172. El extraño diario de Zac (y las galletas de Jimi)

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Había dicho que estaría bien pero no lo estaba para nada. Esa noche no pude dormir ni un poco. Sólo pensaba en lo que dijo Jason. Y en algunas ocasiones lograba refutarlo por completo y me sentía furioso con él por decirme eso, pero en otras parecía que tenía la razón y entonces me abrumaba demasiado que no sabía qué pensar. Todo era confuso.

Al día siguiente, ya en la escuela, entré a mi primera clase y lo primero que vi fue a Jason. Había llegado temprano. Evan había ido conmigo pero se quedó en la entrada a esperar a Jimi. Así que sólo estábamos los dos. Me daba miedo hablarle. Así que no lo hice. Fingí estar ocupado leyendo un libro.

— Sí que estás mal— dijo él.

No respondí.

— Si quieres engañarme al menos hazlo bien— dijo—. Estás leyendo un libro de historia siendo que ahora tendremos clase de biología.

Lo observé. Sí, tenía razón. Hasta para pretender era malo. Dejé el libro sobre la mesa.

— Te ves terrible— dijo.
— Gracias— dije.
— Tú me pediste ser honesto y yo lo hice— dijo—. Esa es mi opinión. Así que si te interesa saber las razones que sustentan mi punto de vista, te las diré.
— ¡Claro que quiero saberlas!— dije enojado—, ¡Así que habla o te despido!
— Te las pude decir ayer por teléfono pero la llamada se cortó repentinamente— dijo.
— No se cortó, yo la terminé— dije molesto.
— Qué mal, pudiste esperar para escuchar mis razones y quizá hubieras dormido mejor por la noche— dijo.
— Jason, no estoy de humor, dime lo que tienes que decir— dije.
— De acuerdo. Pero recuerda que es sólo mi opinión— dijo—. La última palabra la tienes tú.

Lo observé consternado.

— ¡Miren, tengo galletas!— gritó Evan.

Salté del susto. Estaba tan concentrado en Jason que no lo vi entrar. Lo observé.

— Jimi horneó galletas ayer sólo para mí— dijo Evan—. Tienen formas divertidas. Mi favorita es la que parece dinosaurio. La voy a guardar para siempre.
— ¿Me das una?— le preguntó Jason.
— ¡Claro que no!— dijo Evan—, ¡Tú estabas molestándome el otro día diciendo que te casarías con Jimi así que no te daré nada!
— No sabía que eras tan rencoroso— le dijo Jason.
— ¡Son mías y se ven deliciosas!— dijo Evan.

Siguió presumiendo sus galletas. Yo dejé de escucharlo. Seguía pensando en lo que iba a decir. Una parte de mí no quería escuchar nada.
Llegaron más personas. Así que no pude hablar con Jason. Las clases transcurrieron con normalidad. Yo me sentía ansioso. Ya quería que llegara el receso.
Las clases duraron una eternidad. Hasta que llegó la hora del almuerzo. Me levanté rápidamente. Miré a Jason. Estaba hablando con Evan.

— ¡Noooooooo!— dijo Evan muy triste.
— Te dije que iba a pasar— le dijo Jason.
— ¿Qué pasa?— pregunté.
— ¡Me comí la galleta con forma de dinosaurio!— dijo Evan con dramatismo.
— ¿Cómo pasó eso?— le pregunté.
— ¡No me di cuenta que la tomé por error!— dijo muy triste.
— Quizá Jimi tiene más— le dijo Jason.
— ¡Sí, puede ser!— dijo Evan feliz—, ¡Jason, eres un genio, siempre tienes razón!

Salió corriendo. Eso último que dijo me hizo sentir mal. Porque en retrospectiva era cierto. Jason no solía equivocarse.

Seguimos a Evan hasta el jardín. Jimi no estaba ahí pero Laura sí.

— Buscaré a Jimi— dijo Evan.

Salió corriendo. Saludé a Laura.

— Hola chicos— dijo.

Nos observó.

— ¿Está todo bien?— preguntó.
— Claro— dijo Jason—. Al menos todo lo que tiene que ver conmigo.

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora