91. El diario de Jimi (en casa)

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Evan estaba enojado. Mucho. Por otro lado, George se había dedicado a hablar en todo el camino para controlar su furia. Jason sólo miraba por la ventanilla. Parecía sereno pero realmente no lo estaba.
Yo me sentía mejor, ya era dueño de mí mismo. Mi cuerpo aún tenía los músculos tensos, pero me sentía protegido. Nada que ver en cómo me sentía en el anterior auto.

Evan se sentó junto a mí en el asiento de atrás. Me dediqué a mirarlo de reojo. Se había enojado demasiado cuando se enteró de lo que pasó. Entonces trató de salir pero todos lo detuvieron. Deseaba decir algo pero Jason le dijo que lo que se debería hacer dependía de mí y que él no debía tomar desiciones que no le correspondían. Él se enojó con Jason por eso. No lo dijo pero yo lo sabía.

En todo el camino sólo miré mis manos. Me quedé en silencio. No podía ser de otra forma. Me sentía adolorido, como si acabara de escalar una montaña muy alta. Todo mi cuerpo me dolía. El pecho más.

Llegamos. Traté de bajar pero mis piernas aún temblaban. Jason me ayudó. Estaba por poner un paso cuando Evan me levantó entre sus brazos. No dijo nada, sólo me llevó. Lo miré pero él no regresó la mirada.

— Bien, ahora todos deben fingir que no pasó nada— dijo Jason—, yo me encargo de lo demás.

Mamá fue a abrir. Se sorprendió mucho por verme así. Jason le dijo que me caí cuando iba corriendo.

— ¿Solo fue una caída?— dijo ella—, ¿Entonces porqué lo traen cargando?
— A Evan le gusta cargar cosas— dijo George nervioso—, no es como si Jimi fuera una cosa, yo no estoy diciendo eso, obviamente hay hombres malos que podrían pensar que Jimi es una cosa que se puede tomar, y tampoco digo que hoy alguien haya pensado de esa forma... es decir...
— George necesita usar el baño— dijo Jason.
— Eh... adelante— dijo mi mamá confundida.

Nos dejó pasar. Yo quería bajar y abrazar a mamá.

— Llevaré a Jimi a su habitación— dijo Evan inmediatamente.

No pude decir nada, él directamente empezó a subir las escaleras nada más entramos.
Cruzamos el pasillo. Yo seguía en silencio. Abrió mi puerta. Hacía mucho que no estaba ahí. Entró conmigo a cuestas. Estaba oscuro pero no encendió la luz. Me sentó en la cama. Prendí la lámpara de mi buró. Traté de acomodarme debajo de las sábanas. Miré a Evan. Se sentó junto a mí.

— ¿Estás bien?— preguntó.

Lo observé. No, no me gustaba verlo con el seño fruncido. Así que estiré mi brazo hasta su cara y toqué su frente, de forma que pareciera menos enojado.

— ¿Qué haces?— dijo.
— Trató de que te veas menos furioso— dije.
— Imposible, estoy furioso— dijo.
— Pues no deberías...
— Sí debería— dijo enojado—, de hecho debería estar ahora mismo golpeando a alguien.
— No, definitivamente no...
— ¡Definitivamente sí!— dijo exasperado.
— No, tú... deberías estar aquí... conmigo...

¿Sería ya demasiado tarde para decirle todas aquellas cosas que tenía planeado?, pensé.

— Aquí estoy— dijo y tomó mi mano.

Miré nuestras manos unidas. Entonces también noté que mi muñeca tenía una marca extraña alrededor. Era donde Derek me había agarrado con fuerza. Evan también lo notó así que retiré mi mano y la escondí debajo de las sábanas. Me sentía avergonzado. No se suponía que así pasarían las cosas.

— Deberías descansar— dijo.
— Me siento bien...
— No te veías bien— me interrumpió. Se levantó y caminó por mi habitación—. Nada está bien. Así que no me digas que sí porque sé que no es cierto.
— ¿Entonces qué debería decir?— pregunté.
— Deberías quejarte. Entonces yo tendría razones para matarlo y...
— Estoy bien ahora— dije—. Y no voy a quejarme porque no quiero que te metas en problemas... además... lo que pasó fue mi culpa y...
— No digas que es tu culpa porque no es así.
— Pero lo es— dije—. Debí hacer caso a las advertencias pero sólo las ignoré...
— Ya te dije que no es tu culpa, todos te lo dijeron también, ¿Porqué no quieres entenderlo?— dijo.

Mamá entró en ese instante.

— Hola... ¿Están bien?— dijo—, ¿Por qué está todo tan oscuro?
— Porque es halloween— dije.
— Ah... de acuerdo— dijo ella muy confundida—. Sólo quería ver si estaban bien pero ya veo que sí... así que sigan con lo suyo.

Sonrió y se fue.
Evan, más calmado, se sentó en mi cama. Nos quedamos en silencio un rato. Un terrible silencio que me hacía sentir muy mal.

— Jason dijo que ya hablas con tus padres— dije.
— No cambies el tema— dijo.
— ¿Por qué?
— Porque no tienes que esconder nada. Si te sientes mal, o triste, o asustado, o enojado o lo que sea, no debes esconderlo, al menos no de mí.
— Pero no me siento así— dije—. Estoy en casa, contigo. Me siento a salvo.
— Pues no deberías— dijo—. No pude salvarte. No pude evitar que te lastimaran aún cuando juré que lo haría.
— No es tu culpa— dije.
— Tampoco la tuya.

Nos observamos.

— Quizá es de ambos— dije—. Un poco de culpa es de nosotros. Dejémoslo así.
— Pero la mayor parte de la culpa sigue siendo de él, ¿No?
— Quiero pensar que sí.
— Entonces...
— ¿Podemos no hablar de eso?— dije—, no quiero recordarlo.
— ¿De qué deberíamos hablar? Porque debemos hablar.

Él, que aún traía su disfraz puesto, se quitó su corona. La puso sobre el buró. Iba a decirme algo cuando un teléfono sonó.

— Creo que es el mío— dijo.

Buscó en su bolso. ¿Desde cuando tenía un teléfono?
Contestó.

— ¿Zac?— dijo—, espera, Jimi está aquí, te pondré en altavoz.
— ¿Jimi?— dijo Zac.
— Hola— dije.
— ¿Estás bien? ¿Estás a salvo? ¿Necesitas algo?
— Me siento bien— dije.
— Te estuve llamando pero nunca contestaste— dijo.
— Es que dejé mi teléfono en mi abrigo... y dejé mi abrigo en el auto de Will— dije.
— ¿Con... Will?— dijo sorprendido.
— Sí— dije—, supongo que debo ir por él.
— Ah...

Zac se quedó en silencio un rato.

— Zac, ¿Sigues ahí?— preguntó Evan.
— Sí, claro... es sólo que... estaba pensando en cosas...
— Yo también— dijo Evan—. Zac, dile a tus padres que no me esperen hoy. Me quedaré toda la noche aquí.
— ¿Qué?— dije sorprendido.
— Yo les digo, adiós, buenas noches— dijo Zac y se terminó la llamada.

¿Zac estaba conspirando contra mí?
Evan se cruzó de brazos y se sentó más cerca. Me miró.

— Hablemos— dijo.
— ¿En verdad te quedarás toda la noche conmigo?
— Sí— dijo—. Hay mucho que debemos hablar. Al menos que no quieras.
— Realmente no quiero.

Nos observamos.

— Entonces podemos quedarnos en silencio— dijo, sonaba un poco decepcionado.
— No. Debemos hablar. Yo estaba ahí por eso— dije—. Fui a esa fiesta porque hay cosas que debo decirte...
— Espera un momento— dijo él—, ¿Estabas ahí por mí?
— Pues sí pero...
— ¿Significa que es mi culpa?
— ¿Qué? ¡No!— dije.
— Sé que es mi culpa— dijo—, si tan sólo hubiera dicho algo esa vez en la que querías hablar nada de esto estuviera pasando...
— No es tu culpa, estabas pasando por una mala situación— dije.
— ¿Y eso qué?— dijo enojado—, no justifica nada.
— No era un buen momento— dije—. Para nadie realmente.
— Pero ya no importa— dijo—. Lo único que sé ahora es que no pude protegerte aún cuando juré que lo haría. Aún cuando prometí que no dejaría que nada nos separara... yo nos separé.

Miró el suelo. Lo observé ahí, mientras se lamentaba.

— Yo tampoco pude ayudarte— le dije—. Aún cuando juré que lo haría. También nos separé. Pero después de todo, aquí estás y aquí estoy yo. Las malas situaciones no nos separaron pero seguimos aquí.
— Sí, pero tuvo que pasar todo esto— dijo—. Pudimos evitarlo. Pude hacerlo si no fuera tan idiota...
— No me importa— dije—. Honestamente no me importa lo que pasó. Lo único que ahora me interesa es que estás aquí y... desearía que tú solamente pudieras pensar en eso también.
— No puedo— dijo—. No puedo, sinceramente no puedo.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora