192. El extraño diario de Zac (y un sueño)

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— Ya te respondí esa pregunta en otra boda— dijo él—. La respuesta no ha cambiado.

Lo recordé.

— Pero han pasado muchos días— dije.
— Aún así— dijo y me tomó de los hombros, lo observé atentamente—, sigo sin pensar en nada más que no seas tú. Todavía pienso que tengo suerte en poder conocerte. En poder hablar contigo. Cada paso que doy lo hago en tu dirección, aún cuando quería alejarme de ti. Todo me lleva a ti. Y estoy más seguro que nunca que si tuviera que cambiar todo lo que soy por un instante más a tu lado, lo haría sin pensarlo. Así que no digas que eres egoísta o malo, porque nadie es ni será nunca como tú. No digas que merezco algo mejor que tú porque pienso que no hay nadie mejor. Y también quiero llorar, disculparme y volver a llorar. Porque vivir sin ti casi me mata. Seguí con vida milagrosamente, imaginado que encontraría una manera de recuperarte y arrepintiéndome de decirte cómo me sentía. Pero creo que no decirte nada me hubiera matado en verdad. Una parte de mí no se arrepentía y... no puedo creer que digas que me quieres. Porque es lo único que he deseado en mi vida. Lo único que quiero. Lo único que necesito.

Me dolía el corazón. Me sentía feliz y asustado. Todo era demasiado bueno y doloroso a la vez.
Él acarició mi rostro. Cerró el espacio entre nosotros. Lo miré. Mi corazón latía agitado muy rápido. Me temblaban las piernas. Me costaba trabajo respirar. Su sola presencia me abrumaba tanto que hasta pensar era difícil.

— ¿Qué pasará ahora?— le susurré.
— ¿Qué quieres que pase?
— No lo sé, no pensé llegar tan lejos jamás en mi vida— dije.
— Yo siempre me imaginé mi vida contigo— dijo.
— Yo acabo de descubrir que quiero estar contigo— admití.
— Puedes empezar a imaginar cosas apartir de este momento.

Sonreí. Me sentía extraño. Y no podía dejar de reír, nunca antes nada me había salido tan perfecto. Aún se sentía como si fuera un sueño. Porque Will aparecía en mis sueños constantemente, pero nunca se quedaba mucho tiempo. Empecé a temer que pudiera pasarme eso. Así que lo abracé. Y él me abrazó también.

Deseé que no pasara nada más. Todo estaba bien. Él no desaparecería si yo no lo soltaba. Si se iba a alguna parte tendría que llevarme con él porque no planeaba alejarme.

Descubrí que mucho más que la oscuridad, perder a Will daba más miedo. Aún cuando ya lo había perdido antes.

Me sentía cansado, como si hubiera caminado muchos kilómetros. Tanto física como mentalmente. Posiblemente ese había sido el día más largo de mi vida.

El cansancio me decía que todo era real, pero aún me sentía en un sueño. Uno que no quería que terminara. Tenía mucho por decir. Pero mi mente estaba enfocada en aferrase a Will como si pudiera desaparecer.

Quería preguntarle si él se sentía igual.

Entonces la puerta se abrió de golpe. Escuché el ruido y ni aún así me alejé de Will. Quizá nos separamos un poco pero mis manos aún lo tocaban. Ambos nos giramos a nuestro costado. Era Evan. Encendió la luz. Me cegó momentáneamente. Para cuando la confusión me dejó, Evan ya estaba a nuestro lado mirándonos como si fuéramos fantasmas.

— ¿Qué está pasando?— preguntó muy confundido—, ¿Estaban peleando?
— ¿Qué?— dije—, ¡No! ¡Era un abrazo! Sólo un... abrazo...

Eso último fue raro decirlo. Demasiado extraño.

— ¿Significa que ya son amigos otra vez?— preguntó Evan feliz.

Miré a Will. Realmente no había pensado en eso. Y por la cara que tenía él, podía asegurar que tampoco lo había pensado. No lo culpaba, si en la mañana me hubieran dicho que por la noche besaría a Will me hubiera muerto de risa. Lo que me hizo recordar que yo lo había besado. Lo que me hizo pensar que era demasiado vergonzoso.
Él también lo pensaba porque su cara se puso roja. Lo que hizo que me sintiera más avergonzado. Desvíe mi mirada a Evan.

— ¡Claro que sí!— dijo Evan mientras nos abrazaba a los dos—, ¡Extrañé tanto verlos juntos! ¡Ahora podemos ser amigos para siempre!

Claro, pensé mientras me perdía en algún punto infinito de mi habitación. No era cierto. Will no era mi amigo. Al menos yo no lo quería como amigo. Lo que me llevaba a pensar en qué demonios estaba pensando porque no tenía idea de qué pasaría después. Es decir, ¿Qué seguía?

Evan nos soltó.

— ¡Vamos a la fiesta!— dijo Evan feliz—, ¡A Jimi y a los demás les gustará ver que están juntos otra vez!

Nos tomó de la mano y nos sacó de la habitación. No dije nada porque mi cerebro no me dio para más. Seguía abrumado pensando en qué pasaría después. Cuando me di cuenta ya estaba en el salón lleno de gente. Las luces y el ruido me confundían. Todo era tan incierto. Todo menos algo. Evan nos soltó y empezó a hablar sobre lo fabuloso que era que hubiéramos arreglado nuestras diferencias pero yo ya no lo escuchaba. Me acerqué a Will lentamente y tomé su mano. La apreté fuerte, como si mi vida dependiera de ello.

Quizá así era.
Al menos así se sentía.

Como si fuera a despertar de un sueño de mil años y siguiera en mi cama fría, solo aunque me rodearán muchas personas, gente increíble pero que aún así no lograra llenar el espacio en mi pecho que estaba vacío, porque era para Will, únicamente para él y nadie ni nada podía tomarlo.
Había tardado demasiado en darme cuenta porqué.

Pero el calor de su mano me hacía pensar que era real. No era un sueño. Ya no tenía miedo. Al fin había encontrado algo que nunca había sido tan claro para mí. O me habían encontrado a mí. No estaba seguro.
Con lo tonto que yo era estaba seguro de que fue Will quién me encontró.

— Zac, ven un momento— dijo Jill que apareció repentinamente.

Tomó mi otra mano y me llevó con ella. Will me soltó. Lo observé. Realmente no quería irme. Todo había cambiado. Tan rápido, de un instante para otro. Era como si no me importara nada más que él.

Quizá era porque debía compensar tantos días de abandono, tanto que me sentía desesperado por estar a su lado. Ansioso y desesperado.

También perdido. Pero no me asustaba estar perdido. Siempre y cuando pudiera sostener esa mano aunque fuera una sola vez más.

Era suficiente. Porque después de no tener nada, cualquier cosa era suficiente. Recordé todas esas terribles semanas. Y sentí ganas de llorar. De salir corriendo hacia él y abrazarlo para no sentirme solo y perdido.

— Tomaremos unas fotos y luego podrás ir con tus amigos— me dijo Jill muy feliz—, ¿Te estás divirtiendo?
— No lo sé— dije.
— Tu cara está roja... ¿Te sientes bien?— preguntó.

La observé. Se veía preciosa. Me sentí tonto por todo lo que le hice pasar.

— Mejor que nunca— dije—. Así que no te preocupes por mí. Estaré bien apartir de hoy. Lo juro.

Ella me sonrió.

— Siempre me voy a preocupar por ti— dijo ella con dulzura—. Aún cuando seas más alto y listo que yo. Sobre todo ahora que legalmente estoy casada con tu padre.
— Me vas a hacer llorar— le dije.
— No lo hagas porque entonces yo lloraré y he estado tratando de ser fuerte todo este tiempo— dijo ella.
— No está mal llorar de vez en cuando— dije—. Es más liberador de lo que piensas.
— Lo sé. Sobre todo si es de felicidad— dijo ella.

No sabía si Jill podía leer mi mente pero por la manera en la que me sonrió, entendí que sabía que todo estaba bien conmigo. La abracé. Ella también.

Todo era perfecto. Todo me estaba saliendo bien.
Era extraño.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora