38. El extraño diario de Zac

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En mi casa, mientras veía a Evan comer papitas, sentí que no, eso de pensar que debía hacerme cargo de él era una mala idea.

— ¡Deja de comer papitas!— le grité.
— Tú estabas comiendo uvas hace un momento— dijo—. No veo porqué yo no puedo hacer eso.
— Las uvas son frutas.
— ¿Y?
— Son saludables— dije.
— Bien. Dame uvas.
— Lo que quiero es que dejes de comer y te concentres— dije—. Estamos en medio de algo serio.
— Estoy concentrado. Pero Zac, esto es aburrido. ¿Y si hacemos algo divertido?
— Podemos hacer que superes tus traumas y divertirnos al mismo tiempo.
— Yo tengo una mejor idea— dijo—. Podemos pedir prestado un auto.
— ¿Para qué?
— Te enseñaré a conducir— dijo feliz.
— ¿Sabes conducir?— pregunté escéptico.
— Bastante. Antes Luz solía prestarme su auto, hasta que por error lo estrellé contra una pared.
— ¿Y aún así quieres enseñarme a conducir?
— Fue un error— dijo—. Me distraje un poco y no me di cuenta. Pero eso ya no pasará ahora.
— De pura casualidad— dije—, ¿Cuál era tu distracción en ese momento?
— Estaba comiendo.
— Déjame adivinar— dije—, comías papitas.
— Eran deliciosas. Pero independientemente de eso creo que puedo enseñarte.
— Mejor en otro momento— dije—, primero resolvamos tus asuntos. Además, no tenemos un auto.
— Claro que sí— dijo—. George o Will va a querer prestarnos sus autos, sólo debemos pedirlo.

No, definitivamente no.

— Creo que mejor deberíamos hablar sobre ti. Después de todo, a eso has venido— dije.
— Suena aburrido.
— Evan, no debemos perder tiempo.
— Estoy bien— dijo—. Lo entiendo. Sé que de alguna forma sólo he estado huyendo todos estos años porque tenía miedo. Pero pensé que tú entendías eso. Es decir, no sé nada sobre ti pero... siempre imaginé que al igual que yo, tienes algo en algún momento de tu vida que te gustaría olvidar. Como si pudieras salir corriendo para no volver nunca. ¿Sabes a qué me refiero?

Lo observé.

— Lo sé— dije, desanimado—. Entiendo y mejor de lo que te imaginas. Aunque yo jamás sospeché que estabas huyendo de algo.
— Tengo muchos años de práctica ignorando cosas no me agradan— dijo—. Además, cuando conocí a Jimi en verdad olvidé que tenía problemas. Pudo seguir así pero... sé que volvería. Todo siempre vuelve.
— Y en los peores momentos— dije.

Me sentía culpable. Si había algo que me estaba quemando por dentro era la forma en la que le había hablado a Will. Porque la persona que le dijo muchas cosas ese día no había sido yo. Era el Zac de antes, que aún huía de todas esas cosas que pasaron.

— Sé qué debo hacer— dijo—. Debo hablar con mis padres. Pero necesito tiempo. Quiero hacerlo y parecer convincente. No quiero que parezca que lo hago por obligación. Quiero sentirlo de verdad. Pero no ahora.
— Sí, necesitas tiempo, también entiendo eso— dije.
— ¿De verdad?
— Hablar ahora es incómodo, ¿No?

Él me observó.

— Bastante. Seguramente así te sientes tú también... con Will, ¿No?

Lo miré sorprendido.

— ¿Qué?— dije.
— Tú y Will. No sé qué pasó pero... quiero pensar que si no lo han resuelto es porque necesitas tiempo para que deje de ser incómodo. Pero lo resolverás, ¿Cierto?

Nos observamos.

— No lo sé— dije.
— ¿Es difícil? Porque si no puedes puedo ayudarte. Sólo acércate a él... Will es genial, si hiciste algo seguramente te perdonará. Puedes fingir que nunca pasó, él lo aceptará, te lo juro.
— Todos piensan que Will es genial. Incapaz de herir a nadie— dije—. Me debo ver muy culpable con todo esto.
— Mucho, honestamente— dijo—, en comparación Will es un adulto con un historial casi perfecto. Tiene más credibilidad que tú. Claro, no digo que tú seas culpable de todo pero... ¿Tan malo es aceptar que podemos equivocarnos? Es decir, cuando pasan cosas... por más víctimas que seamos siempre vamos a tener parte de la culpa, aunque sea muy pequeña.

Lo observé. ¿Desde cuando era tan sabio?

— Me das miedo— le dije.
— Lo sé. Pero siempre he pensado eso. No es una opinión muy popular.
— La gente te destrozaría si te escuchara decir eso— le dije—. A las personas les gusta pensar que son víctimas de todo. Bueno, tenemos un sistema de justicia que les hace reafirmar esa posición.
— Pero tenemos la culpa de cosas que nos pasan— dijo él—. Por ejemplo, si un día vas caminando por la calle en la noche y aparece un ladrón para asaltarte, ¿De quién es la culpa?
— Del ladrón— dije.
— En un mundo perfecto sí— dijo él—. En un mundo en donde la gente no debería robar sí. Pero en un mundo en donde robar se supone que está mal pero que orilla a una persona a hacerlo, no. Sí, es un 80% de la culpa del ladrón por querer violar una ley. Pero el otro 20% de la culpa sería tuya. No debiste caminar en la noche si sabías que era peligroso. Pero lo hiciste. Sea cual sea la razón, lo hiciste. Entonces también eres culpable.
— Parece una resolución muy cínica— dije.
— Vivimos en un mundo cínico. Lo que trato de decirte es que no importa qué problema hayas tenido con Will, él y tú tienen un porcentaje de la culpa. Entonces no creo que deberías esperar a que él se acerque a ti a pedir perdón. Deberías hacerlo tú.
— Entiendo eso— dije—. Lo que pasa es que creo que no es bueno que yo siga en su vida.
— ¿Por qué no?— preguntó—, ¿Vas a secuestrarlo para después matarlo y guardarlo en el congelador para consumirlo por partes hasta que obtengas su juventud?
— No, y deberías ver menos películas de terror.
— Deberíamos ver películas de terror. De esas antiguas que no seguían leyes de censura y que son terriblemente explícitas.
— Evan, no tenemos tiempo para eso.
— Entonces háblame de lo que pasa contigo y con Will.
— ¿Qué película quieres ver primero?— dije.

Me observó.

— ¿No confías en mí?— preguntó.
— No confío en nadie, ni en mí mismo— dije.
— Qué triste. Pero no es tu culpa, parcialmente.
— No sé porqué hablamos de mí si se supone que debería estar trabajando en ti.
— Tú pareces tener más problemas que yo— dijo—. Deberíamos trabajar contigo primero.
— Soy yo quién está a cargo.
— ¿Por qué? Soy mayor que tú. Y mis problemas son más personales que otra cosa. ¿Qué hay de ti? ¿Qué pasa en esa cabecita tuya que no te deja confiar en los demás?
— Confío en Jimi— dije.
— No totalmente.
— Evan, estás empezando a molestarme. ¿Podrías dejar de presionarme?
— Tú me estás presionando a mí también.
— Bien— dije—. Dejemos esto. Cada quién resolverá sus problemas a su modo. Eres libre de irte, con todo y tus traumas.
— Ya lo estás haciendo de nuevo— dijo—. Me estás alejando. Siempre lo haces.
— Sólo dije que para evitar presionarnos mutuamente deberíamos ser más individuales.
— Me quieres alejar de ti, como todo. Acéptalo Zac, aunque somos tus amigos siempre estás a la defensiva.
— Claro que no.
— ¡Pero sí es cierto!— dijo—, ¡Huyes de nosotros cuando queremos involucrarnos contigo!
— ¡Claro que no!
— ¿De qué huyes? ¿Qué es lo que te asusta? ¿Por qué no quieres confiar en nosotros?
— ¡Ya te dije que sí confío!
— Pero sólo en Jimi. ¿Por qué?— dijo.
— Porque Jimi es perfecto.
— ¿En verdad?
— ¡Deja de tratar de entenderme!
— ¡Tú deja de huir!— dijo.
— ¡No estoy huyendo!
— ¡Sí lo estas!

Nos miramos. Ambos estábamos enojados. No me gustaba sentirme así, era como si de repente estuviera dentro de una caja sin salida que iba haciéndose cada vez más pequeña.

— No me gusta confiar en nadie— dije—. Porque si confías pueden lastimarte. Pero confíe en Will. No me di cuenta, sólo lo hice y... ahora ya no está.

Él me observó.

— Te lastimaron una vez pero no siempre es lo mismo— dijo.
— Tratándose de mí sé que volverá a pasar.
— No con Jimi— dijo—. Confías en Jimi, ¿No?
— Jimi es diferente— dije.
— Siempre dices eso— dijo—. Te creo. Tus acciones con él hacen que piense que definitivamente crees que es diferente. Hay veces en las que... incluso parece que él... te gusta.

Nos miramos.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora