116. El extraño diario de Zac (y una conversación)

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Viajé en tren de regreso a casa. Papá quería que fuera en avión pero no iba a subirme en uno de esos, deseaba seguir vivo así que no me arriesgaría a un accidente aéreo. Aunque las posibilidades de tener uno eran pocas... pero realmente no tenía una razón del porqué seguir vivo, todo era un desastre horrible.

Estaba sentado mirando por la ventana mientras escuchaba música con mis auriculares cuando recordé que había puesto mi teléfono en modo avión (vaya ironía porque odiaba los aviones), imaginé que quizá no tendría buena recepción mientras atravesaba las colinas, pero no, mi teléfono funcionaba mejor que nunca. Tenía como cincuenta llamadas perdidas, miles de mensajes y notificaciones de muchas aplicaciones. Todos se habían tratado de comunicar conmigo.

Sobre todo Jimi.

Aún no sabía qué decirle. Quizá sólo debía disculparme y ser lo más honesto que pudiera. Si después de eso ya no quería verme... lo aceptaría. Había traicionado su confianza. Merecía lidiar con las consecuencias. Aunque me dolía sólo pensarlo.
No quería perder a Jimi. Definitivamente no. Era mi Jimi. Su sonrisa me hacía feliz. Me mataría ya no tener que verlo más. No podía seguir perdiendo amigos.

Aún no me había recuperado de perder a Will... y quizá a ese paso nunca lo haría.

Suspiré.

Así que tomé mi teléfono. Decidí enviarle un mensaje a Jimi. Sí, era una horrible forma y posiblemente me dejaba como el cobarde más grande de la historia. Pero era mejor que nada. Era mejor que dejar pasar las horas. Era mejor que morir estando vivo. Así me sentía.

En verdad lo siento. Pensé que nunca te lastimaría pero lo hice. Entiendo si me odias. Entiendo si crees que soy un cobarde. Entenderé que ya no quieras saber nada de mí. Pero te quiero. Más de lo que imaginas. Disculpa por no ser el amigo que merecías.”

Lo envié y tuve miedo de recibir una respuesta. Entonces entré en pánico y apagué mi teléfono.

Ahí estaba, solo, atravesando el país, deseando llegar a casa y no llegar a la vez.

El tiempo pasó lentamente. El viaje duraría casi un día completo (lo que sí era malo porque en avión me llevaría sólo unas horas) pero había aguantado el viaje de ida así que también lo haría de regreso. La diferencia era que cuando fui sí deseaba llegar. En ese momento anhelaba que ocurriera un desastre natural que destruyera el tren conmigo adentro. O ya mínimo que el parásito mortal que según Madie estaba dentro de mí por fin lograra matarme.

No era justo, quizá los demás pasajeros sí tenían razones para vivir.

De alguna forma me quedé dormido. Cuando desperté, ya era tarde. No sólo eso, si no que ya casi llegaba. El abuelo le había llamado a papá antes de irme para avisarle que fuera por mí. Posiblemente iría Jill, lo que agradecía porque no tenía ganas de hablar con nadie de nada y ella solía entender cuando estaba así.

Después de un rato en donde me deprimí más porque me dio por ponerme a leer filosofía alemana, el tren llegó a la estación. Había mucha gente. Al parecer yo no era el único maníaco que no quería viajar en avión.

Salí del lugar. Hacía un poco de frío. Estaba distraído acomodando mis cosas cuando repentinamente sentí a alguien rodeándome con sus brazos. Asustado, reaccioné.

— ¡No vuelvas a escribir mensajes como ese!— dijo Jimi enojado.

Miré su carita completamente sorprendido. Estaba enojado (si es que podía definirse como tal, Jimi nunca se enojaba de verdad) pero también parecía triste. No tanto como yo, que no podía creer estarlo viendo ahí.

— ¿Jimi?— pregunté aún sin creerme que eso estuviera pasando.
— ¿Por qué te fuiste tanto tiempo? ¿Por qué enviaste un mensaje tan triste? Casi me pongo a llorar porque sonaba a despedida y yo... no quiero despedirme nunca de ti.

¿Iba a ponerse a llorar? Posiblemente. ¿Yo también? Tenía ganas pero sentía un nudo en la garganta.

— ¡Zac!— gritó alguien a lo lejos.

Era Evan, que venía corriendo. Llegó y nos abrazó a ambos.

— ¡Zac, te extrañé, no sabes lo raro que fue estar en tu habitación sin que tú no estuvieras ahí para decirme que no saltara en la cama!— dijo.
— Ya sabes que no debes saltar, no sé porqué sigues haciéndolo— le dije.
— ¡Zac ha vuelto!— dijo feliz.

Verlos me hizo feliz. Hasta que recordé lo que había pasado. Me separé de ellos. No sabía qué decir.

— Debemos hablar— dijo Jimi muy serio.
— Sí, debemos— dijo Evan.
— No, tú irás al auto con Jill— le dijo Jimi.
— Pero yo quiero quedarme— dijo Evan.
— No, Zac y yo hablaremos en privado— dijo Jimi—. Ahora obedece y sube al auto.
— Si vas darme órdenes primero cásate conmigo— dijo Evan enojado.

Lo vimos irse. Jimi me observó. No sabía qué decir. Es más, hasta tenía miedo. Sí, miedo de Jimi, que debía medir como metro y medio y que tenía la carita más tierna del mundo.

— En verdad lo siento— le dije.
— Lo sé. Evan me explicó qué pasó.
— Pero aún así.
— No pasó nada después de todo— dijo él—. Sólo exageré y me siento tonto por eso. Perdóname por reaccionar así.
— Tú eres quien debe perdonarme— dije.

Suspiró.

— Estaban pasando muchas cosas. Entiendo lo que pasó. Sé lo que es aferrarte a alguien que no debes porque sientes que todo a tu alrededor te asfixia... lo sé perfectamente— dijo.

¿Hablaba de Derek?

— Pero eres mi amigo— prosiguió—. Sé que nadie es perfecto y en situaciones difíciles menos. Valoro que hayas sido honesto conmigo. Sé que nunca me lastimarías. Eres Zac, no eres malo.

¿Estaba perdonándome?

— Pero te traicioné— dije—. Casi beso a la persona que más quieres. Es más, te la quité. Varias veces evité que Evan fuera a verte porque quería que se quedara conmigo... no soy una buena persona.
— Eran días complicados— dijo—. No te culpo por eso. Evan es una buena compañía.
— Pero aún así traicioné tu confianza. No conscientemente pero lo hice.

Me observó.

— ¿Está todo bien?— dijo—, porque parece como si no quisieras que te perdonara...
— Es que no deberías hacerlo— dije—. Deberías odiarme, me equivoqué y te herí.
— ¿Qué clase de amigo no perdona a otro cuando se equivoca?— dijo—. Sí, tal vez no estuvo tan bien pero eres más para mí que un error. Somos amigos, hemos pasado por cosas buenas y nos divertimos pero sé que en una amistad también pueden pasar cosas malas. No voy a dejar que un simple error arruine lo que hay entre nosotros. No soy bueno haciendo amigos. No amigos de verdad. Sé que tampoco es fácil para ti. Pero por alguna coincidencia del universo nos conocimos y ahora lo somos. Un pequeño error que realmente no tuvo ninguna consecuencia no va hacerme olvidar todas las cosas buenas que has hecho por mí. Todas las veces en las que te necesité y estuviste ahí. Quiero ser tu amigo para siempre. Eso es todo lo que sé.

Me daban ganas de llorar.

— Es que— dije— yo...
— Está bien— dijo—. No tienes que sentirte culpable. Tampoco tienes que salir huyendo. Estoy aquí. Yo y los demás. Si algo te pasa, cuéntanos. No importa qué sea.

Lo miré. ¿Desde cuando eran tan maduro?

Me abrazó. Entonces descubrí porqué me sentía tan mal.

Traicioné a Jimi y él me perdonó. Le hice algo horrible y aún así ahí estaba.
Sentía que Will me había traicionado a mí. Aún cuando ni siquiera era algo tan malo... y yo simplemente lo abandoné.

No lo entendía. Ambas cosas eran distintas y lo sabía pero... ¿Por qué lo de Will parecía en verdad muy diferente?

Problemas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora