moví en una dirección completamente opuesta a la suya. No me importó pasar a empujar a la gente. Sólo me alejé.

El Zac de mi imaginación se hubiera acercado a Will para hablarle de su cabello. El Zac de la vida real salió corriendo mientras se limpiaba sus lágrimas y se insultaba internamente.

Sólo eso me quedaba.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora